Cuatro hermanos cofrades del Santo Entierro, entre ellos el de más edad y uno de los más jóvenes, cuentan cómo viven la Semana Santa.
María del Carmen Gil García, una de las pocas mujeres que levanta los 34 kilos que corresponden a cada uno de los alzadores del Santo Sepulcro de Soria, recuerda el “momento único e inolvidable” de llevarlo por primera vez, hace ya una decena de años. La incorporación de la mujer se aprobó en 1998.
“Cuando lo alzo me acuerdo de mi padre, que también lo levantó. Siempre llevo en la muñeca una medalla suya. Y si algún conocido o familiar lo ha pasado mal, también guardo algún detalle suyo. Lo que se siente debajo de nuestro Cristo yacente es algo muy difícil de expresar, algo muy íntimo, profundo y espiritual, independientemente de la religiosidad con que se viva la Semana Santa. En mi caso, quizás, pese más la tradición”.
Soria Noticias ha reunido ante el Santo Sepulcro, en la concatedral de San Pedro, a cuatro hermanos de la Cofradía del Santo Entierro de la capital, para tratar de comprender mejor y conocer cómo viven la emoción y el sentimiento de la Semana Santa el cofrade de más edad y más antiguo, de 91 años; uno de los más jóvenes, de quince; una mujer alzadora y el hermano mayor.
José Antonio Pérez Lorenzo, hermano mayor del Santo Entierro, considera que aunque ha cambiado mucho la sociedad, claramente menos religiosa, “algo tiene que haber cuando alguien, de forma voluntaria, decide ponerse un hábito, salir en procesión o levantar con su hombro el Santo Sepulcro. Hay tantas maneras de sentir la Semana Santa como cofrades, ni mejores ni peores. A pesar de que algunos se empeñan en decir que todo es folclore, si no se tiene fe, un sentimiento o una inquietud espiritual, es muy difícil estar ahí”.
Bonifacio Yunquera Ramos, con 91 años, que se incorporó a la cofradía cuando tenía catorce o quince años, considera que “han cambiado mucho las procesiones”, aunque él tiene “la misma idea de lo que representa el Santo Entierro y de lo que podía hacer por la cofradía y por los hermanos”. De educación muy cristiana, constata que “ha cambiado mucho la vida”, las vivencias religiosas, la relación con los cofrades...”. Recuerda cómo, “en mis principios, al entrar, cuando algún hermano necesitaba algo estábamos ahí”, o cómo se atendía a los difuntos, y se iba al domicilio con el crucifijo de la cofradía.
Ahora siente que algunos cofrades participan en las procesiones como si fuera “una fiesta más, pero todo es respetable si se hace con respeto”, señala. “¿Qué es lo que piensa un hermano cuando alza del Santo Sepulcro y tiene el hombro herido? Es muy difícil decir. Pero siempre hay algo, un propósito, un ofrecimiento, no es solo un paseo la procesión, y por eso existe la cofradía”, reflexiona Bonifacio Yunquera, ‘Boni’, el más veterano.
Uno de los hermanos más joven, Mateo Andrés Calonge, de 15 años, dice que lleva en el Santo Entierro desde que era bebé, cuando le apuntaron sus padres. En las cofradías es habitual la tradición y arraigo familiar, es decir, que hermanos, hijos y sobrinos formen parte de ellas. Afirma que siempre ha desfilado con su padre, con su tía, con la banda de tambores. “Pueden contar conmigo para lo que necesiten”, subraya.
“Los jóvenes vemos la Semana Santa como algo más tradicional y patrimonial que religioso, pero lo vivimos de una manera seria y muy especial. Durante la procesión pensamos en nuestros familiares, en la cofradía. Somos como una familia”, asegura. “A mis amigos les choca que esté en algo así, aunque no soy el único que está en una. Qué necesidad tengo de ir, me dicen. Pero yo les animo a que se unan. No es nada malo estar. Es una forma muy bonita de vivir la Semana Santa”.
“No lo veo como un carnaval”, añade Mateo Andrés, “y así se lo dije a un compañero de clase, que es una tradición que se lleva arraigada en lo más profundo”. Ser cofrade “engancha”, remarca Bonifacio Yunquera, que pide a quienes ven las procesiones "que sean muy respetuosos", algo que también demandan los otros tres cofrades que aportan su testimonio. Salvo alguna excepción, "el público respeta la seriedad y el silencio. Verla es un acto voluntario y libre”.
"NO HAY QUE FIJARSE EN LOS COFRADES SINO EN LO QUE LLEVAMOS"
“Yo les diría a los sorianos que si dan el paso de ver procesiones, que disfruten su estética, su arte y su espiritualidad. No hay que fijarse en los cofrades sino en lo que llevamos. Es importantísimo”, afirma el hermano mayor del Santo Entierro.
Los cuatro cofrades creen que la Semana Santa de Soria cada vez es más valorada y reconocida, “sobre todo por la gente de fuera”, que se encuentran con una procesión singular y única el Viernes Santo, con todos los pasos, que relata de manera cronológica la pasión y vida de Cristo. “Es una catequesis en la calle, un libro, como lo era el arte románico de las iglesias”.
Aseguran que no tienen que envidar en nada las procesiones de otros lugares de Castilla y León y de España, e insisten en evitar que lleguen influencias de otros territorios. “Nuestro lema es una Semana Santa sobria, austera, devocional y típicamente castellana”, recuerdan.
“Bueno, una cosa sí envidio”, apunta José Antonio Pérez, “la implicación y el apoyo que las administraciones ofrecen a la Semana Santa en otros sitios. Aquí nos tienen casi olvidados, a pesar de llenar Soria, al igual que las fiestas de San Juan. Ponemos las cofradías, los pasos, la devoción, la tradición, ese poquito de ‘folclore’ que dicen algunos y que tampoco es malo..., pero necesitamos ayuda”.
Y eso que “gracias a la unión de todas las cofradías y de la Junta General, de la que hay que destacar su trabajo, hemos logrado el reconocimiento de Fiesta de Interés Regional”. Declaración conseguida gracias a la incorporación de la procesión del Encuentro, el Domingo de Resurrección, que salio adelante con mucho esfuerzo y aquí, sí, con la ayuda del Ayuntamiento o de la entonces Caja Duero”.
¿Momentos preferidos de la procesión? Cada hermano tiene los suyos, coinciden. Pero la salida de la concatedral, cuando se empieza a andar, señala María del Carmen Gil; y la entrada, “tras el penoso esfuerzo”, son dos de ellos. “Cuando volvemos a San Pedro nos miramos en la distancia sin decir nada, o nos abrazamos... No hacen falta palabras”, dice José Antonio Pérez. Resaltan ese simbólico vaso de limonada que toman al final; y también la procesión de vuelta, fuera ya de programa, pero igual de seria, a la que espera mucha gente en los portales, sobre todo gente mayor que se emociona al ver el Santo Sepulcro.