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PROVINCIA
Actualizado 12/10/2024 18:25:33
Encarna Muñoz

Lo hace solo una vez al año pero la excusa sirve para reunir a vecinos e hijos del pueblo en una fiesta singular.

La provincia de Soria es tan diversa y sorprendente que un paseo improvisado suele acabar bien siempre. Esta mañana la lluvia no ha conseguido amedrentarnos y hemos cogido el coche para perdernos por una comarca en la que todavía queda mucho por descubrir y contar: las Tierras Altas.

No sabíamos dónde acabaríamos aparcando, pero después de atravesar el puerto de Oncala, y la niebla que resistía a levantar, hemos llegado a Los Campos y nos ha llamado la atención la cantidad de coches que poblaban las calles de la, habitualmente tranquila y silenciosa, pedanía de Las Aldehuelas.

No podíamos quedarnos con la duda y hemos estacionado en el primer hueco libre. Pronto hemos descubierto la razón del bullicio. Este sábado se ha encendido el horno comunal que rehabilitó el pueblo hace algo más de 20 años. La fiesta ha atraído a numerosos hijos del pueblo que almorzaban mientras José María Jiménez y su equipo de colaboradores controlaban que el pan y los dulces se dorasen a fuego lento.

Las caras nuevas y curiosas son bien recibidas en esta pequeña, pero abierta, localidad. Pronto conocemos a Luis González, teniente de alcalde de Las Aldehuelas. Él nos ofrece algo de comer y nos explica que esta fiesta es ya una cita obligada por estas fechas. Se recuerda el pasado de un pueblo que "no necesitaba panadero porque disponía de un horno en el que cada familia hacía su pan una vez por semana".

Este sábado, la actividad ha comenzado temprano, con el encendido de la leña del horno para que vaya tomando temperatura. "Lo llevamos hasta los 300 grados para que luego enfríe un poco y poder cocer el pan a unos 220", aclara Luis González. Luego se amasa la "ayudita" que les facilita un panadero conocido y se espera a que el calor haga su función.

José María Jiménez maneja la pala de panadero. Cuenta que lo hace desde hace una década por una cuestión de relevo generacional: "Aprendí de los mayores y consiguieron que me picase el gusanillo, ahora enseño a la cantera, que también la hay". Abre el horno y expresa: "ya está dorado por arriba, ahora queda esperar 20 minutos para que se haga la masa". No muestra nervios porque sabe que el público es agradecido. "Alguna vez se me ha quemado, pero se lo comen igual", bromea.

Los presentes intentan dar respuesta a nuestra curiosidad, pero es tan amplia que pronto tienen que echar mano de fuentes más expertas. Nos invitan a visitar a Jesús del Rincón, que es con 97 años el vecino más mayor de Los Campos. No podemos desaprovechar la oportunidad y nos falta tiempo para ir a su casa.

En la cocina, Jesús del Rincón mira con atención la televisión, que emite en directo el desfile del Día de la Hispanidad. Nos ofrece asiento y nos cuenta que el horno de su pueblo tiene más de un siglo de vida. Es un viejo conocido para él, pues "como pequeño de la casa me tocaba amasar el pan, llevarlo al horno y recogerlo".

La tarea no le disgustaba, pues "no tiene ciencia ninguna y mejor era eso que estar segando". Su madre le enseñó a conciencia. Se amasaba en casa, se dejaba reposar durante toda la noche, después se adelgazaba para hacer los panes y se llevaban al horno. "Cada familia iba por turno, que se sorteaba, y el orden era sagrado", recuerda. Cada casa tenía un sello que servía para reconocer sus productos cuando salían del horno.

Para él fue "una alegría" la rehabilitación de este punto tan importante del pueblo. El horno se deterioró cuando "la gente dejó de amasar para comprar el pan". Jesús afirma que "el pan de ahora no es como el que hacía yo", pero también reconoce que "es trabajo que nos hemos ahorrado".

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