La historia se remonta a cuando la plaza Mayor de Soria era la plaza de toros de la capital. En esta ubicación hay un pedazo de animal, pero ¿sabes cómo llegó hasta allí? Te lo contamos.
Paseando por la plaza Mayor, es imposible que no hayas pasado por su arco que enlaza con la calle Zapatería. Lo que sí que es probable es que quizá no te hayas fijado en cómo se llama ese estrecho o siquiera que en lo alto del arco se puede ver parte de un animal muy relacionado con la capital y sus festejos.
Se trata del Arco del Cuerno, y te contamos la leyenda que esconde entre sus paredes.
Según cuenta la leyenda, durante una antigua corrida de toros celebrada en la Plaza Mayor, porque sí, antiguamente la plaza principal de la capital -esa en la que ahora se hace todo tipo de actos populares- acogía corridas de toros, uno de los astados logró saltar con tal fuerza que su cuerno quedó atrapado en el arco. No sabemos si es verdad o simplemente es eso, una leyenda, pero desde entonces, el pasaje ha sido conocido como el Arco del Cuerno, convirtiéndose en un lugar imprescindible en el que alzar la mirada y contemplar, si fue verdad, esa proeza animal.
Los más mayores de la ciudad podrán contarlo mejor, porque seguramente algún antepasado se lo haya relatado, pero sí, la plaza Mayor de Soria, hasta mediados del siglo XIX, era el escenario habitual de las corridas de toros, especialmente durante las fiestas de San Juan. Las gradas se montaban de forma provisional y los toriles se ubicaban en este punto. Las primeras referencias documentadas de festejos taurinos en la plaza datan de 1628, aunque se sabe que ya antes se realizaban celebraciones similares en otros puntos de la ciudad.
Además, era justo donde se encuentra el arco donde se levantaba la Casa del Común, sede histórica del Estado Llano de los Hombres Buenos de Soria, donde se custodiaban los fueros de la ciudad.
Pero desde esos tiempos ya han pasado muchos años. Y es que, desde 1854, cuando la plaza de toros se trasladó al Coso de San Benito, ya no se han vuelto a celebrar corridas en la actual plaza Mayor. Sin embargo, siempre quedará el recuerdo conservado de esa maravillosa historia taurina escondida entre piedras centenarias.
Seguro que a partir de ahora, si no lo has hecho ya, cuando pases por este estrecho, echarás la mirada para arriba para comprobar que, efectivamente, hay una punta de un cuerno clavada en la pared.