El recorrido por la historia de la provincia avanza y llega a un capítulo más que especial. El doctor Julio Martínez Florez da el relevo al doctor Carlos de la Casa para que analice en profundidad la época romana, una etapa determinante para el desarrollo de la provincia. El progreso de las comunicaciones, el cambio del paisaje o una nueva forma de urbanismo dejaron su impronta y marcaron el devenir de una tierra que nunca más sería la misma.
El territorio de nuestra península ha sido foco de atracción de las diferentes culturas que han pasado por ella a lo largo de la historia. En los primeros momentos, los puntos de asentamiento, lógicamente, fueron los ubicados en la costa mediterránea, pero con la penetración romana y sus ejes arteriales, el centro de Hispania se convertiría en una zona clave de nuestra historia. La meseta, territorio con evidentes dificultades geográficas y con diferentes tribus, no facilitó el asentamiento de los ejércitos romanos; de ahí los años de conquista y los restos que nos han sido legados.
Soria, ubicada en un nudo esencial de la Meseta, constituyó un punto clave en el paisaje cultural, lo que nos permite ver ‘las huellas’ de esa imbricación entre el espacio físico y los habitantes que lo han habitado. Roma nos legaría una cultura que marcaría nuestro futuro, destacando su lengua, el latín, base del castellano, y la arquitectura.
El tiempo y la actividad humana han contribuido a que algunos de los elementos que se construyeron hayan desaparecido, pero la silueta del paisaje aún nos avisa de que en ese lugar hubo, por ejemplo, una espectacular villa romana. La época romana, momentos que fueron evidentes a partir de la caída de Numancia en el año 133 a Xto. y de Tiermes en el 98 antes de Cristo. Son tiempos de cambio sustancial y de un giro importante con respecto al modo de vida de los pueblos indígenas. Esto se hará evidente en las vías de comunicación -calzadas-, las ciudades y los asentamientos rurales -villas-, que aún perviven.
Clave para conocer el mundo romano, son las vías de comunicación. Diversos ha sido los trabajos durante los siglos XIX y XX, recomendamos por su curiosidad el boletín ‘El Miliario Extravagante’ y, desde luego para nuestra provincia, el trabajo del ingeniero Eduardo Saavedra, quien ya en 1861 publicó su estudio sobre la vía romana que comunicaba Uxama con Augustóbriga.
Como ya hemos indicado, estas calzadas fueron esenciales para conectar las ciudades romanas de la provincia de Soria, como recientemente ha escrito Isaac Moreno. Siguiendo a este autor, se puede afirmar que existen dos ejes de primer orden y cuya orientación es este-oeste. El primero enlazaría Caesaraugusta y Clunia, y conectaría en nuestro territorio Augustóbriga (Muro de Ágreda), Numancia (Garray), Voluce (zona de Rioseco de Soria) y Uxama (Osma). Lamentablemente no son muchos los tramos que hoy pueden visitarse, destacando el recientemente puesto en valor desde Venta Nueva hasta Blacos. El segundo eje partía de la misma Caesaraugusta hasta Complutum. Posee ramales de carácter secundario que comunicarían Ocilis (Medinaceli) con la actual provincia de Burgos a través de Tiermes. Este tramo se ha reconocido recientemente y en él se aprecian restos de estructuras, así como algunos miliarios.
Conseguidas las tomas de la ciudades claves, Numancia y Tiermes, la nueva oligarquía municipal hispanorromana puso en marcha su programa de actuaciones enfocado a los abastecimientos de los centros urbanos y, por supuesto, los asentamientos militares. Esto les obligó a cultivar nuevas tierras y conllevó a una evidente transformación del paisaje como consecuencia de desforestaciones y las consiguientes roturaciones del terreno. A ello se unió, como era necesario, la construcción de acueductos y presas.
