Esta parada de 1928 es la única que queda en pie de la línea Santander-Mediterráneo. ADIF decidió sacarla a concurso hace un par de años para darle un nuevo uso. Marta Herrero y José Miguel Altealarrea, tras pensárselo, decidieron lanzarse a esta aventura y empezar a trabajar en un espacio que también esperan habitar muy pronto.
La estación de Martialay, que fue inaugurada 1928, transformó la vida de una localidad que llegó a alcanzar los 100 habitantes -en estos momentos apenas pernoctan 20 personas-. Esta parada de la línea Santander-Mediterráneo conectó a este pueblo soriano con importantes ciudades del país y animó a numerosos trabajadores ferroviarios a vivir allí.
Sin embargo, la aparición de otras líneas en los años 80 provocó su cierre para tristeza de todos los vecinos. No obstante, una familia, que ha veraneado allí durante años, se encargó de mantenerla en pie, convirtiéndola en la única terminal de esta vía que permanece en pie a día de hoy.
No obstante, llegó un día en el que ADIF decidió sacar a concurso esta estación para que alguien se hiciera cargo de ella y le diera un nuevo uso para que continuara latiendo. En ese momento, tras pensárselo y visitarla en varias ocasiones, Marta Herrero y José Miguel Altealarrea se dieron cuenta de que era lo que habían querido toda la vida y se lanzaron a por ella.
Atraídos por esta historia, los youtubers, ‘Monxileros’, con más de 35.000 suscriptores en su canal, se desplazaron hasta Martialay para conocer de primera mano un proyecto que va a llegar a todos los rincones del país gracias a su vídeo.
A pesar de que tuvieron dudas al principio por la envergadura del proyecto, estos dos vecinos de Pinares optaron por atreverse, presentando una memoria que tenía como objetivo convertir la estación en una casa rural relacionada con actividades como la truficultura y la micología.
Con un alquiler a largo plazo, los propulsores empezaron a trabajar, vaciando y limpiando la única parada que sigue en pie en la línea Santander-Mediterráneo con su misma estructura, manteniendo elementos tan significativos como los carteles identificativos o los azulejos del edificio principal.
Después de los primeros trabajos, el almacén ya está listo para usarse a la espera de pintar la fachada. En ese espacio, guardarán bicicletas o la leña para la chimenea que van a construir dentro de la casa principal. Por otro lado, los antiguos baños de la estación se van a transformar en un habitáculo que alquilarán. “Queremos hacer una habitación pequeña con un baño. Un señor ya nos preguntó el verano pasado”, explican.
La zona en la que se compraban los tickets (todavía estaban presentes las taquillas) la han dejado tipo loft con el reto de adecuarla a sus necesidades, ya que es el lugar que han elegido para vivir.
En la vivienda del jefe de estación, estos quieren levantar una casa con salón, cocina, baño y dos habitaciones para alquilarla entera. Por el momento, ya han tirado un tabique y la antigua cocina. La red eléctrica, con una instalación “muy antigua”, y la de agua, con tuberías de hierro, también han sido sustituidas para que esta estancia esté adaptada al S.XXI. “En diciembre nos vendremos a dormir alguna noche para adelantar todo”, han informado.
A todo esto, hay que sumarle que han cambiado 21 ventanas, toda la carpintería, los tejados, que contaban con goteras, y el sistema de calefacción.
Para poner el broche de oro a esta casa, crearán un porche exterior con mesas y sillas que pueda servir de merendero para todos los usuarios que se acerquen hasta esta localidad soriana. En definitiva, su objetivo radica en alquilar dos habitaciones y en quedarse otra para vivir.
Sin marcarse un plazo exacto para trasladarse a Martialay, “ya que es imposible saberlo con una obra de este tipo”, los propulsores de esta iniciativa manifiestan que les gustaría una vez su hijo de 17 años se marche a estudiar fuera: “Cuando se lo comentamos nos dijo que le parecía muy bien, pero que no contáramos con él. Tiene toda su vida en Soria”.
Sobre su relación con los vecinos, estos se han deshecho en palabras de agradecimiento con unos habitantes que “nos han arropado desde el primer momento en el que llegamos aquí”.