OPINIóN
Actualizado 17/10/2024 11:19:10
Cartas al director

Cuando estos días se cumplen los dos años de su fallecimiento, Luis Pascual trae a la memora de este soriano, escritor, profesor y político.

Luis Pascual rinde memoria al escritor, profesor y político cuando se cumplen estos días los dos años de su fallecimiento.

Recordando a José María Martínez Laseca

Ni físicamente ni de nombre conocía a Laseca. Se estrenaba, y yo cursaba, el nuevo COU, y él estudiaba algún curso menos. Luego supe que ambos éramos alumnos en el señero Instituto Machado.

Primavera del año 72. Fiesta del colegio mayor masculino de Soria, donde yo residía. Entre las actividades, el concurso de Poesía. Apenas tuvimos tiempo de saludarnos en la entrega de premios. Pero me sentó fatal que un foráneo viniese a mi casa y me quitara el primer premio. Presentaba yo un poema en sáficos al Duero y su nacimiento, con trabajados acentos, dáctilos, troqueos… y él el poema ‘Al obrerito soriano’, un himno a la España vaciada que mostraba un visionario anticipo del problema con más de medio siglo de anticipación mi técnica elaborada, tal vez sin alma, versus sentimientos profundos de un poeta fetén.

Tras aquel fugaz encuentro, no volvimos a tener contacto hasta que, ya licenciados universitarios, empezamos a vernos cotidianamente en la sede parlamentaria del PSOE soriano, donde él hacía poco que se afanaba en ordenar y gestionar el día a día.

Fue Laseca un verdadero hombre renacentista, en el sentido de que cultivaba todas las potencialidades humanas, y todas las artes (obviemos el deporte y las armas).

Pionero en un libro de cabecera sobre el paso de Machado por Soria, siguió con la poesía y la narrativa sobre tantos casos y cosas y con una práctica constante de dinamización cultural: atrevido en la interpretación y simbolismo litúrgico de ritos comunitarios de las fiestas de San Juan, estuvo siempre a la cabeza de la defensa de las tradiciones populares y de los artistas autóctonos: Machado aparte, La Barraca en Soria (premio Numancia de periodismo del 81); Gaya Nuño, Concha de Marco y el legado de ambos; el inicio, tras la dictadura, de los primeros carnavales en el Casco Viejo, la Ruta de Alvargonzález, La Barrosa, el Arca de Almarza, Las Marzas, la Saturiada, La Sanjuanada y los pregones y cuartetas de Soria y San Pedro Manrique; Un soneto para Soria y tertulias literarias en el Casino, Capilla Leonor, etc etc; Todo lo citado le debe mucho a este prematuramente finado soriano de cuyo fallecimiento se cumplen estos días dos años.

La enseñanza fue otra de las artes de su vida, y quizá el sector que más agradecido se ha mostrado a su huella. Yo agradezco sobremanera, y sé que mucha más gente, los actos que en torno a su figura y recuerdo ha realizado la comunidad escolar y docente; y en concreto el Instituto Antonio Machado. Merecidísimos homenajes, creo.

Por el contrario, me apena el cicaterismo y ruidoso silencio tanto del Partido Socialista como del Ayuntamiento de la capital.

He dejado el tema político para el final. Queda mucho por escribir. Yo tuve que dejar mi militancia oficial y he procurado, incluso tras su muerte, no armar ruido. Hoy sólo daré algunas pinceladas de hechos históricos:

Muy al principio, era ilusión y vocación de Laseca ser alcalde de Soria. Pergeñado que habíamos la lista candidata, perdimos por cuatro votos en la Asamblea Local correspondiente (hablo de memoria pero creo que el resultado fue 44 a 40): La lista ganadora, oriunda de UGT y de la comarca del Valle, fue una sorpresa que el histórico Luis Cabrejas, Secretario de Administración, pidió que no se votase y fuese nula porque había varios aparecidos que debían las cuotas de muchos meses y hasta años. Alguien sacó una chequera y firmó la cantidad total de pesetas que le sumó Cabrejas.

