Pescadería El Niño ha sido reconocida con el premio 'Tierra de Oportunidades' por su innovador modelo de negocio. Lo que comenzó como una tienda tradicional se ha convertido en un servicio de venta ambulante esencial para decenas de localidades. Su historia es un ejemplo de adaptación y de cómo convertir un desafío en un éxito.
El esfuerzo y la visión de futuro tienen recompensa.
La pescadería El Niño, con sede en Berlanga de Duero, ha sido galardonada con uno de los premios 'Tierra de Oportunidades', una iniciativa impulsada por la ADRI Ribera del Duero Soriana y CaixaBank para apoyar el emprendimiento en el medio rural. Este reconocimiento, dotado con 1.000 euros, sitúa al negocio de Jonathan del Álamo Aparicio como uno de los 148 proyectos seleccionados a nivel nacional, con la posibilidad de optar a un premio final de 5.000 euros. "Este premio nos da mucha visibilidad y es un impulso para que otros jóvenes que quieran emprender en el medio rural conozcan nuestro caso y se animen", explica su gerente.
El corazón de Pescadería El Niño late en dos frentes. Por un lado, su tienda física en Berlanga de Duero, que abre sus puertas "cuatro días a la semana". Por otro, su extensa red de venta ambulante, con la que Jonathan y su hermano recorren "70 pueblos de las provincias de Soria y Burgos", con especial presencia en la "comarca de Aranda de Duero". Su rutina es exigente: reparten de martes a sábado, visitando desde ocho hasta dieciséis localidades en una sola jornada. "Repartimos todas las semanas, incluso si es festivo, porque sabemos que la gente nos espera", afirma del Álamo.
La historia de este negocio familiar está marcada por la superación, tal y como señala Jonathan: "A raíz de una enfermedad de mi padre, cogí el traspaso de la tienda en Berlanga. Viendo que los pueblos se iban despoblando, entendimos que había que reinventarse para sobrevivir", relata. Esa necesidad de adaptación fue el germen de la venta ambulante, un servicio que comenzó a crecer gracias al boca a boca y a la visibilidad en redes sociales, convirtiéndose en la piedra angular de su empresa.
Aunque la idea de repartir ya existía, el empujón definitivo llegó con una crisis global. "Dimos el salto a repartir a los dos años de abrir. Fue a raíz de la pandemia, la gente tenía miedo y no salía de casa, y eso nos motivó a llevarles el servicio directamente a sus puertas", recuerda el gerente. Esta decisión no solo consolidó su clientela, sino que la expandió, demostrando que una amenaza puede transformarse en una oportunidad para crecer y ofrecer un servicio aún más valioso a la comunidad.
Con la vista puesta en el futuro, los hermanos del Álamo no descartan seguir creciendo. Han valorado la posibilidad de abrir otra tienda en la zona de Aranda de Duero, aunque son conscientes de las dificultades. "Es algo que hemos pensado, pero es muy difícil porque supone una inversión muy grande", concluye Jonathan. Mientras tanto, seguirán recorriendo las carreteras de Soria y Burgos, llevando pescado fresco y un servicio esencial a los rincones más despoblados del territorio.