Dos actores cuentan en una obra teatral cómo fueron los hechos, mientras que una tercera persona, en este caso una vecina, se une fuera de escena (y sin interrumpir la función) para matizar ciertos detalles del relato. Un robo que finalizó con tres muertos y otros tantos juzgados.
Es sábado, 27 de julio, el reloj de la iglesia de San Pedro de Beratón marca las 12:15h. Decenas de vecinos del pueblo, así como de las localidades limítrofes se han reunido ante sus puertas para contemplar lo que esperan que se convierta “en el comienzo de algo que perpetúe a lo largo de los años”. Se trata de la primera representación del robo del ‘Tío Chupina’ y su banda, la más temida en la zona del Moncayo.
Todos los asistentes conocen bien la historia, sin embargo, y como es normal, hay detalles que se les escapan.
Pronto dos personajes de 1874 salen por la puerta parroquial. Dorotea empieza el relato pidiéndoles a los asistentes que les perdonen por lo que hizo el abuelo. Por su parte Paco, cuenta que todo pasó “un domingo de fiesta y festivo” de hace 150 años.
Al parecer, y según comenta una vecina “ayer vino una chica de Ágreda que está estudiando todo lo que pasó y dijo que el atraco estaba muy bien planeado”. La narración prosigue con el actor, “irrumpieron de repente en la eucaristía y se colaron dentro de la iglesia. Cerraron la puerta y sacaron pistolas, navajas y otras armas, mientras otros tantos esperaban afuera”. En ese momento y para atemorizar a la gente, “a uno le golpearon y le partieron el labio. Cogieron a los ancianos y les apartaron, hasta que al final se llevaron a unos cuantos para que les dijesen quienes eran los pudientes del pueblo”, añade Paco.
Es ahí cuando la vecina vuelve a comentar, “estaba todo planeado. Según contó la chica, uno de los ladrones era Eugenio Zarpa, el antiguo veterinario del pueblo. Él sabía a qué casas ir, pero hicieron el paripé para despistar. Además, llevaban las caras pintadas de negro y cubiertas, para que no les reconocieran”.
La historia continua de la mano de Dorotea, “sacaron a los más ricos del pueblo de la iglesia y les hicieron que abriesen sus casas para llevarse sus joyas y todo lo que tenían de valor. Pero, no contaron con que tres beratonenses lograses escapar por las escaleras del campanario sin que los ladrones les viesen. Se descolgaron por la torre y cada uno tomó un rumbo. Uno fue hacia Ágreda, otro hacia Purujosa y el último tomó dirección Borobia.
“Antes habían ido a estos pueblos a robarles, y claro, cuando llegaron a pedir ayuda, los vecinos se unieron para ofrecer justicia, porque habían vivido la misma situación”, afirma la vecina. Una vez terminaron con los hurtos, la banda del ‘Tío Chupina’ decidió celebrarlo en una de las casas “bebiendo vino y comiendo chorizo”, asegura Paco, “para luego irse por los alrededores a seguir festejando”.
No obstante, no contaban con la presencia de “Lucio, otro beratonense, que llevaba consigo una escopeta. En un principio se pensó si disparar, porque solo tenía una oportunidad y abrirían fuego contra él. Pero, finalmente apretó el gatillo y atravesó al jefe por la pierna”, asegura Dorotea. La respuesta fue inmediata con 10 balas más que se dirigieron hacia Lucio, aunque los bandidos decidieron correr al valle. “Sin embargo, no contaban con que los purujosos se asomaban por la cuesta y les dieron alcance”, cuenta Paco.
Tras una ardua pelea, tres atracadores murieron y el resto fueron detenidos, para después juzgarlos en Burgos. Para rememorar este suceso, en el quijigo en el que se atraparon a los bandidos, hoy en día está marcado con tres cruces que conmemoran la valentía y el coraje ante los sucedido. “Y, así termina la historia del ‘Tío Chupina’”, finalizan los dos actores al unísono.
Los aplausos se hacen eco entre los asistentes que sonrientes, emocionados y muy contentos esperan que “este acto sea el precedente de muchos más años”, con el deseo de que “venga mucha gente de fuera para conocer la historia” de este atraco surrealista.