OPINIóN
Actualizado 04/10/2024 11:17:08
Enrique Rubio

Desde Berlanga, Enrique Rubio para Soria Noticias.

Hay verdades que se escuchan muchas veces, pero quizá esa que dice que “la vida da muchas vueltas” es una de las que más. Cuando se es joven suena muchas veces en forma de consejo para, según pasan los años, hacerlo a modo de reflexión. Parece un mantra del destino marcado, pero como a todo siempre se le puede buscar la vuelta y, disculpando la redundancia para huir de los destinos marcados, dar un giro para pensar que “las vueltas dan mucha vida”.

En este mes, una de esas vueltas con vida viene dada por el momento y la tradición soriana de la recolección de las setas. Esos frutos del otoño que caprichosamente se esconden o aparecen en nuestros campos y pinares para evadirnos de otras preocupaciones, mientras las buscamos y deleitamos los sentidos cuando las degustamos, y si es en compañía, mucho mejor. Porque eso es disfrutar de la vida. Es como volver al pueblo en verano, pequeñas vueltas que llenan de vida.

Pero hablando de alguna más grande, una de esas primeras “vueltas” que me viene a la cabeza es la que hizo mi paisano Fray Tomás, que hace muchos años marchó y regresó de América, con méritos para ser mucho más que recordado solamente llenando muchas páginas, aunque para muchos es casi un desconocido. Entre algunos de esos méritos está el pensar que se podía pasar por el Istmo de Panamá para no dar rodeos. Ahora, sin embargo, nos hace dar la vuelta a la cabeza para ver su famoso ‘lagarto’ cuando entramos en la colegiata, o la vuelta a la tortilla que damos al cocinar sin acordarnos de que es gracias a él, que trajo a Europa la patata y el tomate entre otros muchos productos, por los que mi amigo Ruiz Liso le otorgó el título de patrono de la Dieta Mediterránea.

Vueltas. Como las de Vicente Marín con llegada final a su pueblo después de muchos años y muchas noches para llenar de exquisitez un lugar ya de por sí exquisito, por su magia recóndita y serena, con una colección de arte de un eclecticismo singular que ensalza más su encanto por el universo personal al que nos transporta. Dar un paseo disfrutando de pinturas, alguna escultura, muchas artes decorativas y algún que otro objeto icónico de nuestra historia. Y poder dar fin a este empacho de belleza artística para los sentidos con una comida servida con el refinamiento que atesora el anfitrión. Un anfitrión al que ayudan sus colaboradores encabezados por Pablo, quienes tras un viaje largo desde otro continente ayudan con su trabajo a mantener con vida Bretún.

No son los únicos que con sus ‘vueltas’ llegan para mantener la vida en nuestra Soria. Quizá en las vueltas que más vida nos dan. Son viajes como los que muchos sorianos emprendieron para llenar otros lugares. Pero esta vez no somos partida, sino meta. Destino de personas con humildad y empuje. Espejo que parece de los que marcharon para superar dificultades y aprender idiomas, si era necesario. A mi, sinceramente, me resulta muy ilusionante ver como Pablo y su familia, del mismo modo que lo hicieran nuestros abuelos en muchos huertos que hoy no cultiva nadie, ha devuelto la vida en forma de surcos a uno de ellos.
Es una transfusión de vida a esta tierra que la despoblación dejó sin manos. Son la oportunidad de muchos recursos como la ganadería, que no entiende de diferencias en el color de la piel. Es una oportunidad, por ejemplo, para seguir produciendo el mejor cordero ojalado en manos de pastores que sí saben aprender y respetar nuestras particularidades, sin por ello tener que perder las suyas. Son nuestros afamados torreznos, los que muchas veces se elaboran o sirven por gentes que los han descubierto al recalar aquí, muchas veces en esa mezcla tan productiva de generosidad y necesidad que abre tantas puertas.
Sin embargo, unas de las puertas más difíciles de abrir son las de las casas. El acceso a la vivienda es un debe que tenemos en muchos pueblos y que nos condena a no poder fijar población. Cuanto menos es paradójico cuando son muchas las manos no oriundas las que mantienen las casas que se abren solo en verano, mientras son necesarias viviendas dignas en alquiler que sirvan de puerto de llegada y mucho mejor si se plantea la fidelización que supone un alquiler con derecho a compra.

Son muchas las situaciones paradójicas que se dan por no tener una relación más cercana, sin ir más lejos recuerdo la cara de perplejidad con la que algunos parroquianos quedaron al escuchar en perfecto ingles al camarero de un bar atender a sus clientes. O poder comentar las aperturas de las válvulas de admisión y escape de un tractor John Deere aprendidas de memoria. Porque sí, aunque muchas veces no ejerzan los trabajos para los que están formados, el saber, como decía mi abuelo, siempre queda y no ocupa lugar. Y es que la vida da muchas vueltas.

Quizá esas vueltas que da la vida sean las que nos haga girar la tuerca para cambiar de mentalidad y sabernos un poco más tierra de acogedora para aquellos llegados del este, del oeste, del sur o del norte, de nuestro propio país o de lejos que vienen a ocupar los puestos de trabajo que necesitamos cubrir para poder seguir manteniendo nuestros pueblos en marcha, y encuentran en ellos una oportunidad de desarrollo donde muchos otros marcharon antes.

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