Artículo de opinión de Alejandro Ramos, profesor universitario y secretario de NNGG Soria
Verano atípico. No solo por los termómetros disparados y las asfixiantes temperaturas, sino porque el panorama político, es tórrido y abrasante.
Hace escasos días, Felipe VI propuso a Alberto Núñez Feijóo candidato a presidir el próximo gobierno. Esta decisión legítima, a la par que constitucional, se debió a que tradicionalmente se le ha venido otorgando esa posibilidad al partido que más escaños ha obtenido en las elecciones. Además, en este caso concreto, Pedro Sánchez no acreditó una mayoría alternativa suficiente.
Más allá de los apoyos que ya tiene garantizados, únicamente, son cuatro diputados, de algún partido político del arco parlamentario, los que necesita el líder del PP para hacerse con la presidencia del Gobierno. Lo cierto es que, aunque pueda parecernos que son pocos, el esfuerzo que, estoy seguro que hará el candidato durante este mes, va a ser más que notable.
En caso de no conseguirlo, la alternativa pasará por Sánchez. Y lo único que tenemos claro, es que está dispuesto a cualquier pacto con tal de conservar el poder. Le dará igual prometer lenguas y traductores en el Congreso, leyes de amnistía, referéndums de autodeterminación, condonaciones de deuda, mejores condiciones de financiación para determinadas comunidades autónomas en perjuicio de otras, etc. Aunque lo más grave de todo, es que la llave del gobierno de nuestro país, la tenga Puigdemont, un prófugo de la Justica, que quiso fragmentar la unidad de España y de Europa, desde Cataluña.
A tenor de esta situación, y apelando a la responsabilidad otorgada por los ciudadanos, yo me pregunto si no sería mucho pedir que los partidos mayoritarios (al igual que hacen en Alemania) tuvieran grandeza de miras para llegar juntos a un acuerdo sin depender de las minorías.