Soria Noticias habla con Enrique Ulises, novillero y uno de los organizadores de un festejo único en la provincia de Soria. Junto a él descubrimos todo lo que rodea a esta peculiar corrida y cómo se ha ido profesionalizando con el paso de los años. Tanto, que Vinuesa también sueña con grabar un nombre entre los grandes del toreo.
Vinuesa es conocida no solo por su belleza natural y su rica gastronomía, sino también por su arraigada tradición taurina. "Es raro encontrar una familia que no tenga ganado o relación con la ganadería. Crecemos en contacto con los animales y hemos mamado una tradición que ha pasado de generación en generación y que tiene su culmen el día 17 de agosto", cuenta Enrique Ulises, novillero visontino, en referencia a la becerrada que cada año llena la plaza de toros de la localidad soriana.
Y es que el festejo taurino de Vinuesa, que se celebra anualmente en el marco de las festividades en honor a la Virgen del Pino y San Roque, es singular y no solo atrae a los habitantes del pueblo, sino que también convoca a numerosos visitantes de otras localidades que desean vivir la experiencia única que ofrece.
Es mucho más que un simple espectáculo; es una celebración de la historia, la comunidad y la tradición con siglos de historia. Una de las características que convierte a la corrida de toros de Vinuesa en un evento peculiar es la estructura de la plaza. A diferencia de las grandes plazas de toros, la de Vinuesa es de carácter más íntimo, lo que permite a los asistentes disfrutar de una experiencia más cercana.
La participación activa de la comunidad en el festejo es otro de los aspectos que lo convierten en único. Los mozos del pueblo juegan un papel fundamental en la organización del evento, desde la preparación hasta la logística. "Nos preparamos para ello desde meses antes", explica Ulises, que agradece la colaboración de "una ganadería Navarra para que todo funcione correctamente".
Durante los últimos años, la becerrada ha ganado en profesionalidad gracias a la afición y el esfuerzo de unos cuantos jóvenes como Enrique Ulises. Él recuerda la primera vez y asegura que "se me quedó el gusanillo". Fue entonces cuando decidió mejorar "viendo vídeos y entrenando" para "no volver a sufrir delante de un animal y poder disfrutarlo".
Ahora, todos los participantes en la becerrada son profesionales. Disponen de carnet de novillero o banderillero y se entrenan físicamente y mentalmente durante todo el año. "También visitamos ganaderías y recibimos a profesionales que nos ayudan", apunta Enrique Ulises. "Antes se trataba de sobrevivir, ahora aunque sigue siendo difícil, se pueden ver faenas y cosas bonitas y el público lo agradece", expresa el novillero visontino. Es consciente de que el festejo recibe críticas, pero asegura que "estas vienen por parte de personas que no lo conocen".
Encierros de carretones, suelta de vaquillas, jornadas de entrenamiento intergeneracionales... Los gestos para ir "haciendo cantera" están funcionando y ya se puede intuir "maneras" entre algunos de los más pequeños del pueblo. Hasta los 18 años no pueden participar en la becerrada, pero muchos siguen los pasos de los mayores con la misma ilusión que estos tuvieron en sus inicios.
Así, Vinuesa sueña con, algún día, grabar un nombre entre los grandes del toreo. Algo que será "complicado", porque "vivimos en un pozo muy separado del mundo taurino, lejos de profesionales y ganaderías", pero no imposible. "Estamos en el camino", concluye Ulises sin cerrar ninguna puerta.