La historia tuvo lugar en Soria capital, muy cerca de la ermita de San Saturio. Los lugareños cuentan que esta caverna tiene un grabado en el que se avisa de que el que entra, no sale ni vivo ni muerto.
Soria está llena de leyendas y mitos que muy poca gente puede descifrar si son ciertos o si son tan solo un producto de la imaginación. Si retrocedemos al año 1.748, descubrimos una trágica historia que tiene como protagonistas a Juan Zampoña y a una cueva que se sitúa cerca de los márgenes del Duero, en dirección al viaducto de la capital.
Tres amigos acudieron una tarde a esta cavidad rocosa en busca de un tesoro que se rumoreaba que se escondía en su oscuro interior. A pesar de las advertencias de sus dos compañeros, Juan Zampoña decidió entrar hasta el fondo, sin pensar las consecuencias que podía tener su acción.
Al poco de adentrarse en su interior, este se cayó por una sima, quedándose atrapado entre las rocas, sin poder moverse. Ante lo ocurrido, sus amigos salieron en busca de ayuda. No obstante, y a pesar de los intentos de todos los que acudieron, nadie pudo ayudar a Zampoña, ya que antiguamente no se contaba con los medios que existen hoy en día.
Aunque se dieron cuenta de que era prácticamente imposible sacarlo de ahí, sus amigos no le dejaron de lado y se las ingeniaron para mandarle comida (carne, galletas y vino) con una cesta atada a una cuerda. Sin embargo, esa rutina duró muy poco. A los tres días, dejaron de escuchar sus lamentos y sus gritos de auxilio, dándolo por muerto.
Desde ese momento, los lugareños dicen que “el que en esta cueva entrare, ni vivo ni muerto sale”. Refrán que también podría aparecer grabado en la caverna (según comentan algunos sorianos) en la que se perdió la pista de Juan Zampoña para siempre.