OPINIóN
Actualizado 03/02/2025 10:02:59
Enrique Rubio

Desde Berlanga, Enrique Rubio para Soria Noticias

Esta pregunta directa es la que insistentemente repite en el estribillo una canción de 1984 compuesta por José María Sanz, más conocido como ‘Loquillo’, en los primeros compases de su carrera artística después de dejar el baloncesto. Una de las pocas que él en sus principios escribiese, pues se dedicaba a interpretar las composiciones de Sabino Méndez, y que en las verbenas de nuestros pueblos ponía sensibles a los más duros al escuchar aquello del viejo Cadillac de segunda mano.

Aunque la letra de este tema musical no se adentra en cuestiones trascendentes, la pregunta que deja en el aire da mucho qué pensar y más en un año tan definitorio del futuro como fue ese 1977 en nuestro país, donde se produjeron hechos tan relevantes como la eliminación de la censura en la prensa y otros muchos que cambiaron un presente que ahora vemos como un pasado lejano. Un momento en el que las calles, tal y como dice la canción, eran un lugar en plena ebullición con legalizaciones de partidos políticos y con procesos de tanto entendimiento que ahora, cuando escucho hablar a mi amigo, el que fuera diputado nacional, Manuel Núñez Encabo, comprendo su desencanto por estructuras actuales, pese a que sigue creyendo en la política como solución para la resolución de problemas y vía de entendimiento.

Tan solo siete años después de todos los cambios acaecidos a nivel político y social en España, se preguntaba el autor de la citada canción el porqué del fin de la ebullición callejera y social, aunque sea desde el punto de vista más lúdico, pero perfectamente extrapolable al más comprometido.

Lo que en ese año era cierto y ahora mismo también lo es, que para entender el presente hay que analizar el pasado. Quizá fuera por esto por lo que me llegó, por parte de alguien con quien comparto el gusto por la hemeroteca y por los pueblos de nuestra Soria, una publicación de prensa local de ese año. Una publicación que para alguien que ha crecido en el pueblo al que quiere, no puede dejar indiferente. “Berlanga humillada”, rezaba la noticia publicada el sábado 7 de julio de 1977. Un año de cambios en el que los futuros se escribían, pero en el que Berlanga quedaba fuera del papel.

En unos tiempos en los que se hablaba y llenaban páginas de tinta en la provincia por la posibilidad de que se construyera un Centro de Investigación Nuclear en Lubia, que después no lo fue, lo que cayó como una bomba unos kilómetros más al suroeste fue la noticia de la exclusión de Berlanga del plan que marcaba las zonas de preferente localización industrial, algo que vistos los estragos patrimoniales en la arquitectura popular que ese desarrollismo incipiente causó, no sé si no fue hasta buena suerte. Pero lo cierto es que en ese intento por hacer avanzar con la mejor de las intenciones nuestra tierra, Berlanga de Duero, mi pueblo, quedó fuera. Y los habitantes de la zona hundidos y heridos en el ánimo.

Cuatrocientos setenta vecinos y cabezas de familia según reza el periódico, clamaron por que se reconsiderara la decisión. Las promesas electorales quedaban en agua de borrajas, unas borrajas que parece ser que hasta iba a ser difícil cultivar, pues estaba proyectado un pantano en Gormaz, que además de alterar el paisaje de su emblemático castillo iba a hacer inundables hasta las huertas y la vega donde cultivábamos ajos, cebollas y patatas, quizá pensando que se pudiera dar un bañito el lagarto de la iglesia. Por suerte, el pantano no llegó. Por desgracia, nuestro pueblo y la comarca han sufrido uno de los más grandes azotes demográficos del país, pero también puede que esa industrialización no sea la solución definitiva, pues sigue costando mantener hoy en día la población en los pueblos que se vieron agraciados por la lotería industrial. Seguramente sea necesario un plan de choque nuevamente, un plan que sin la premura de esa imperiosa necesidad de cambio como la que tenía el compositor del tema que da título a este artículo, no después de siete años preguntando “donde estabas tú en el 77” imbuido en una vorágine de conciertos frenéticos, pero que el paso de los años ha ido cambiado. Quizá sea el momento de preguntarnos ahora, 47 años después, no para lamentarnos de lo pasado, sino para volver a creer en las 470 firmas de unas personas comprometidas, que querían que su pueblo no cayera en el olvido y tratar de buscar las soluciones, ahora diferentes, que en su día se negaron.

Si la vida nos da limones, haremos limonada, pero necesitamos el exprimidor.

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