REPORTAJES
Actualizado 25/07/2022 21:03:51
Encarna Muñoz

Una historia de película que tiene como protagonista a un soriano: Eduardo Arancón Torrecilla. La isla de Rota, ubicada en pleno océano Pacífico, escondía un tesoro que ha acabado viajando hasta el corazón de la España vaciada.

Eduardo Arancón Torrecilla es el protagonista de una fascinante historia que ha ocurrido a 12.690 kilómetros de Soria, en Rota Island, dentro del archipiélago de las Islas Marianas del Norte. Este soriano de 30 años participa en el proyecto NAO (Networks Across Oceania), un proyecto arqueológico de la Univerdad de Cantabria que pretende profundizar en el impacto que tuvo la llegada de los españoles en la población latina.

La misión de Eduardo y de sus compañeros, dirigidos por la doctora María Cruz Berrocal, es "revisitar ubicaciones arqueológicas, tomar muestras botánicas y prospectar, es decir, caminar sobre el terreno buscando evidencias en superficie", explica el soriano.

Una de estas tareas llevó al equipo formado por Eduardo Arancón, Adrián García y Manuel María Presas hasta una de las playas de Rota Island. Estaba "bastante sucia", con decenas de botellas, latas y desperdicios varios repartidos entre la arena. Pero hubo algo que llamó poderosamente la atención del soriano: "Me percaté de que una botella de cristal tenía en su interior varios billetes y, ya sabes, el dinero siempre invita a investigar", bromea Arancón.

Estos billetes parecían ser un mero reclamo, pues la botella también albergaba en su interior un papel enrollado. Como buenos investigadores, y movidos por el espíritu científico, el equipo trasladó el recipiente hasta un lugar seguro para su análisis. Ya en casa, descubrieron que, a pesar del deterioro provocado por el agua y el paso del tiempo que había convertido los billetes en irrecuperables, el mensaje incluía una serie de instrucciones y lo que parecía una dirección de los Estados Unidos.

"Solo pudimos leer un nombre, David Olmos, y una ciudad, Long Beach, perteneciente al estado de California", refiere el antropólogo soriano. Los indicios eran suficientes y comenzó el rastreo. Finalmente, y ayudados en todo momento por la gran herramienta que es internet, localizaron la gestoría María Olmos y Asociados. Ella resultó ser la mujer del propietario de la botella y el contacto resultó más que gratificante.

María Olmos les contó que su marido era un auténtico apasionado de la pesca en altura y "en cada salida lanzaba varias botellas al mar con la intención de recuperarlas". Para ello, prometía una recompensa a quien le ayudase e incluía varios billetes para que la misión de enviarla de vuelta le saliede completamente gratis a su colaborador.

David Olmos resultó ser un hombre de palabra y la recompensa, de 100 dólares, llegó directa a Soria, a la casa de los padres de Eduardo Arancón. Un obsequio que no solo le servirá al soriano para "invitar a cenar a mis compañeros en Rota", también le permitirá presumir, pues "esta botella se lanzó al mar en 2004, tiene 18 años y es la más antigua de las que ha recuperado nuestro ya amigo americano", expresa.

Eduardo Arancón, soriano de adopción con un futuro prometedor

Aunque la familia del protagonista de esta historia es de la provincia, Eduardo Arancón no nació en Soria. Lo hizo en Cataluña, y vivió en Escucha (Teruel) y Calatayud (Zaragoza). Sus padres se mudaron a la capital soriana antes de que él comenzase 4º de la ESO en el Instituto Politécnico.

Después estudió Historia y Patrimonio en la Universidad de Burgos y cursó un Máster de Antropología Cultural en la Universidad de Sevilla. Actualmente, y de forma simultánea, estudia la carrera de Psicología por la UNED y realiza el doctorado en la Universidad de Cantabria. Además, está contratado por la Universidad de Konstanz para colaborar con el proyecto NAO.

Su tesis doctoral "trata de analizar el impacto sobre la vegetación arbórea de la colonización española en la isla de Rota (especies que se introducen, especies que se dejan de usar...)", explica. De ahí su estancia en Rota, que a la vista está, además de la maleta llena de conocimientos, le dejará por lo menos una buena anécdota que contar a las futuras generaciones.

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