Artículo de opinión de Vanessa García, procuradora de Soria ¡Ya!
Villalar no es solo un lugar en el mapa ni el 23 de abril una simple efeméride. Ambos representan un símbolo de memoria compartida, de justicia, de libertad y de lucha frente al poder impuesto. A pesar de que la revuelta comunera debe entenderse en su contexto histórico, su espíritu sigue vigente: el de una ciudadanía que no se resigna, que grita que nadie es más que nadie, pero menos tampoco.
Es necesario recordar que el movimiento comunero no fue un fenómeno aislado de unas pocas ciudades. Fue una revuelta amplia, transversal, que involucró a buena parte de la Corona de Castilla. Toledo, Segovia y Valladolid fueron epicentros, pero también hubo participación activa en ciudades como Ávila, Zamora, León, Tordesillas, Toro, Medina del Campo. También Soria, cuya implicación temprana ha sido tradicionalmente invisibilizada. Aquí toca recordar que, aunque nacido en Atienza (actual Guadalajara), la cuna paterna de Juan Bravo, líder comunero, fue Berlanga de Duero, en Soria.
Más allá de los límites actuales de Castilla y León, otras ciudades también abrazaron la causa comunera. Toledo inició las revueltas en 1520 y mantuvo viva la llama hasta 1522 bajo el liderazgo de una mujer, María Pacheco, quien no se rindió tras la derrota en Villalar. Madrid envió milicias. Cuenca, Guadalajara, Murcia, Plasencia, Nájera y Haro también se alzaron. Estos levantamientos no fueron anecdóticos: fueron organizados, reprimidos y dejaron una profunda huella. Por eso, el 23 de abril no debería entenderse sólo como la fiesta de la actual Comunidad Autónoma de Castilla y León, es una fecha con carga histórica que trasciende las actuales fronteras administrativas y apela a una memoria común.
Más de quinientos años después de aquel levantamiento, nuestra provincia presenta uno de los niveles más bajos de sentimiento de pertenencia a la Comunidad Autónoma. La causa no es cultural ni histórica, sino política: décadas de desinversión y olvido institucional han hecho que Castilla y León funcione a distintas velocidades. Y Soria, siempre en el vagón de cola. La hermana pequeña desapegada.
Por eso, cuando se habla del 23 de abril, pedimos una mirada integradora, que no excluya ni imponga. Que entienda que ser pocos no resta derechos. Honrar a los comuneros hoy exige no olvidar, no conformarse, no rendirse.