Ana Caballero, abogada y socia directora del despacho Código Legal, estrena en Soria Noticias esta sección sobre el mundo digital y cómo afecta a los más jóvenes. Ana Caballero es abogada y vicepresidenta de la Asociación Europea Transición Digital.
El refranero popular, siempre sabio, nos deja esta joya: “Quien Sanjuanea, marcea”. Es decir, si uno se deja llevar en junio —sin precauciones ni responsabilidad—, en marzo llegan las consecuencias. Y aunque este dicho se refiera tradicionalmente a las noches de fiesta y descuido, su enseñanza se aplica perfectamente al mundo digital y a la relación que nuestros hijos tienen con internet.
Cada vez más niños se conectan antes. A los 11 años ya tienen móvil, redes sociales, y acceso sin filtros a un universo digital lleno de estímulos, riesgos... y trampas invisibles. Porque lo que parece un espacio de diversión e información, es en realidad un negocio multimillonario que se alimenta de sus datos.
Cuando nuestros hijos se registran en una red social, no solo suben fotos o ven vídeos. Están compartiendo —muchas veces sin saberlo— información personal que será utilizada para crear un perfil sobre ellos. No importa que no digan su nombre o su edad real: los algoritmos analizan su comportamiento, infieren sus gustos, emociones, debilidades... y venden esa información a empresas que se la juegan todo por captar su atención y su bolsillo.
Y es aquí donde el refrán cobra todo su sentido. Dado que de momento estas redes sociales y plataformas no están reguladas, es a los padres sobre los que recae toda la responsabilidad. Y es que, si como padres no actuamos a tiempo, si no les enseñamos a protegerse, si no ponemos límites o acompañamos su entrada en el mundo digital, luego no nos sorprendamos si en “marzo” aparecen las consecuencias: abuso digital, baja autoestima, consumo compulsivo, desinformación, exposición a contenido inapropiado… o lo que es peor, una identidad digital marcada para siempre sin que hayan tenido conciencia de ello.
Internet no perdona la improvisación. No es un parque vigilado ni una zona segura por defecto. Y aunque la tentación de mirar hacia otro lado es grande —porque estamos cansados, porque “todos sus amigos lo hacen”, porque “solo es un juego”—, la responsabilidad es nuestra. Insisto, hasta que estas plataformas sean reguladas, para que no prime la ley de la selva.
¿Qué podemos hacer? Informarnos. Saber cómo funcionan las redes sociales, los videojuegos y las plataformas que usan. Hablar con ellos. Sin alarmismos, pero con claridad: explicarles qué ocurre con sus datos y por qué deben protegerse. Poner límites. No todo vale, ni todo el tiempo, ni en cualquier lugar. Dar ejemplo. Nuestra relación con la tecnología es también su escuela.
Porque si hoy “sanjuaneamos” sin cuidado, mañana “marcearemos” sin remedio. Y en el mundo digital, las consecuencias no siempre se ven, pero se quedan. La educación digital empieza en casa y empieza ya. No lo dejes para mañana.