CAPITAL
Actualizado 30/04/2023 10:58:18
Ana Barbero

El mítico bar restaurante soriano ha dado su último servicio durante el último fin de semana de abril. Miles de historias y anécdotas quedan tras sus puertas para el recuerdo de clientes, familiares y amigos. Olga Cascante dice, con nostalgia, pero contenta, “adiós” a la que ha sido durante mucho tiempo su segunda casa.

¿Quién de Soria no conoce el bar Cascante? Puede que hayas pasado de largo o que hayas entrado alguna vez a saciar la sed durante los cálidos veranos. O, mejor aún, que hayas ido de cervezas con los amigos mientras picabas una de las suculentas tapas como las míticas y originales “delicias de jamón”, el San Jacobo con salsa de pimientos, los espárragos rellenos o el bonito encebollado. Quién más y quién menos ha oído hablar de este bar que lleva más de medio siglo abierto al público. Pero, ayer, sábado, 29 de abril, fue el momento de cerrar sus puertas permanentemente. Su propietaria, Olga Cascante, se jubila, y es hora de que le diga adiós al mundo de la hostelería.

Y, como es de esperar, las historias que esconde tras sus paredes es proporcional al tiempo que lleva abierto. Empezando por cómo lucía el restaurante allá por los años 60 cuando abrió. “Al principio era bar y carnicería. Luego mi padre compró otro local y trasladó allí la carnicería”, recuerda Olga echando la vista atrás. Seguramente, alguno se acuerde de ir a comprar algún que otro filete allí. Y, también, de ir a por un bocadillo al restaurante. “Fuimos el primer local de Soria en vender bocadillos. Teníamos una plancha en medio y mucha gente venía a visitarnos”.

E igual que iba cambiando el establecimiento, también iba creciendo. Es difícil no recordar el hotel que tenía hace años en la parte de arriba. Olga recuerda que, cuando ella y sus hermanas eran jóvenes, alojaban a cientos de turistas que se acercaban para visitar la ciudad. “Nosotras echábamos una mano a nuestros padres y nos quedábamos a recoger. Muchos días nos poníamos a hablar con los clientes y nos daban las 5 de la madrugada. Se notaba que éramos jóvenes porque a las 8 de la mañana ya estábamos en pie para abrir nuevamente”, cuenta entre risas.

Prácticamente ella y sus cinco hermanos se han criado allí desde que eran pequeñas. Ha sido un lugar en donde jugar, reír y capturar mil anécdotas que veían mientras pasaban allí las horas. “Un día recuerdo que mi madre estaba barriendo mientras un cliente estaba metiéndose con su pueblo, Narros. Tengo que decir que ella era muy buena, pero tenía su carácter. Y ese día, se cansó de escucharle decir tonterías, cogió la escoba y le echó a escobazos”, se ríe mientras lo cuenta.

Si hace memoria de tantos años, recuerda que el bar siempre ha sido un lugar tranquilo, donde nunca han tenido ningún percance grave, pero sí que un día estaban trabajando cuando “entraron los gitanos que vivían en las casas del ayuntamiento, que por aquel entonces estaban justo al lado del restaurante. Nos querían robar. Mi hermana empezó a chillar a mi padre que se encontraba en la planta superior para que bajase. El hombre bajó, vio la situación, cogió a uno de los gitanos y le dijo “como le pase o les hagáis algo a mis hijas estermino vuestra raza”. Nunca más volvieron a meterse con nosotros ni a causar problemas”.

Otro día, cuenta que cuando eran jóvenes estaban limpiando para cerrar y un cliente, que por así decirlo, iba contentillo, les pidió otra copa de vino, “le dijimos que no. Él insistió. Nosotras se la volvimos a negar. Y, no se le ocurrió otra cosa que coger el spray limpia – cristales y amenazarnos para que le diésemos el dinero de la caja. -narra entre carcajadas- ¿Te imaginas las risas que nos echamos después?”.

Lleva “toda la vida” trabajando en el Cascante, pero cómo olvidar el primer día que abrió como propietaria. Fue un San Saturio y lo calificaría como “un caos”. Un día de mucho ajetreo que no olvidará jamás. Tras él han venido miles de días como ese, como por ejemplo un Viernes de Toros en el que su hijo Gonzalo le estaba echando una mano. “Me acuerdo que tuvimos que abrir la parte de arriba para ampliar el servicio de comidas porque vino muchísima gente. Para mi fue agotador estar todo el rato subiendo y bajando. De pronto, vinieron unos clientes disfrazados de ‘los payasos justicieros’. Ellos, fueron justicieros de verdad y, me ayudaron a subir y bajar platos, incluso cogieron cajones de los muebles para usarlos como bandejas y así transportar más cosas de una vez. Fue muy gracioso”, cuenta entre risas.

Y, obviamente, con tantos años al servicio del público, no han faltado tampoco algunas celebridades que han pasado por el local como el cantante de canciones infantiles, Torrebruno, la periodista, Irene Villa o el ganador y exconcursante del programa de televisión ‘Boom’, Rubén Calvo.

Estas son algunas de las historias que han sucedido en el bar. Lamentablemente, no se pueden resumir todo lo que ha pasado allí en un simple artículo, lo que está claro es que tanto Olga como su familia han vivido muchos buenos momentos. Tras las puertas de madera, tan reconocibles, se quedan historias, risas, llantos, alegrías, estrés y momentos inolvidables se quedarán para siempre en el recuerdo. Ahora, toca decir adiós, a la que fue su segunda casa. Lo hace con tristeza, pero a la vez contenta de tener, el tan merecido, tiempo libre para poder dedicárselo tanto a ella como a sus seres queridos.

El tradicional bar-restaurante Cascante tras décadas dando de dormir, beber y comer a miles de personas, ha dicho, por última vez, “gracias por su visita”, y lo ha celebrado con una reunión en la que no han faltado familiares, amigos y clientes “de toda la vida”.

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