Enrique Rubio, desde Berlanga.
Para aquellos que escuchamos a Gabinete Caligari, hace ya algunos años, y sentimos Soria, hay un antes y un después de aquella canción que nos encaminaba a nuestra tierra. Algunos tuvimos claro siempre que este era nuestro lugar. Otros siempre quisieron, pero nunca pudieron. Y seguramente habrá todavía quien pronto encuentre el Camino Soria.
Pero la música que resuena en nuestra cabeza detrás de esa melodía tiene muchos más acordes afines de la misma banda. Y a mí me viene a la cabeza una que empezaba con dos versos que decían:
“Amor
la noche ha sido larga
y llena de emoción…”
Luego llegaba a terminar en una historia de amor.
Eso eran los ochenta y era Madrid. El mismo Madrid que se idolatraba, el que ejercía y ejerce poder magnético, deslumbrando, muchas veces, con una realidad falsa. Ahora, los que nunca nos hemos ido de Soria vemos esta canción desde lejos y confiando que no se borre el camino.
Ahora, son muchos los días que sacando de contexto una canción celebramos otros versos del mismo grupo, aquellos que dicen:
“Bares, qué lugares
Tan gratos para conversar….”
Probablemente, pocas personas valoren tanto una conversación como aquellas que tienen tiempo para pensar. Y muchas de las personas que se han adentrado en estas líneas lo podrán corroborar. El tiempo con sabor y el tiempo intenso es un tiempo que quiere conversar. En el receso de la mañana, en el almuerzo, en el café a media tarde, o en ese vino que quiere una tapa antes de cenar, incluso más.
Esa conversación es el momento compartido alrededor del lugar de encuentro espontáneo, un momento que se desliga, en cierto modo, del ocio y que ayuda a acortar los largos días de enero, febrero y principios de marzo, esos que ahora ahuyentan en gran medida a los visitantes y nos aprietan el corazón con las ausencias a los residentes. Y allí donde los veranos bullen y todavía se guarda la sonrisa, permanecen abiertas las puertas de bares y restaurantes, tascas y tabernas, cafeterías y otros establecimientos polivalentes como las tiendas multiservicios. Lugares que suponen la luz encendida de la esperanza de muchos pueblos. Espacios donde el equipo permanente de mantenimiento ejerce de pobladores galos (léase numantinos) de la aldea que resiste ahora y siempre a la globalización con la poción mágica de la fuerza que supone vivir en la tierra de los antepasados.
Quizá, las personas que regentan estos establecimientos ya lo sepan, pero aun así, creo que es obligado agradecerles que cuándo, cómo dice la citada canción, “están leyendo el As con avidez” en espera de un cliente, devuelvan el saludo y además de aliviar la sed, ofrezcan esos minutos de bienestar que hasta la más mínima conversación supone, tan refrescante como el agua, tan reponedora de fuerza como un torrezno, tan autentica como un ribera…
Sin duda, no son ellos los únicos artífices de que la provincia no cuelgue en los pueblos el cartel de “cerrado por invierno”. Pero ayudan, y mucho, a saber que estamos vivos. Espero que no ocurra lo que un buen periodista, conocedor de nuestra comunidad, quien pasea barba cana en su Arcón, comentaba en un artículo, sugiriendo la idea de los bares de guardia para alivio de soledades.
Por cierto, estas letras, como no puede ser de otra manera, tienen su origen en una de esas conversaciones con un hostelero, como podrían ser muchos más, que ha apostado por la provincia. ¡A su salud!