OPINIóN
Actualizado 26/01/2023 12:47:46
Patxi Irigoyen

Patxi Irigoyen escribe la quinta columna de Soria Noticias.

No es la primera, y seguro que no será la última vez, que hemos de hablar de los sorianos en Soria. De nuestros defectos y nuestras virtudes, sacadas a la palestra, éstas últimas, demasiadas pocas veces.

Parece que es una costumbre, una vez más, dar sapiencia a los refranes y volver a hacer bueno el “nadie es profeta en su tierra”. Pero, con todo ello, y por mucha normalidad que arrastre este comentario, no deja de ser un objetivo marcado para mi hace mucho tiempo el intentar sacar a la luz y dar publicidad contrastada a todo lo bueno que en Soria tenemos, e intentar tapar, que no ocultar, nuestros también innumerables defectos.

Madrid fue escenario, hace escas fechas, de un magnífico espectáculo musical en el Auditorio Nacional. Más de dos mil trescientas personas ovacionaron una obra de Manuel de Falla titulada “la vida breve”, en la que una de sus solistas era una voz soriana.

Me ilusionó hablar con ella al final; me ilusionó sacar pecho y decir que era paisana; me ilusionó saber que la gente conocía a la protagonista, y que todo aquel que con ella llegó a charlar se fue consciente de su sorianeidad.

Y puedo hablar de música, de teatro, de arte, de deporte, de política, o del ámbito social que ustedes, queridos lectores, quieran. Ser soriano implica mucho más que la importancia que le damos. Igual que ser burgalés, abulense, o salmantino. De la misma forma que ser catalán, andaluz, murciano o canario. Sólo que tenemos que ser más cuidadosos con el trato que nos damos a nosotros mismos. Saber aprender cómo, igual que en otros sitios se centran en empujar el carro desde el mando del mismo, es necesario que nos olvidemos del “hacia dónde” y el “depende”. Hemos sabido asumir los muchos cambios que nos ha obligado a hacer la nueva tecnología, sea en el trabajo que sea, y hemos de ser capaces de aplicar esas nuevas técnicas a nuestras manías provincianas de pensar que en la capital son más cosmopolitas.

Mirarnos al obligo no será bueno, pero mirarnos al espejo y ser capaces de aprender de los errores se hace imprescindible. Si no es por nosotros, que lo sea por los que detrás nuestro pueden llegar. Por el futuro de una provincia que ha de exigir al mismo nivel que el resto, pero el resto de las que exigen. Vale ya de victimismos. Hemos de mirarnos más. Vender es mucho más difícil que comprar, pero si para la segundo hace falta dinero, para vender sólo hace falta voluntad y criterio.

De uno en uno, y en fila, se puede hacer un montón. Mirándonos un poco más al ombligo.

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