Como en Navidad la localidad se quedaba vacía, vecinos e hijos del pueblo decidieron adelantar la Nochevieja para poder comerse las uvas todos juntos.
Los vecinos de Ventosa de San Pedro (pedanía de San Pedro Manrique) son los españoles que antes despiden el año. Lo hacen así desde 2015 porque decidieron que los nuevos tiempos no iban a romper la unión de un pueblo que siempre había celebrado la Nochevieja unido en torno a una radio.
Porque hace años eran muchos, pero ahora esta pequeña localidad de las Tierras Altas sorianas solo tiene 12 habitantes censados y la mayoría pasan la Navidad junto con sus familias en ciudades como Logroño, Barcelona, Madrid, Bilbao o Pamplona; donde emigraron en busca de empleos que el pueblo no podía ofrecerles. La despoblación ha hecho mella, pero los hijos del pueblo no han perdido su vinculación y afecto a la tierra que les vio nacer.
Ayer celebraron la novena edición de su Nochevieja anticipada. Diego Castillo, presidente de la Asociación Cultural La Ventosa, cuenta a Soria Noticias que durante este puente de la Constitución y de la Inmaculada, Ventosa de San Pedro "ha multiplicado por siete u ocho sus pobladores" para "decorar el pueblo, cantar villancicos, compartir las uvas, cantar villancicos y disfrutar del cotillón". Una jornada larga que acaba "bien entrada la madrugada".
No llegaron a los cien comensales de otros años porque "la amenaza de nevadas importantes ha asustado a muchos que han decidido adelantar el regreso a sus casas". No obstante, han recibido un año más a esos invitados que, sin conocer de nada al pueblo, ya son como otros vecinos más. Son "unos veinte turistas que conocieron la tradición alojados en casas rurales y que ahora son fijos".
Es decir, un pequeño pueblo de una de las zonas más despobladas de Europa vuelve a demostrar el potencial de las tradiciones y la cultura popular como motor turístico. Ventosa de San Pedro tiene mucho más que mostrar, cuenta por ejemplo con un interesante yacimiento de icnitas (huellas de dinosaurios) junto a la Iglesia de San Roque. Pero el cariño que le guardan sus gentes es sin duda su mayor tesoro.