La localidad agredana se vuelca con las nupcias en una entrañable ceremonia y posterior banquete.
Fue en 1990 cuando el templo parroquial de Fuentes de Ágreda acogía el último enlace nupcial, siendo celebrado por los vecinos y convidados con gran satisfacción. Han pasado ya 34 años, y las puertas de la iglesia eran abiertas este sábado para oficiar, por todo lo grande, una nueva boda.
En los preparativos para la ceremonia, al mediodía, participaban todos los fuentesinos, en su mayoría no residentes en el pueblo, que quisieron aportar su afán para que la jornada fuese de diez, como así lo fue.
Pablo Resa Abad, con ascendenia agredeña materna, y Paula Ibiricu Ochoa, de Navarra, daban los dos el sí a su compromiso matrimonial en el recinto sacro consagrado a los santos Julián y Basilisa. Un gesto emocionante entre los presentes, habida cuenta de que un evento de este tipo no era recordado en muchos años.
Los padres del ahora esposo, Pablo también (Tarazona, Zaragoza), y Carmen (Ágreda), adquirieron, hace varias décadas, un inmueble lindante a la iglesia del pueblo, que fue morada del párroco, y tras el esmerado acondicionamiento del edificio le dieron en llamar la 'Casa del cura', lugar que ha sido un punto de referencia para la vida familiar durante todos estos años, habilitada y amparada para el descanso que siempre obsequia la falda del Moncayo.
Felicitaciones para este ejemplo que pone en valor, con esfuerzo y con reconocimiento, una historia, al abrigo de este monte, y en donde, de algún modo, se rinde pleitesía a generaciones anteriores y se invita a mantener tradiciones y recuerdos para conservar la llama de la vida en los pueblos pequeños, sin apenas habitantes.
Territorio que, como queda constancia en estas líneas, respira en la que se viene a decir como España vaciada.