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CAPITAL
Actualizado 25/02/2024 11:17:20
Patxi Veramendi

La tercera parte de los jóvenes de 25 a 39 años nacidos en Soria se han marchado fuera de la provincia. La falta de oportunidades laborales “atractivas”, la pareja o un transporte público insuficiente son escollos que dificultan “y ven muy complicado” el regreso de los sorianos que se marchan fuera a estudiar o trabajar.

Son diez en la cuadrilla, pero comenzado 2024 solo viven dos en Soria, uno en Aldealafuente y otro en la capital. Los demás residen en Madrid, Zaragoza, Pamplona, Tafalla (Navarra), Logroño, Burgos y San Sebastián. Lamentablemente, este grupo de amigos que forjó su amistad adolescente en el instituto Virgen del Espino de Soria, y que le dio por autobautizarse ‘Los fracasados’ -no dicen por qué- en unos de esos primeros sanjuanes inolvidables, es un ejemplo de lo que está pasando. La juventud soriana se va.

De los jóvenes nacidos en Soria con 25-39 años, la tercera parte se ha marchado. Una descapitalización de talento y demográfica que no es nueva. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), más de la mitad de los nacidos en Soria, el 51,90%, en enero de 2022 vivían en otras provincias. Es el mayor porcentaje en España, seguido del de Cuenca (51,32%), Ávila (51,13%), Zamora (49,06%) o Teruel (49%).

Estos amigos -que tienen entre 28 y 30 años- han compartido con Soria Noticia sus preocupaciones, inquietudes o sentimientos sobre su futuro vital y laboral, o su relación con la ciudad en la que han nacido y crecido: Soria. Consideran que será “muy difícil“ regresar para residir permanentemente. “Es lo que hay”, afirman, si bien aseguran que “no queremos apartar Soria de nuestras vidas. Alguno -a pesar de su juventud- dice que le gustaría “terminar aquí” cuando se jubile. La mayoría no se han ido porque lo desearan o les agobiara una ciudad pequeña. Ir a estudiar fuera ya predispone, explican.

Apuntan a la responsabilidad de los políticos y de las administraciones, por ser incapaces “en años y décadas de ir aportando soluciones para que no nos tengamos que ir o puedan venir otros jóvenes”. Pero ahora están llenos de ilusión y amontonan unas inmensas e incontenibles ganas de vivir. Por eso, lo que les preocupa es cimentar su porvenir.



Pablo Borque Almajano sí vive en Soria, concretamente en Aldealafuente. Estudió comercio internacional, pero -finalmente- “después de idas y venidas” ha decidido ser agricultor . “A mí la tierra me tira mucho, y nunca mejor dicho. Soria me encanta y quiero estar aquí. Las críticas que se hacen sobre los inconvenientes de vivir en Soria “son ciertas”, comenta, “pero a mí Soria me da tranquilidad, calidad de vida. Podía haberme ido, pero creo que cada uno decide su destino y trata de alcanzarlo. He apostado por quedarme y estoy muy contento, aunque me duele ver cómo se van mis amigos”.



Aitor Campo Hernández ha sido el último en marcharse, a San Sebastián y hace tan solo dos semanas. No es casualidad esa elección “para “cambiar de aires y buscar suerte”. Su madre es de esa ciudad vasca y vive ahí. “Me voy a sentir arropado, tengo a mi familia materna”, aclara Aitor. “Decidí irme en noviembre. Estudié un grado medio de informática y llevo seis años en hostelería, pero creo que en San Sebastián encontraré más opciones, diferentes tipos de empleo… Me da pena irme, me he criado en Soria, donde está mi familia paterna, pero quiero un cambio. Mis amigos no están…, aunque, eso sí, seguiré vinculado a Soria, por supuesto”.

LA EXCEPCIÓN

Manuel Hernández Rodrigo es la positiva excepción, el único de la cuadrilla que ha regresado, tras estudiar Telecomunicaciones en Zaragoza. Trabajaba en la capital maña para una consultoría de análisis de datos, y la compañía le dio la opción de teletrabajar. Así que no se lo pensó, y hace más de un año que vive en Soria con su novia. Casualidad o no, Manuel es el único que tiene una pareja soriana y el único que ha regresado a Soria.

Eso sí (ríen), el amor debe cumplir un requisito imprescindible: “Nuestra pareja debe compartir nuestro cariño hacia Soria y le tiene que gustar venir
Ninguno de los que están fuera descartan volver “algún día” porque les “gusta” Soria y su “ambiente”, a pesar de ciertas deficiencias en los servicios -transporte público o sanidad-, “la tristeza del invierno soriano”, o la “menor oferta de ocio”. Pero las ventajas son más que los inconvenientes.

A la pregunta de qué hacer para que un joven se quede en Soria, dicen que si no se puede competir en salarios, hay que mejorar las condiciones laborales, ofrecer incentivos fiscales o facilitar el acceso a la vivienda. “Alicientes para vivir y trabajar en zonas vulnerables y despobladas. Pero no se hace nada”, lamentan. Sentados en el banco de la pradera de la Dehesa en el que se han reunido durante años, recuerdan momentos vividos e inconfesables. “Siempre nos queda este banco”, dicen. Y la panceta de torreznos congelada, los táper de comida de sus madres, alguna botella de vino de Soria o un colgante del caballito...

NOSTALGIA

Lo que más echan de menos de Soria es la familia y los amigos, una amistad que se remonta , en algunos casos, a la guardería. Y reconocen que la nostalgia y los recuerdos es lo que más les une. O no poder ir con su padre a ver al Numancia, apunta Javier Sebastián . “En el fondo, echamos de menos los 16 o 18 años, que ya no van a volver”, remarcan. “Las quedadas de antes, todas las tardes, es algo que ya no se puede repetir”, avisa Megara Veramendi. Por eso aprovechan “a tope” el tiempo que pueden estar juntos, en San Juan o en Navidad, como han hecho ahora.