A hechos consumados, y dado lo ajustado de la votación, estos apañeros prometieron presentar al Ayuntamiento una lista de integración. Llegado el momento, el único integrado, puesto quinto, fue el mismo Cabrejas. Pero, oh sorpresa, aquel cheque no tenía fondos, era delictivo e incobrable. Fue una acción grave a nivel jurídico… y moral.

Tras nuestras vivencias en aquella sede del PSOE de la calle Estudios, le acompañé a dirigir el PSOE soriano, creo que de 1988 a 2001. Entre aquellos compañeros que nos eligieron, un honor, no había liberados (rara avis entonces) ni similares. Teníamos un grave problema: los dos únicos parlamentarios que teníamos en Madrid trabajaban y residían en la capital del reino y a duras penas cubrían las constantes campañas electorales.

Cuando José Mari pasó a ser diputado nacional, y lo fue durante tres legislaturas, mejoramos sensiblemente la infraestructura provincial. José Mari disfrutaba del contacto directo con los electores, siempre con sus libretitas de apuntes y cámara en ristre (la fotografía era otra de las artes que cultivó). Son muchos los sorianos con los que tuvo contacto directo. ¡Cómo lo disfrutaba aquella hormiguita andante!

Pese al dominio orgánico en el partido y en las Cortes Generales, se nos negó el pan y la sal a nivel local. La maraña de intereses urbanísticos en la capital, los caprichos personales de algunos presuntos compañeros, algún medio informativo dopado por el ladrillo y hasta subvencionado en algún caso por políticos corruptos y mafiosos que señalaban a quién se debía liquidar, propiciaron un periodo de libelos y ataques personales y profesionales nunca vistos ni imaginados hasta entonces en Soria.

En el Ayuntamiento capitalino, tres legislaturas convulsas: una primera donde vimos cómo la rivalidad y el personalismo, osaron utilizar como arma arrojadiza el terrible accidente personal de un soriano en las vaquillas nocturnas; y hubo una moción de censura contra el criterio y la voluntad de los órganos superiores del PSOE (por existentes pactos con el partido de centro).

Y las otras dos, por el contagio total del cemento, el acero y el ladrillo, trufados de personalismos, envidias y resabios. En una, por discrepancias sobre la aprobación del PGOU que se llamó de los peritos…agrícolas (por cierto, ahí ya colaron la recalificación del Cerro de los Moros, hasta entonces no urbano).

Y la tercera, la más dolorosa, ya inundados de los del ladrillo por todos los lados, pretendiendo a toda costa y con chantajes y fechas, recalificar el otro lado del Duero, sin pensar en la costosísima carga financiera que iban a suponer las infraestructuras y sistemas generales de esa dificultosa zona. “Ahora aprobadlo y ya retrotraeremos el tema más adelante, decía una lumbrera” regional del partido. Y ya sabemos lo que cuesta quitar derechos una vez los hemos otorgado, miren el Cerro de Los Moros.

Laseca sufrió como pocos estos asuntos, pero tuvo que dejar la primera fila de casi todo cuando, lamentablemente, la enfermedad vino a visitarle. Había cambiado el siglo, y entonces conocimos al José Mari disciplinado que nunca faltaba a su rutinario y diario paseo por las márgenes del Duero. No pudo sobrevivir al final, pero esos paseos le servían para contactar con personajes, reales o ficticios, que conversaban e intercambiaban opiniones que el compartía con el pueblo lector de sus columnas y otros escritos. Y seguía asistiendo a cualquier evento; tanto del partido, como literario o de torojúbilos, soldadescas o felipecuartos varios.

Laseca nos dio muchas lecciones sobre vivir. Hagámoslo sobrevivir en nuestro recuerdo. Fue, al menos durante década y media, parte importante de la historia viva de nuestra provincia. Laseca por siempre.

Luis Pascual

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