OPINIóN
Actualizado 30/10/2024 11:24:46
Sergio García

La carta de Sergio García Cestero, director de Soria Noticias.

Cuando estudiaba la Transición en el instituto, una frase acaparaba mi atención. La pronunciaba Torcuato Fernández-Miranda (he de reconocer que la sonoridad de su nombre también me fascinaba) y decía aquello de “de la Ley a la Ley, a través de la Ley”. Aquel mantra reflejaba el espíritu de una época que buscaba crear una nueva realidad jurídica e institucional democrática, legitimada por el marco legal de un sistema que ni era democrático ni era legítimo. Durante años, aquella improbable transición se consideró modélica, equiparó a España con nuestros socios europeos y fue el marco de años de prosperidad y crecimiento. Pero poco a poco fue mostrando todas sus costuras, que se pueden resumir principalmente en la necesaria ambigüedad y margen de actuación e interpretación con la que se escribió.

De aquella ambigüedad, estos lodos. Porque parafraseando al padre más olvidado de la transición española ahora nos encontramos en un proceso que podríamos describir como ‘del parlamentarismo al absolutismo, a través de la ley’. El Congreso y el Senado han pasado de ser el epicentro de la actividad política a un mero teatro de exposiciones, el poder legislativo ha quedado diluido, los contrapesos mediáticos y judiciales cada vez lo son menos y el Ejecutivo parece encaminado a acaparar todo el poder. Por el momento, las elecciones continúan dando legitimidad al poder, aunque el voto de los ciudadanos ni otorga ni debería acabar otorgando un poder omnímodo.

Toda esta reflexión me surge tras conocer que el Gobierno ha bajado las exigencias de consenso para elegir al consejo de administración de RTVE. La mítica mayoría de dos tercios que tanto se machaca cuando se estudia la Constitución estaba pensada para evitar precisamente esto: la mitad más uno imponiendo y acaparando todo el poder a la mitad menos uno. Algo similar es lo que se ha debatido en la justicia. Desafortunadamente esto no es un invento del Gobierno de Sánchez, Rajoy también utilizó el cambio de las mayorías para adaptarse la ley a lo que mejor le venía, pero el actual Ejecutivo lo ha llevado al extremo. Y ojo que algunos gobiernos autonómicos del PP replican estos modelos que se acercan más al absolutismo que a la democracia.

A la oposición le queda una disyuntiva complicada. La más extrema en ocasiones ni tan siquiera es llamada al reparto, convirtiendo en ciudadanos nulos de pleno derecho a sus votantes. La moderada tiene que elegir entre aceptar su cuota meticulosamente cercada e incapaz mientras legitima un cambio injusto o quedarse fuera de los nuevos repartos, perdiendo sillones, información e influencia.

La democracia está de capa caída en todo el mundo, amenazada desde fuera y violentada desde dentro y el abismo que se abre ante nuestros pies es de proporciones incalculables. Solo es cuestión de tiempo que alguien decida saltar arrastrándonos con él hacia lo desconocido…

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