OPINIóN
Actualizado 11/09/2025 09:18:43
Ana Caballero

Ana Caballero, abogada y socia directora del despacho Código Legal, habla en Soria Noticias en esta sección sobre el mundo digital y cómo afecta a los más jóvenes. Ana Caballero es abogada y vicepresidenta de la Asociación Europea Transición Digital.

En el debate sobre el uso de la tecnología en las aulas, nos estamos jugando más de lo que parece. Algunos defienden con vehemencia la expulsión de cualquier dispositivo digital del entorno escolar, apelando al supuesto perjuicio que causa en la atención, la salud mental o el aprendizaje. Sin embargo, esta postura radical ignora una verdad esencial: los menores solo tienen esta oportunidad. Aquí no hay ensayo general. Las decisiones que tomemos hoy determinarán si nuestros hijos están preparados para el mundo que viene… o si los estamos dejando atrás.

Lamentablemente, el discurso contra la tecnología ha encontrado un filón mediático. Hay profesionales y entidades que, con argumentos que mezclan datos, percepciones y titulares alarmistas, están construyendo carreras, vendiendo libros y ganando notoriedad. Pero ¿estamos realmente hablando del interés superior del menor? Porque si de verdad nos importan los niños, hay que mirar los hechos con objetividad.

Primero, distingamos los contextos. El problema no está en el aula. No son los centros educativos los que fomentan un uso inadecuado de la tecnología. Son plataformas como Instagram o Tik Tok que no están reguladas. Hoy en día, el uso del smartphone ya está limitado o directamente prohibido durante el horario escolar. El mal uso de la tecnología —el abuso de las redes sociales, el entretenimiento vacío, la falta de autocontrol— ocurre fuera del entorno educativo, muchas veces sin supervisión adulta y sin orientación.

Lo que sí ocurre dentro del aula, bajo supervisión del profesorado, es el uso de herramientas tecnológicas con fines pedagógicos. Hablar de pantallas en abstracto es no querer ver la diferencia entre un videojuego adictivo y una plataforma educativa interactiva, entre una red social sin filtros y una aplicación de programación básica. En el aula, la tecnología puede y debe ser una herramienta de aprendizaje, de inclusión y de equidad.

Porque aquí está el punto más crítico del asunto: la brecha digital. Si expulsamos la tecnología del aula, quienes podrán seguir accediendo a una educación digital serán solo aquellos cuyas familias puedan permitirse una academia, clases particulares o actividades extraescolares. Los demás, se quedarán atrás. No se trata solo de aprender a usar una tablet o un ordenador. Se trata de formar ciudadanos digitales competentes y críticos. ¿O acaso no es eso parte de la educación del siglo XXI?

Eliminar las herramientas digitales de los centros escolares bajo el argumento de que son parte del problema es, en realidad, ceder a una visión simplista que perjudica a los que menos tienen. Quitar la tecnología de las aulas no protege a los menores; los desarma.

La tecnología no es el enemigo. El enemigo es la falta de criterio, de contexto y de equidad. Apostemos por una integración pedagógica de la tecnología, con formación docente y supervisión adecuada. Porque el futuro no espera. Y nuestros hijos no tendrán otra oportunidad. Aquí no hay ensayo general.

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