La residencia de mayores de la localidad se viste de fiesta para celebrar el aniversario de uno de sus vecinos más queridos. El homenajeado recibe el cariño de sus allegados y el reconocimiento institucional en una jornada cargada de emoción y recuerdos.
La Residencia de mayores Nuestra Señora del Mercado de Berlanga de Duero, gestionada por Grupo Latorre, ha sido el escenario de un emotivo acto esta mañana. Casto Gamarra Ransanz ha celebrado su centenario rodeado de familiares, vecinos y compañeros de la residencia. Al acto ha acudido el alcalde de la villa y vicepresidente de la Diputación, Enrique Rubio, quien le ha hecho entrega de una placa conmemorativa y un pergamino con el acta de su nacimiento, que fue en este mismo pueblo hace exactamente cien años.
Nacido el 1 de julio de 1925 en Berlanga de Duero, Casto fue el hijo único de Fernando, un agricultor, y Sofía. Su infancia estuvo marcada por la pérdida temprana de su madre y por una rápida incorporación a las labores del campo, que comenzó a los ocho años tras una breve etapa escolar. A pesar de ello, su paso por la escuela de la mano de don Urbano fue muy provechoso, pues siempre dio gran importancia a la educación y continuó aprendiendo por su cuenta a través de los libros de texto de sus hijas, con especial interés en las Ciencias Naturales y la Historia de España.
Quienes le conocen bien saben de su gran afición por cantar y bailar. Siempre dispuesto a animar cualquier reunión festiva, en ocasiones comentaba que, de haber tenido otras circunstancias en su juventud, le hubiera gustado dedicarse a ser cantante. La copla, las rancheras, los boleros y los pasodobles eran sus géneros favoritos, una pasión que compartía con amigos y familiares en cada ocasión propicia.
Agricultor de profesión y de corazón, Casto ha estado siempre muy apegado a su pueblo y a sus tierras. En la Nochevieja de 1956 contrajo matrimonio con Mercedes Rodrigo, con quien tuvo dos hijas y de quien enviudó en 1970. Durante los últimos quince años de su vida laboral compaginó el campo con un trabajo en la industria. Tras su jubilación, siguió cuidando de sus tierras y, en especial, de un plantío con el que elaboraba su propio vino, una de sus grandes satisfacciones.
La jubilación también le permitió viajar, algo que no había podido hacer antes, mostrando especial predilección por Andalucía y el Levante por su clima y sus fértiles tierras. Sin embargo, siempre volvía a su «patria chica», Berlanga, donde disfrutaba de los placeres sencillos como reunirse con los amigos para compartir unas empanadas de sardinas o atún, regadas con el vino de su cosecha.
Actualmente, con la salud algo mermada por el paso del tiempo, Casto continúa en su pueblo en un círculo vital que comenzó y transcurre allí, en la localidad que le vio nacer, y donde hoy celebra sus recién estrenados cien años de vida rodeado del afecto de los suyos en una fiesta que ha contado con su correspondiente ágape conmemorativo.