LOS QUE SE HAN IDO

Fernando Almazán Gallego, que ha estudiado Física en Madrid, y donde es profesor con plaza en un instituto, reconoce que tiene el síndrome de Ulises. “Cuando estás fuera de Soria sientes que no eres del lugar en el que estás, pero cuando vuelves tampoco es exactamente el sitio que recuerdas. Creas un mundo nuevo. No me imagino viviendo en Soria, pero sí viniendo mucho a la larga. Me imagino a caballo entre Soria y Madrid”.

Está “bien” en la capital de España, ciudad de la que le gusta el “anonimato” que ofrece. Cuenta que estuvo dos años dando clases en una academia en Soria, y que cuando salía a la calle “me encontraba con todos los alumnos. Eso me daba reparo”.



Juan Chuliá Barriocanal, que estudió Ingeniería Industrial en Pamplona y ahora trabaja en Logroño, dice que “los jóvenes que nos vamos de Soria luego es muy complicado que volvamos. Si hubiera habido oportunidades y facilidades cuando terminé de estudiar me hubiera quedado cien por cien. Pero ahora no lo veo”.



Sergio Cendrero Martínez tampoco se plantea volver. Lleva 6 años trabajando en Pamplona de técnico sanitario de emergencias, grado medio que estudió en Soria. “Pero no salía nada aquí. Mandé mi currículum a toda España. Acabé primero en Galicia, luego en La Rioja, y ahora estoy cómodo en Navarra. Recientemente, sí han salido plazas en Soria, pero las condiciones económicas eran bastante inferiores”. Señala que si hubiera tenido una oferta al principio, “me hubiera quedado en Soria, me hubiera dado igual. He terminado en Navarra por casualidad”.



Javier Sebastián Millán estudió Ingeniería Mecánica en Zaragoza y en la ciudad aragonesa sigue, trabajando como ingeniero de Procesos en el Grupo Sesé. Cuenta que “sí me ha salido alguna opción laboral en Soria, pero las condiciones que daban no hacían apetecible volver”.

La falta de oportunidades atractivas y los peores salarios son escollos que dificultan el asentamiento inicial o el regreso de estos jóvenes. Así lo subrayan. “Hay muy poca oferta o no la hay”. “Son contratos precarios o relevos sin proyección profesional suficiente”. “Resulta muy complicado ascender porque las plantillas son pequeñas y muy cerradas, y hay que esperar mucho a que el personal que hay se jubile para dejar paso a los jóvenes”. Estas son algunas de sus opiniones.



“Como hay pocas, en Soria no se mueven las plazas”, explica Carlos Borque Capilla, que ha estudiado Educación Especial. “Estaba el primero en una bolsa de empleo en Soria, pero me llamaron antes desde Burgos, para trabajar de educador en viviendas supervisadas de salud mental. En la empresa privada, las condiciones también son peores en Soria”.



En el caso de Megara Veramendi Fernández, otro ingeniero industrial que reside en Tafalla (Navarra), indica que “es difícil encontrar las mismas condiciones fuera de Pamplona”, donde ha estudiado, “y más difícil aún en Soria”. Trabaja en una multinacional de electrodomésticos asentada en Zaragoza con planta en Pamplona, en la que estuvo becado en prácticas y luego le contrataron. El teletrabajo le permitiría más movilidad, pero vive en Tafalla porque su novia tiene su empleo en esa localidad.

Precisamente, la pareja es otro de los motivos principales que echa para atrás a estos jóvenes a estar en Soria. Es lo que le pasó, por ejemplo, a Juan Chuliá. “Volví de Pamplona a Soria porque, durante la pandemia, no me renovaron en la empresa que trabajaba, y me hice autónomo para ganarme la vida, ya que puedo hacer proyectos. Y teniendo clientes de Soria decidí irme a Logroño, porque mi pareja es eduadora infantil en la capital riojanaí”. Indica que, “luego, encontré trabajo en una empresa, en la que estoy haciendo algo parecido a lo que me dedicaba cuando estaba de autónomo”. Durante esa transición salió alguna oferta en Soria, pero es que las condiciones no tenían nada que ver, muy inferiores”.


El teletrabajo es una “posibilidad” que se abre a los jóvenes, en ciertos perfiles profesionales, para poder vivir en Soria. Así lo considera Diego Escudero del Olmo, un desarrollador de software que estudió un grado superior de FP en Soria. Trabaja para una consultora multinacional y reside en Zaragoza, aunque no le importaría moverse a otro lugar, incluso fuera de España. No obstante, advierte que el teletrabajo, junto a una buena ubicación geográfica -que la tiene Soria-, requiere de un transporte público suficiente, algo de lo que carece Soria”.

También apunta que, cuando llevaba tres años en Zaragoza, “me llegó una oferta de Soria, para la que pedían experiencia. Sin embargo, el salario que ofrecían era inferior al que me dieron cuando empecé sin experiencia en la empresa de Zaragoza. Esto me frenó y me desanimó”, concluye Diego Escudero.

EN UNOS AÑOS

Para Pablo Borque, “sería interesante hacer esta entrevista dentro de unos años, a ver si seguimos pensando lo mismo, cuando tengamos familia y niños”. Fernando Almazán también se pregunta si “a muchos no nos cambiará la vida y la mentalidad, si decidimos tener hijos. Si esto pasa, igual Madrid me va a resultar más incómoda. Soria es una ciudad con calidad de vida y muy agradable para pasar la infancia. Tengo un primo con dos hijos que está en Madrid. Está deseando coger una plaza de profesor en Soria”.

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