OPINIóN
Actualizado 06/02/2022 08:48:52
Tribuna de invitados

Enrique Rubio, diputado provincial, reflexiona desde Berlanga: Los verdaderos animalistas y ecologistas son quienes dedican su día a día al bienestar de sus animales, por amor, y porque de ello depende su sustento y gran parte del futuro de Soria

La radio siempre es una fiel compañera de aquellos que pasamos muchas horas en el campo. Las conversaciones y tertulias que en ella suceden nos ponen al día de muchos aspectos de la actualidad.
Sin ir más lejos, hace un par de días hablaban sobre la última canción de Rosalía. La cual no voy a recomendarles que escuchen. Pero sin juzgar si es más o menos adecuada para todos los públicos, sí que en ella se utilizan los términos cargados de anglicismos y de palabras no reconocidas en la Real Academia Española de la Lengua. Lo más sorprendente fue ver la vehemencia con la que se expresaba uno de los tertulianos, ante la pregunta de qué sucedería si Góngora levantara la cabeza ante este hecho. Él, de manera tajante, apostillaba que Góngora lo que debe, debería de hacer, es “ir aprendiendo”…

Tengo que reconocer que siempre he sido mucho más de Quevedo que de Góngora. Quizás por ese lado pendenciero ingenioso del que hace gala en muchos de sus poemas. Incluso cuando Góngora es el objeto de sus dardos. Pero en este caso no me quedó más remedio que ponerme en el lado de Góngora. Todo este tema también hace reflexionar sobre muchas de las derivas que tiene la sociedad actual. Y sí, en nuestra Soria y en nuestros pueblos, la forma de hablar es un castellano correcto porque lo hemos heredado de nuestros antepasados. Quizá las formas hayan cambiado y tengamos que ponernos al día en algunos aspectos. Pero allá donde quiera que vayamos nuestro castellano es impecable.
A Rosalía tuve la suerte de descubrirla cuando era acompañada por el músico y productor Raúl Refree. Por aquel entonces, hacía uno de los flamencos para mí más atractivos del momento. Pero en un determinado momento, se dio cuenta de su potencial y decidió dar un giro brusco a su carrera, para deambular por las derivas que ahora son tendencia.

Aunque parezca mentira, quieren contaminar nuestros pueblos con algo parecido en forma de opiniones que confunden. Venimos de conocer perfectamente cuál es el trabajo del campo, cómo se tiene que desarrollar y sobre todo lo amamos profundamente. Pero los tiempos cambian inexorable e ilógicamente en muchos casos. Ahora, los modelos productivos que hace tiempo lo eran, han dejado de serlo porque son insostenibles. Porque pese a guardar toda la pureza en su interior y la esencia de las labores que se desarrollan, no son económicamente rentables tal y como lo han sido durante los siglos pasados. Una explotación ganadera que hace cincuenta años era pujante con 40 cabezas de ganado hoy en día ya no lo es. Del mismo modo sucede con una explotación de 50 has. agrícolas. Hoy en día tienen que estar más cerca de 4.000 las cabezas de ganado y de 300 las hectáreas agrícolas. También podemos felicitarnos de que se ha dignificado el trabajo en cualquiera de los dos modelos de explotación, agrícola o ganadera. Si algo son los agricultores es ecologistas, pues cuidan el campo. Y los ganaderos son animalistas, procurando el bienestar de nuestros animales en todos y cada uno de los momentos de su vida.

Sabemos lo que es el bienestar animal y ecológico, porque sabemos cuáles son sus necesidades y carencias en cada momento, así como cuáles son las vías para corregirlas. Porque del mismo modo que Rosalía sabe darle el énfasis a cada una de las notas de sus interpretaciones, un ganadero o un agricultor saben cuándo y dónde hace falta un cuidado. Y cuidarlo es la base de que la producción llegue a todo el mundo de una manera intachable.
Seguramente, el tertuliano que la defendió increpando a Góngora no sabía absolutamente nada de poesía. Y mucho menos de su evolución. Así como quienes increpan a la ganadería saben poco de animales, se llaman animalistas y ecologistas cuando los verdaderos animalistas y ecologistas son aquellos que en nuestra provincia, así como en otras, dedican su día a día al bienestar de sus animales, por amor y porque de ello depende su sustento y gran parte del futuro de Soria.
Todo ello para producir alimentos de la mejor calidad. Quizá, el final de las micro granjas empezaron a dictarlo las macro ciudades, y el del flamenco en los macro conciertos.

Los puristas del flamenco seguirán rasgándose las vestiduras cada vez que la oyen, como lo hacen los auténticos ganaderos cada vez que llegan las normas dictadas desde un despacho por un completo ajeno a este mundo. Pero seguiremos cuidando animales con celo y cariño, tal y como nos enseñaron nuestros abuelos, pero dentro del marco legal y normativa vigente, aunque le falte el compás.
Siempre habrá ganaderos como mi amigo Jorge y Roberto, de Noviercas; o Vicente, Jesús o Javier, de Berlanga; Chema, de La Muela; Jaime, de Nogales; Toño, en Boos, y así hasta un largo etcétera de sorianos que siguen produciendo carnes de excelente calidad, por mucho que alguien diga lo contrario.

Quizá, para quienes critican sin saber, Quevedo perfectamente se podría haber adaptado a los tiempos con una versión de uno de sus famosos poemas.
Por ejemplo, aquel que hablaba sobre una nariz y que decía:

Érase un hombre a una “lengua” pegado,
érase una “lengua” superlativa,
érase una “lengua”sayón y escriba,
érase un pez espada muy barbado;

era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más “lenguado”.

Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce tribus de “lenguas” era;

érase un naricísimo infinito,
muchísimo “lengua”, “lengua” tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.

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