La Rinconada, al este provincial y tocando con la siempre fértil Rioja, sorprende estos días en uno de sus recónditos parajes con una colorida explotación de lavanda. Un terreno en principio yermo, escabroso y con escasa fertilidad, se viste durante el verano con un rico colorido violeta, custodiado por las sempiternas encinas. Hiladas de esta planta acolchan un paisaje aromático, que sorprende y, a la vez lleva a acariciar la mirada, y la mano, sobre estos brotes. Allí son extraídas las esencias para multitud de usos, cosméticos, medicinales e incluso en los fogones. En el lugar es destilada cada año, añadiendo valor a una tierra que, a veces, se niega a dar otros frutos pero que también ofrece alternativas como el turismo, con visitas guiadas.