Artículo de opinión de Javier Jiménez Santamaría, concejal y senador del PP.
El sufrimiento propio de una situación tan catastrófica como el de la Dana ha generado un impacto tal, que altera el concepto que tenemos sobre el funcionamiento de las instituciones y la lógica sobre la política vigente hasta ese momento.
La tentación oficiosa apela a tentar una suerte de “unidad” y “consenso” que se focaliza en apoyar a las víctimas únicamente, dejando de lado cualquier intento por debatir sobre las causas políticas del daño padecido desde el primer momento.
Sin embargo, los políticos deberían (deberíamos) saber que no existe relato neutral posible que esboce la narración de un desastre de tal brutalidad. Y más; cuando uno se da cuenta que la magnitud del dolor ha alcanzado tal nivel debido al tacticismo político y a decisiones erróneas y contrarias al interés general.
Pues miren, soy de los que pienso que la solidaridad y el apoyo a las víctimas son compatibles con la exigencia de responsabilidades a quienes únicamente aspirar a ganar tiempo para verter culpas en cualquier otro sitio.
Cada uno tiene derecho a ubicar las responsabilidades en quien o quienes consideren, y este que escribe; no juzgará dicha narración porque recuerden que no hay relato neutral en el dolor de una catástrofe. Fuere quien fuere el verdugo, el resarcimiento “simbólico” siempre llegará tarde frente a lo material.
El agua no sólo arrasa vidas humanas; también puede arrasar la frágil confianza en las instituciones. Y aquí no me callaré: la Dana ha demostrado que la fragmentación del Estado y la superposición de las administraciones han jugado en contra de los intereses generales. ¿Jugamos al centralismo en esto?