OPINIóN
Actualizado 25/10/2022 13:28:20
Silvia Largo

Artículo de opinión de Silvia Largo, portavoz de Soria ¡YA!

Soria guarda uno de los otoños más bonitos del país. Sus paisajes se pintan de colores caducos que recorren una paleta cromática cambiante, haciendo las delicias de los que vivimos en la provincia y de los que nos visitan. Pasear por el Duero, salir a buscar setas, respirar el sosiego de una estación del año especial que deja atrás el verano más bullicioso, pequeños placeres.

El otoño es sinónimo de cambio. En Soria, octubre revolotea melancólico en forma de mudanza. Días en los que retumba el rodar de maletas por nuestras calles, en los que rugen autobuses que parten llenos en busca de oportunidades, y domingos tristes de maleteros que se cargan de ilusión y sueños, pero también de ausencias próximas y nudos en el estómago. Octubre es un mes de equipajes, abrazos, despedidas, vacío. Los estudiantes salen de la provincia para seguir creciendo, pero ahora lejos de su casa, de su gente, de su tierra. Una estampida de juventud que deja atrás la infancia para enfrentarse a una nueva vida que les llevará a ser adultos. Generaciones sobradamente preparadas en colegios e institutos de Soria, talento que, en la mayoría de los casos, será para beneficio de otros territorios. Sin olvidar la sangría económica que supone esta marcha para las familias sorianas.

Además de porque la oferta universitaria y de FP en Soria es insuficiente, es lógico que muchos chicos y chicas opten por salir de la provincia en busca de nuevos retos. De hecho, es bueno cambiar de aires, conocer a nuevas personas y descubrir lugares diferentes. Vivir experiencias inolvidables lejos de casa. Ser trashumantes. Viajar abre la mente, da perspectiva y nos hace más sabios y tolerantes. El problema es cuando el viaje es solo de ida. Sin vuelta. El retorno a Soria se hace complicado porque la falta de oportunidades les expulsa. Un amarre definitivo en otras tierras que acaparan esas oportunidades que permiten desarrollar un proyecto de vida cargado de añoranzas, y que aumenta la hemorragia de la despoblación que nos envejece sin relevo.

Pero aún se puede cambiar el rumbo. Aún queda esperanza para que el billete también sea de vuelta.

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