En el Alto Imperio proliferaron pequeños emplazamientos en zonas más bien accesibles, espacios bajos, cercanos, áridos y próximos a las vías de comunicación, y como muy bien dice la arqueóloga Elena Heras estaríamos: “en pequeñas y medianas propiedades en un territorio organizado desde las ciudades”. Con el avance del tiempo, en los asentamientos existentes se dieron varias circunstancias. En unos casos se potenciaron, como en Numancia o Tiermes; en otros como Medinaceli cambiaron de lugar; e incluso existieron nuevas creaciones como Augustóbriga. En cualquier caso, debe destacarse la importancia de la urbanística para integrar a las poblaciones autóctonas en la consolidada órbita romana.
En estos espacios urbanos se realizaron infraestructuras de gran relevancia, como demuestran los restos existentes y los hallazgos arqueológicos. Ahí tenemos las significativas actuaciones de ingeniería como los acueductos de Tiermes o Uxama, los foros del yacimiento termestino y un largo etc.
En el mundo rural no podemos olvidar los centros de explotación agraria, que se empezaron a generalizar en el siglo II, aunque su esplendor corresponde a la cuarta centuria, y que fueron acompasados por la transformación política y económica que se producirá a finales del imperio, y que provocaría que el estado derivase hacia una autarquía. En esos momentos, se construyeron edificaciones residenciales de gran valor arquitectónico y de gran lujo, como demuestran sus pavimentos musivarios. En nuestra geografía provincial se han detectado un importante número de villas de diferentes tamaños y estructuras. Veamos algunas de ellas.
La de mayor interés arqueológico es la de ‘La Dehesa’ en Cuevas de Soria, cuyo primeros trabajos fueron realizados por el insigne Dr. Blas Taracena. Fue ocupada entre los siglos II-V y su momento más álgido, según los restos aportados, debió ser la centuria cuarta. Destacan los mosaicos de sus múltiples habitaciones y una interesante bañera.
En Rioseco de Soria se encuentra la villa romana de Los Quintanares, siendo de sumo interés sus treinta habitaciones con mosaicos, así como una pequeña escultura dedicada a Saturno y que hoy puede verse en el Museo Numantino. La villa permanece tapada, pero encontramos una interpretación en el cercano ‘Molino de Abajo’. La villa romana de Los Villares, en Santervás del Burgo, con pavimentos musivarios, aunque el yacimiento permanece igualmente soterrado. De interés por sus materiales arqueológicos, especialmente por la terra sigillata tardía, es la villa de Huerta del Río, en Tarancueña.
La riqueza de los pavimentos musivarios de estos yacimientos han marcado un hito en los momentos romanos y, junto a los de las villas ya mencionadas, también existen en otros yacimientos, por supuesto soterrados para evitar su deterioro, caso de Tiermes, Ucero, Valdenebro y el de Uxama, custodiado en el Museo Numantino. Algunas de estas villas, según las investigaciones del Dr. Dimas Fernández Galiano, pudieron ser monasterios paganos. El fallecimiento de este gran investigador ha paralizado esa teoría, por ello recomendamos la lectura de su obra.
La riqueza arqueológica soriana es notoria y son muchos más los restos que se conservan, así como los centros de interpretación que nos hablan de ellos, pero dadas las características de esta colaboración no podemos dedicarles espacio. Pero sí hay dos que tenemos que mencionar. Del monumento funerario turriforme de Vildé se conserva una pequeña parte. Era un edificio en forma de torre, generalmente utilizado como sepulcro con incineraciones o inhumaciones en su interior. Es de momentos tardíos y, según los especialistas, el único de esta época en la Meseta Norte.
También debemos mencionar antes de concluir el arco romano de Medinaceli, único de esta tipología en Hispania. Sobre el mismo hubo, en su día, estatuas, una de ellas posiblemente la del emperador Domiciano que sería sustituida posteriormente por la de Trajano, permaneciendo las de los emperadores denominados divinizados: Augusto, Claudio, Vespasiano y Tito. Lamentablemente, estas se perdieron para siempre y no se conoce qué fue de ellas. El alma de hombre, y tanto más el alma de un pueblo, es, sin duda, su historia y el legado que deja. Roma estuvo en Hispania, Roma nos legó lo mejor de ella y esto encuentra definición en la sentencia siguiente: ‘Roma, el Alma de Hispania’.
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