Artículo de opinión de Alejandro Ramos, profesor universitario y secretario de NNGG Soria.
Aunque hoy no te lo creas, Venezuela llegó a ser el país más rico de América Latina durante muchos años. Principalmente, porque en el subsuelo de este territorio, se concentran las mayores reservas petroleras de todo el planeta.
Pero de ser un Estado próspero y con futuro, a convertirse en uno de los más pobres del continente. Al contrario de lo que pudiéramos pensar, la causa no ha sido ni una guerra ni un terremoto, sino la implantación de un sistema económico al que el propio Hugo Chávez bautizó como “El socialismo del Siglo XXI”. Para lo cual, se hizo imprescindible el asalto al poder judicial, el control de la totalidad de las instituciones del Estado, la manipulación de los medios de comunicación, el dominio de las fuerzas armadas y la anulación de cualquier tipo de oposición.
Los gobiernos de Chávez y Maduro, que hasta el momento llevan 25 años en el poder, han perseguido, detenido y asesinado, durante este tiempo, a quienes simplemente no pensaban como ellos. Afortunadamente, la soberanía popular reside en el pueblo venezolano y, desde el pasado 28 de julio, el chavismo ha sido ampliamente derrotado.
Edmundo González y, especialmente, María Corina Machado, representan la esperanza para los venezolanos, que no deben ceder ni debilitarse. Con la contundente victoria en las urnas, la presión en las calles, el apremio internacional y la ebullición de las redes sociales, la conquista está cada vez más cerca. El pueblo debe recuperar los valores de la libertad y la dignidad que en su día les fueron arrebatados.
Debemos ser solidarios y no cómplices de lo que el gobierno de Maduro está haciendo en Venezuela. Y en este sentido, resulta bochornoso el papel de abogado defensor de un dictador en apuros que está asumiendo el expresidente Rodríguez Zapatero.