La carta del mes de agosto de Sergio García, director de Soria Noticias.
Arde Castilla y León por los tres costados (el cuarto es Soria y, afortunadamente, nos estamos librando) y ni la catástrofe medioambiente, ni la desgracia económica, ni siquiera las vidas humanas hacen que nuestros políticos dejen de comportarse como políticos. Los hay que solo ven una oportunidad magnífica para fortalecer su discurso (bien tirando el cambio climático a la cabeza del rival o culpando al ecologismo de todos los males) y quienes, peor aún, eluden toda responsabilidad en lo que esta ocurriendo.
Dice Suárez-Quiñones, consejero de Medio Ambiente de quien la oposición en bloque y numerosos colectivos han pedido su cabeza, que no dimite porque él no ha provocado los incendios. ¡Solo faltaría! Cuando se produce una tragedia, por definición aleatoria, difícil de prever y complicada de evitar, lo que se debe analizar es la gestión de la misma y si se han puesto, o no, en marcha las medidas razonables para evitarla.
Si mañana se me está inundado el baño y trato de achicar agua con una cucharilla, mi gestión de la crisis dista mucho de ser óptima. Y si lo hace porque dejé el grifo de la bañera abierto y me fui al salón, mi prevención para que no ocurriera el accidente es lamentable. A nadie se le puede juzgar por un accidente o por una tragedia, pero si debemos analizar – y más cuando se trata de responsables públicos – si la prevención antes y la gestión durante el problema han sido las adecuadas.
Resulta difícil de comprender que, en pleno mes de junio, con una ola de calor acuciante y con riesgo extremos de incendios, el operativo autonómico no estuviera activado al 100%. Resulta cuanto menos sarcástico que, el mismo día que la Junta presentaba el operativo ante incendios que se iba a poner en marcha 15 días después se iniciase uno de los peores incendios de nuestra historia reciente. Persigue, además, a Quiñones un titular de 2018 en el que aseguraba “Mantener el operativo de incendios todo el año es absurdo y un despilfarro”. Seguramente no le falte razón, pero entre tener los bomberos forestales al 100% en febrero y no tenerlos en junio en plena ola de calor, hay un mundo. Un mundo que se llama gestión y planificación y que, evidentemente, ha fallado.
Después está la causa directa del fuego, que en los casos más importantes de este verano parece ser natural. Eso no quita para que unos puedan deslizar que el fuego es culpa de los negacionistas del cambio climático mientras la Junta no para de ver “la mano del hombre” e incluso gente con ganas de quemar Castilla y León.
Por último, el debate sobre si los montes están lo suficientemente libres de combustible, lo que toda la vida se ha llamado tener a los montes limpios. Y en caso de asumir que no lo están, preguntarnos de quien es la culpa. Unos señalan a la despoblación, otros al ecologismo que impide actividades tradicionales en el mundo rural y otros a la gestión de la Junta. El caso, los unos por los otros, el monte sin barrer.