La composición geológica de la provincia determina la posible acumulación de un peligroso elemento en el interior de viviendas y edificios. Identificar las formaciones rocosas específicas y su ubicación resulta fundamental para la prevención.
El gas radón, un elemento radiactivo de origen natural, incoloro e inodoro, representa una preocupación significativa para la salud pública, reconocido como la segunda causa de cáncer de pulmón tras el tabaquismo. Su concentración en el ambiente interior de las edificaciones está intrínsecamente ligada a la naturaleza geológica del terreno sobre el que se construyen, una realidad que también afecta a la provincia de Soria. El origen de este gas se encuentra en la desintegración natural del uranio, un elemento presente en diversas proporciones en rocas y suelos.
La geología de Soria es diversa, pero ciertas formaciones rocosas son conocidas por albergar un mayor contenido en uranio y, consecuentemente, ser fuentes potenciales de emanación de radón. Entre estas, sobresalen las rocas graníticas y algunas rocas metamórficas como gneises o determinadas pizarras. En la provincia, estas litologías se encuentran principalmente en las sierras del norte y este, incluyendo áreas como la Sierra de la Demanda, los Picos de Urbión y la Sierra de Cebollera. También se identifican en afloramientos paleozoicos en otras zonas del Sistema Ibérico soriano, como las estribaciones del Moncayo y sierras del sureste. Aunque no toda la provincia exhibe el mismo perfil, las zonas con predominio de estos materiales en el subsuelo pueden experimentar concentraciones más elevadas de este gas. El uranio, al desintegrarse, produce radio, que a su vez se desintegra para formar radón; este gas, por su condición de inerte, posee una gran movilidad y puede filtrarse con facilidad a través de fracturas y poros del terreno.
Los principales minerales radiactivos que pueden hallarse en el territorio soriano y que contribuyen a la generación de radón son aquellos que contienen uranio y torio. Minerales como la uraninita, que aparece en filones y diseminada en rocas ígneas como los granitos, o la monacita y el circón, presentes en diversas rocas y sedimentos detríticos, constituyen fuentes primarias. La alteración y meteorización de estas rocas fuente liberan el uranio, que se incorpora al suelo, permitiendo que el radón migre hacia la superficie y penetre en las construcciones.
La concentración de gas radón dentro de los edificios no depende únicamente de la geología. Factores como la permeabilidad del suelo, la existencia de fisuras en los cimientos, la diferencia de presión entre el interior y el exterior de la vivienda, y una ventilación deficiente son igualmente determinantes. Las áreas más vulnerables suelen ser las plantas bajas y los sótanos, debido a su contacto directo con el terreno emisor. Es crucial subrayar que la presencia de estos minerales no implica automáticamente un riesgo elevado en todas las localizaciones, pero sí enfatiza la necesidad de realizar mediciones específicas para conocer los niveles reales en cada caso particular.
Para obtener información sobre los niveles de exposición al radón, el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) proporciona datos y mapas orientativos sobre las zonas con mayor potencial de radón en España. La normativa vigente, como el Real Decreto 1029/2022, de 20 de diciembre, por el que se aprueba el Reglamento sobre protección de la salud contra los riesgos derivados de la exposición a las radiaciones ionizantes, establece un nivel de referencia para la concentración de radón en recintos cerrados. Esta normativa también impone la obligación de tomar medidas en lugares de trabajo y, de forma progresiva, en viviendas. La concienciación ciudadana y la realización de mediciones son pasos esenciales para proteger la salud frente a este riesgo invisible. Si se detectan niveles elevados, existen diversas técnicas de mitigación, como la mejora de la ventilación o la instalación de sistemas de despresurización del terreno.