REPORTAJES
Actualizado 06/06/2022 20:37:04

Simulaciones matemáticas muestran que si se ejecutan adecuadamente, las medidas no farmacológicas tienen la capacidad de contener el COVID-19 incluso en ciudades con baja tasa de vacunación.

El uso masivo de mascarillas de alta calidad, tales como N95 y PFF2, sumado al monitoreo de los casos de COVID-19 y otras medidas no farmacológicas, puede mantener en un nivel muy bajo la transmisión del nuevo coronavirus en las escuelas, incluso en ciudades con una baja tasa de vacunación. En tanto, en un escenario en el cual nadie use barbijos, las variantes más transmisibles, como ómicron, podrían infectar hasta al 80 % de la población. Estas son algunas de las conclusiones que surgen de un estudio realizado en Brasil y publicado en la plataforma arXiv en versión preprint (aún sin revisión por pares).

El referido trabajo estuvo encabezado por investigadores del Centro de Ciencias Matemáticas Aplicadas a la Industria (CeMEAI), un Centro de Investigación, Innovación y Difusión (CEPID) de la FAPESP con sede en el Instituto de Ciencias Matemáticas y Computación de la Universidad de São Paulo (ICMC-USP), en la localidad de São Carlos.

“Las mascarillas de alta calidad, tales como PFF2 y N95, son sumamente eficientes para contener la transmisión y son muy baratas si se las compara con el costo de las internaciones en UTI [unidades de terapia intensiva]”, afirma Tiago Pereira, docente del ICMC-USP y coordinador del estudio.

En el estudio, se arribó a la conclusión de que el uso de barbijos de mala calidad (tales como los de tela) entre estudiantes y profesionales de la educación elevaría hasta cinco veces las transmisiones con relación al escenario con las escuelas cerradas. En caso de que los estudiantes utilicen mascarillas consideradas de buena calidad, como las quirúrgicas (con una eficacia de filtrado del 50 %), y el personal de las escuelas use las N95 o PFF2 (que tienen un 95 % de eficacia de filtrado), el aumento de la transmisión sería de tres veces al comparárselo con el período en que no hubo clases presenciales.

Las simulaciones matemáticas que permitieron arribar a estas conclusiones se basaron en datos epidemiológicos del COVID-19 de secretarías de salud y de educación, de un modelo de transmisión en las aulas a través de aerosoles y en datos de movilidad de una población. Asimismo, se incluyó la información existente en la literatura científica referente a la transmisión del SARS-CoV-2.

La población que sirvió de modelo fue la del municipio de Maragogi, en la costa del estado de Alagoas (en la región nordeste de Brasil). Con 33 mil habitantes, dicha ciudad posee ingresos y una demografía representativa de alrededor del 40 % de los municipios brasileños. Los investigadores entablaron una colaboración con esa y con unas cien alcaldías más con el fin de recabar datos que pudiesen servir de guía en la implementación de políticas públicas, como parte de los estudios del Grupo de Trabajo ModCovid19. Las simulaciones se ajustaron también a una ciudad grande, con Curitiba (la capital del estado de Paraná, que tiene alrededor de dos millones de habitantes) como modelo. Y los resultados fueron similares.

La circulación del aire

“En las simulaciones supusimos que las personas usan las mascarillas correctamente y que el filtrado es el que informan los fabricantes en el paquete de las mismas. El ajuste incorrecto del barbijo en el rostro y otras prácticas de los usuarios pueden disminuir considerablemente la protección”, advierte Pereira. Por eso el investigador añade que los profesionales de la educación deben capacitarse a los efectos de orientar a los estudiantes sobre el uso correcto de esos equipos de protección individual.

El estudio muestra a su vez que la disminución de la cantidad de alumnos por división en la escuela no necesariamente restringe la propagación del virus. Toda vez que el patógeno se transmite a través de las pequeñas gotas de saliva, la baja circulación de aire hace que las partículas permanezcan suspendidas durante mucho tiempo y lleguen incluso a personas que se encuentran a distancia en las aulas.

“Los salones de clases han evolucionado en lo concerniente al confort térmico y generalmente tienen aire acondicionado, entonces el intercambio de aire es sumamente bajo. Esto es desastroso para la transmisión del COVID-19”, afirma el investigador. Para hacerse una idea, en otro estudio del grupo, se constató que las ferias libres callejeras de alimentos no revestían un riesgo mayor de transmisión debido a que se instalan al aire libre.

Aun cuando las medidas no farmacológicas pueden ser bastante eficaces en caso de ejecutárselas correctamente, incluso en ambientes cerrados, la vacunación sigue siendo un factor de bloqueo de las transmisiones, fundamentalmente para los docentes.

Un estudio publicado en la revista Science ya demostró que los educadores que dictan clases presenciales tienen hasta 1,8 veces más probabilidades de infectarse que quienes trabajan exclusivamente online. El hecho de que normalmente hablan en voz bastante alta y transitan de un aula a otra hace que se erijan como vectores importantes de transmisión del SARS-CoV-2. Por este motivo, la vacunación de estos profesionales debe ser prioritaria.

Aparte de mejorar la circulación del aire en los salones de clases, los autores del estudio brasileño afirman que medidas tales como el aislamiento de estudiantes y profesionales de la educación expuestos al virus, la vacunación de grupos de riesgo y el monitoreo de casos contribuyen a la disminución de nuevas infecciones. Este trabajo cuenta con la participación de investigadores en carácter de coautores de otros estados brasileños (Alagoas, Río de Janeiro y Mato Grosso do Sul), y también de Italia, Alemania y Chipre. La investigación tuvo el apoyo de la FAPESP mediante una beca doctoral otorgada a Edmilson Roque dos Santos.

Fuente: Dicyt

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