Decenas de personas cruzan cada año las puertas de ARESO en busca de ayuda y comprensión ante un problema de adicción personal o familiar.
El reloj se acerca a las 20:30 h del jueves. Poco a poco va llegando la gente a su cita semanal. Dentro de un salón ya se encuentran José y Abdú (ambos nombres ficticios para preservar su anonimato). Están charlando de cómo les ha ido la semana y también de qué les llevó a acudir a la Asociación Alcohólicos Rehabilitados de Soria (ARESO).
Abdú comenzó su relación con el alcohol a raíz de haber estado en un país en guerra. “Vi imágenes muy duras y empecé a beber para olvidarlas. Eso me llevó a crear una adicción”, afirma. Además, a causa del alcohol entró en prisión, lugar en el que conoció a la asociación. El caso de José fue muy diferente. Él se consideraba un bebedor social de cervezas. “Primero empiezas como si fuese parte de tu rutina diaria. Sales de cualquier sitio y vas al bar, te echas unas cuantas, regresas a casa, comes y, por la tarde, otras tantas”. Una situación que, sin darse cuenta, se “volvió algo habitual y derivó en una dependencia”. Sin embargo, su familia y entorno sí que lo notaron.
José ve con retrospectiva cómo vivía él y como se viven las fiestas y se queda sorprendido. “Se bebe mucho en Valonsadero, en las cuadrillas... Yo era de los que si conocía a los jurados me pegaba en la barra toda la tarde, pero ahora que lo veo me quedo asombrado de la barbaridad de cervezas que me podía llegar a beber. Eso sí, jamás juzgaré a quien lo hace”. Así mismo, otra de las cosas que más le asusta es “que cada vez los jóvenes empiezan antes a consumir alcohol, y eso es un gran problema. Además, ya no tienen tapujos en contar todo lo que bebieron, cosa que en mis tiempos casi se ocultaba”.
En el caso de Abdú, él no era consciente de que tenía un problema con la bebida, “hasta que conocí a Esmeralda, Javier y Juan Carlos en el centro penitenciario. Ellos fueron quienes me hicieron ver el problema, porque yo, en un principio, lo negaba o me escondía”. Una situación que José comprende y con la que se siente identificado. “Yo toqué fondo. Es un momento en el que eres consciente de que has fallado a tu familia y que eso te puede costar mucho más que una resaca. Llega un punto en el que tu gente te lo pide: “O cambias o esto se ha acabado”. Ahí reaccioné, pedí ayuda a Juan Carlos y a un psicólogo y decidí acudir a ARESO arropado por mi mujer”. Pero, ahí no termina el problema. Ambos aseguran que “cuando ya estás en el fondo, todavía hay más para caer”.
En la asociación encontraron un lugar de apoyo incondicional. Es un entorno seguro en el que no solo expresan un problema, sino que escuchan y aprenden de los demás. “Aquí descubres a personas que han pasado por lo mismo que tú y, por eso, nos escuchamos, ayudamos y aconsejamos, siempre sin obligar”, asegura José. Además, uno de los pilares en los que se apoya ARESO es que “no vamos a juzgar o criticar”, añade Abdú.
“Aquí venimos a apoyarnos y si recaemos en la adicción nos volvemos a levantar. Además, si yo veo que alguien está bebiendo o jugando a las máquinas, o lo que sea, no voy a contarlo. Tiene que ser esa misma persona la que dé el paso”, aseguran, “el entrar la primera vez por la puerta es un gran comienzo, pero lo peor es recaer y tener que regresar para admitirlo, porque nosotros mismos sentimos que hemos fallado al grupo”. A pesar de ello, jamás van a encontrar ningún tipo de reproche, sino, más bien, comprensión. “Y aunque haya existido ese error, lo mejor que podemos hacer por nosotros mismos es seguir viniendo, porque es lo que nos ayuda, en nuestro caso, a no beber,”.
A estos encuentros semanales no solo acuden las personas que sufren el problema, sino que “también vienen nuestros familiares”, afirma José. “Ellos son nuestro gran apoyo y quienes nos acompañan y nos hacen el proceso más fácil”, añade Abdú.
En las sesiones, los familiares también participan activamente contando cómo están viviendo ellos la adicción, “algo que te hace ver de forma más directa tu problema”. Aunque, también, hay madres, padres, hermanos o parejas que acuden para charlar “y encontrar un rayo de esperanza, porque aunque su familiar no quiera venir, sí que aquí encuentran historias similares a las suyas, ven que nosotros hemos podido superarlo y eso les anima a pensar que, en un futuro, pasará lo mismo con sus respectivos casos”, cuenta José.
Más allá de las reuniones en la sede de la asociación, ARESO también acude a la cárcel semanalmente. Allí ayuda a internos como Abdú, en su proceso de rehabilitación. Además, y con el objetivo de que, una vez que salgan, continúen con el programa, la asociación organiza excursiones entre todos los usuarios para que creen vínculos. “Nosotros no juzgamos, al igual que no lo hacemos en nuestras reuniones. Simplemente charlamos, nos comprendemos, nos ayudamos y pasamos un gran día todos juntos”, asegura Abdú. Una dinámica que funciona, pues “tenemos un ambiente tan bueno y todos nos sentimos tan arropados que todo el mundo quiere venir, ya sea para contar su situación como para ayudar a los demás”.
“Lo nuestro es una lucha constante porque somos y vamos a ser enfermos para toda nuestra vida”, afirma José. Es por ello que, con el objetivo de que no haya recaídas, tienen un grupo en el que pueden escribir o llamar en cualquier momento y “siempre va a haber alguien para hablar, tomar un café, dar un paseo o lo que la otra persona necesite”, cuenta Abdú. De esta forma construyen una red y unos vínculos muy fuertes. “Somos como otra familia que no juzga, no exige y, sobre todo, somos anónimos fuera aunque dentro nos conozcamos todos”, afirman ambos orgullosos.
ARESO abrió sus puertas en 2004. Desde entonces, ha estado al servicio de los sorianos a nivel provincial todos los días del año. Principalmente atiende a través del teléfono 6777 40 28 97 y por el correo electrónico
aresosoria@gmail.com