La carta de Sergio García, director de Soria Noticias.
Ha tardado, pero al fin parece que Occidente ha entendido lo que está en juego en la invasión rusa de Ucrania. Y permítame el lector que evite deliberadamente la palabra guerra, porque lo que sucede a orillas del Dniéper tiene mucho más de capricho autoritario y de aprovechamiento territorial del fuerte sobre el débil, que de enfrentamiento armado entre dos países comparables.
Decía que en Ucrania está en juego mucho más que la independencia de un país soberano con 44 millones de habitantes que, de por sí, no sería poco. Ucrania simboliza y encarna a día de hoy todo aquello de lo que los occidentales, y de un modo especial los europeos, decimos sentirnos orgullosos. Ucrania representa la libertad, la independencia de las naciones y el respeto a los Derechos Humanos. Por contraposición, Rusia encarna todas las bajezas del ser humano como el ansia de poder, la nostalgia y el nulo respeto a las voluntades del otro y de la mayoría. Evidentemente, todas estas bajezas, y algunas más también, se dan en Occidente, pero la Rusia de Vladímir Putin las lleva a un extremo donde solo un estado autocrático puede llevarlas.
Comencemos otorgando a Rusia el único punto a su favor que leerá en estas líneas, la lógica de su reivindicación inicial: evitar que la OTAN y que Estados Unidos sigan avanzando hacia el Este y expandiéndose por sus fronteras. Es lógico que uno no quiera al enemigo enfrente, que busque cómo frenar su expansión y trate de ganarse el favor de sus vecinos, pero eso no justifica una decisión de no retorno como la invasión de un país independiente. Con este movimiento, Putin solo confirma que Ucrania tenía razón y que todos los temores por los que buscaba lanzarse en manos de Occidente vía OTAN y Unión Europea eran tristemente reales y justificados.
Putin contaba para sus planes con el infantilismo y el buenismo de las sociedades europea. Una sociedad del ‘No a la guerra’ sin matices ni distinciones, una sociedad que reniega y cuestiona todos los pilares de su cultura y su historia y, sobre todo, una sociedad que quiere que los sacrificios para mantener su estilo de vida los hagan otros. Con eso, una aplastante superioridad militar y la carta del gas y el petróleo, el zar del siglo XXI pensó que ganaría la guerra en una semana.
Hoy, pase lo que pase sobre el terreno, es imposible que Putin gane. La sociedad europea parece haber despertado, salir de su zozobra y reclama a sus gobiernos acciones contundentes para defender lo que siente como propio. Ucrania no es Georgia ni Afganistán, Ucrania es el corazón mismo de Europa, y uno empatiza más con el que huye de las bombas cuando lo siente un igual, cuando el Erasmus hace su trabajo o cuando ha ganado allí la Eurocopa.
Europa está en guerra, una guerra que no nos es ajena porque trata de destruir aquello sobre lo que cimentamos nuestra libertad. Hoy, más que nunca, Europa comienza en el Donbás.