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NOTICIAS DE SAN ESTEBAN DE GORMAZ
Actualizado 16/05/2024 10:29:12

La localidad sanestebeña cumple con la tradición para mostrar su devoción al santo labrador y rogar para una buena cosecha.

El día del patrón de los labradores sigue siendo una tradición arraigada en la Quintanilla de Tres Barrios, aunque apenas se ejerza la profesión. Las raíces, la tierra y el campo supuran la huella del pasado y las gentes siguen manifestando el fervor y la devoción al santo al que han estado vinculados y sumisos a lo largo del pasado y continúa en la actualidad.

En este día, el 15 de mayo, se combina una doble celebración. La de la propia efeméride, antaño festividad del santo, y al mismo tiempo la de la bendición de los campos, hecho que en décadas anteriores tenía lugar el Día de la Cruz, tres de mayo.

La efeméride en la localidad, perteneciente a San Esteban de Gormaz, comenzó con una ceremonia invocando la figura del santo protector para dar paso a la procesión de la bendición de campos. La comitiva acompañada por la imagen del patrón y encabezada por el pendón, el estandarte y la cruz, se desplazó hasta el cercano paraje de La Cruz de la Veleta. En el trayecto se entonaron canciones o coplillas alusivas al momento y en especial a la figura de San Isidro. Sirve de gloria para el labriego, tener un santo que es labrador, forja su alma de temple en temple, con la maceta y el azadón: "¡Oh San Isidro por los labriegos de Quintanilla, rogad a Dios!".

En este enclave se procede a bendecir los cuatro puntos cardinales, perfectamente visibles, para pedir con fe y devoción protección para los cultivos y especialmente lluvia para saciar su sed. Hisopo e incienso en mano, el párroco alaba al santo dirigiéndose hacia cada uno de los horizontes que los conforman pidiendo preservar las cosechas.

Antiguamente se grababa en la cruz de madera cuatro crucecitas una a cada cara de los lados, donde se colocaban sendas cruces de cera de cuarterón como símbolo de bendición del orbe del término. Una vez la comitiva regresaba al pueblo, las velitas desaparecían de su ubicación. Al estar bendecidas se les consideraba como un amuleto de protección. Quizá esto último fuera un simbolismo generalizado en los pueblos de la provincia. En Portelrubio, por ejemplo, se depositaba en un monolito, también grabadas cuatro cruces de cera, una en cada punto cardinal. Una vez regresaban a la iglesia “los pastores acudían prestos a recoger las cruces de cera que luego mostraban y guardaban como trofeos o reliquia”, testimonio recogido por el lugareño Vidal Hernández.

De regreso al pueblo la procesión, tiene lugar en la plaza la típica 'siembra' de caramelos, rememorando la costumbre ancestral en la que el jefe de la Hermandad de Labradores iba arrojando confites y caramelos por las calles durante la procesión.

La tradición acababa con una merienda-cena para todos asistentes a la celebración.

Fuente: Leopoldo Torre García

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