Un profundo sentimiento de gratitud y tristeza envuelve a la comunidad del colegio Trilema. La capital rinde un sentido tributo a las últimas religiosas de la congregación, que dejan la ciudad guiadas por su vocación de servicio y compromiso con la enseñanza.
El colegio Trilema Soria fue el escenario ayer jueves de un homenaje de despedida para las Hijas de la Caridad. El acto consistió en una eucaristía y un posterior vino de honor, al que acudieron numerosas personas, incluido profesorado, familias, estudiantes, representantes de la Fundación y del Ayuntamiento, así como antiguos alumnos. Todos quisieron mostrar su cariño y agradecimiento por tantos años de convivencia en un momento donde la gratitud y la tristeza fueron protagonistas.
La decisión fue tomada hace unas semanas por la institución, que ha optado por trasladar a las hermanas, todas ellas mayores de 80 años, a otros destinos donde puedan recibir los cuidados necesarios. La eucaristía fue presidida por el vicario general de la Diócesis de Osma-Soria, Gabriel Ángel Rodríguez Millán, donde simbolizó el profundo vínculo de la congregación con la comunidad religiosa local.
Tras la ceremonia, Carmen Pellicer, presidenta de la Fundación Trilema, tomó la palabra para rendir un reconocimiento especial a la comunidad local de las Hijas de la Caridad. Pellicer destacó su "presencia carismática y comprometida" en el colegio durante esta última década y agradeció su papel fundamental. "Gracias a la generosidad de las hermanas, hoy nuestros alumnado puede disfrutar de una educación católica", expresó.
En este sentido, resaltó la comunión educativa que se ha mantenido durante diez años con las hermanas desde la llegada de Trilema al antiguo colegio Sagrado Corazón, hoy Trilema Soria. Un periodo en el que, a pesar de no impartir clases, su implicación ha sido constante.
Con la marcha de estas religiosas, se cierra un capítulo de 166 años de vida del centro escolar, que ha educado a numerosas generaciones de sorianos. Aunque desde la llegada de la Fundación Trilema las hermanas ya no impartían clases, su presencia era constante y participaban activamente en celebraciones y otros actos escolares, manteniendo vivo su vínculo con la comunidad.
Su partida marca el fin de una era para el colegio y para la ciudad, que despide a una institución que ha sido un pilar fundamental en su historia reciente, dejando una huella imborrable en miles de familias.