Soria Noticias se ha acercado a Diustes, pedanía de Villar del Río, para conocer una de sus tradiciones. De la mano de sus vecino Ricardo García y Nacho Basoco, nos cuentan para qué servía 'Vistir el Ramo', así como ha cambiado este acto con el paso del tiempo.
El cortejo ha sido algo que ha existido desde siempre. Y es que si alguien te gusta, es normal que intentes llamar su atención, hablar con él o ella y comenzar una relación, que quién sabe en qué puede desembocar. Es cierto que dicen que ahora las cosas son mucho más fáciles, o lo parecen. Simplemente con coger el móvil y dar “me gusta”, comentar una foto o “lanzar un fueguito” en las historias de Instagram, ya da pie a que haya algo. Además, a través de las redes sociales ahora es bastante sencillo saber si una persona tiene pareja o está soltera. Y no es para menos, porque cada vez se comparte más la vida privada.
Sin embargo, hace años, como más vale maña que fuerza, como dice el dicho, en los pueblos también tenían su técnica para conocer quiénes eran los mozos y mozas. Y, créenos, distaba mucho de lo que se hace ahora. Antes era más personal y, por qué no decirlo, arriesgado. Había que ir de frente y quitarse los miedos e inseguridades, echar la vista al frente y “lanzarse” a conquistar. Como eran otros tiempos, el que tenía que dar el primer paso era el chico, aunque ellas también tenían que pasar por el aro si querían que alguien les echase el ojo.
Soria Noticias ha viajado al pueblo de Diustes, pedanía de Villar del Río. Allí estaban celebrando sus fiestas, y una de las tradiciones que se conservan, aunque algo modificada, es la de ‘Vestir el Ramo’. Allí hablamos con Ricardo García, un vecino de 90 años que nació en la localidad, estudió y dio clases en su escuela, y que conoce todos los secretos y detalles que esconden las calles de su tierra.
Nos cuenta que la tradición del ‘Vestir el ramo’ se ha hecho “toda la vida”. Y es que él la recuerda desde que era pequeño. “Las mozas del pueblo acudían el día de la fiesta, por la mañana, a la puerta de la iglesia, donde se encontraba el ramo”. Una vez allí, “colgaban de las ramas un pañuelo”, lo que mostraba al resto de los vecinos que estaban solteras. “Los mozos se fijaban en los pañuelos que decoraban la rama para luego relacionarlo con una joven”, cuenta haciendo memoria. Esta rama se sacaba en procesión por el pueblo, y “la llevaba el mozo mayor” junto a los santos y estandartes por las calles del pueblo, para que todo el mundo pudiese verlo.
Los mozos también tenían otra función aparte de mirar. “Sus madres tenían que cocinar, en los hornos que tenían en sus hogares, una rosca que luego, después de la misa, ofrecían a los vecinos en un recorrido que se hacía acompañados de música, de casa en casa”.
Pero la cosa no quedaba ahí. Por la tarde los actos en Diustes continuaban. Y era el momento en el que se concentraban todos en el frontón. Allí se volvía a ofrecer rosco a los vecinos. Pero ese no era el evento principal, sino que en esa concentración “se repartían ramitas a los niños y a los mozos. Los primeros jugaban con ellas a perseguir a la gente, mientras que los chicos corrían detrás de las mozas que les gustaban dándoles en los tobillos, mientras ellas se iban corriendo para evitar ser golpeadas”, recuerda con añoranza Ricardo. La gracia estaba en que “ahí se veía si la chica le seguía el juego y se podía comenzar algo”, añade Nacho Basoco, de la Asociación Amigos de Diustes, mientras escucha la historia de su vecino.
Esta tradición se sigue celebrando, solo que ha sufrido ciertas modificaciones. “Cuando los jóvenes se empezaron a marchar del pueblo, ya no quedaron mozas en las casas para poner el pañuelo en el ramo, y tampoco mozos que las cotejaran. Fue cuando se decidió que cada casa habitada del pueblo colgase un pañuelo en el ramo para que continuase la tradición”, cuenta con añoranza Ricardo. A pesar de ello, asegura que está contento porque “ahora vuelven los jóvenes al pueblo, aunque sea en verano, y se ve mucha juventud por la calle”, asegura con alegría. “Ahora la rama la lleva quien tenga muchas ganas de hacerlo, da igual que sea un mozo o no, o que sea mayor o joven”, afirma Nacho.
Una bonita tradición que, aunque ya no tiene la misma utilidad, desde la Asociación hacen un esfuerzo todos los años para que no se pierda y que las futuras generaciones continúen celebrándola.