Artículo de opinión de Vanessa García, procuradora de Soria ¡YA! en las Cortes de Castilla y León.
«Si los malagueños y malagueñas no tienen un lugar en el que vivir, ¿quién va a atender a los turistas? ¿Dónde se alojan los camareros que nos sirven un vino y un espeto? [...]». Esto publicaba hace unos días en X Isabel Rodríguez, ministra de Vivienda socialista en el actual Gobierno de Pedro Sánchez.
También sobre Málaga, su alcalde, el popular Francisco de la Torre, declaraba: «No expulsamos a nadie, pero tener que irse a vivir fuera de Málaga tiene una importancia relativa». Afirmaciones de dos destacados políticos que no están a la altura de un problema bastante serio que condiciona nuestras vidas.
¿Y qué hago hablando de Málaga? Llevamos unos meses leyendo y escuchando cómo gente que vive en grandes urbes, esas que se han llenado por el goteo constante de la hemorragia de la despoblación de la España vaciada, se queja porque cada vez es más difícil vivir en ellas ante el aumento del precio de la vivienda y de los alquileres, la proliferación de alojamientos turísticos, el estancamiento de los salarios, la inflación,... Todo apunta a un cambio de modelo, en el que el centro de las ciudades y algunos barrios se están transformando en espacios de pernoctación y ocio para el turismo, expulsando a sus residentes y comercios tradicionales.
En Soria, zona cero de la despoblación, y otros territorios vaciados, lo que nos empujó a marcharnos, precisamente a esas ciudades masificadas, no fue la falta de vivienda, sino la falta de oportunidades, las carencias y recortes en los servicios, el nulo compromiso inversor de las instituciones por ser pocos habitantes y pocos votos,…
Pero aquí también tenemos problemas de vivienda, especialmente en el medio rural, donde apenas existe oferta, lo que impide que esas personas que son expulsadas de ciudades como Madrid, Barcelona, Bilbao, Valencia, Zaragoza o Sevilla, decidan emprender una nueva vida en uno de nuestros pueblos y pequeñas ciudades. Tampoco ayuda a las personas que quieren quedarse en el lugar donde nacieron.
Nos echaron de los pueblos y ciudades pequeñas. Ahora también de las grandes capitales. Mientras, en este tiempo en el que la palabra libertad se manosea sin pudor, simplemente no somos libres de vivir donde queramos porque unos y otros no nos dejan.