Artículo de Ana Caballero, abogada y vicepresidenta de la Asociación Europea Transición Digital.
Vivimos en un mundo digital donde los menores navegan con la misma naturalidad con la que respiran. Y sin embargo, siguen expuestos a contenidos que ningún adulto en su sano juicio permitiría en la vida real: pornografía, discursos de odio, desafíos virales peligrosos o idealización de relaciones tóxicas. Lo peor es que esto no ocurre en oscuros rincones de internet, sino en las plataformas más populares: YouTube, TikTok, Instagram, Pornhub, Facebook…
¿Y qué se está haciendo para evitarlo? Pues en teoría, mucho. La Ley General de Comunicación Audiovisual —en vigor desde 2022— obliga a las plataformas a implantar sistemas de verificación de edad eficaces para restringir el acceso de menores a contenidos inapropiados. Pero desde su aprobación, hemos escuchado de todo: que no es técnicamente posible su implantación. Falso. Que podría vulnerar la privacidad. Falso. Que lo están “estudiando”…
Excusas. Muchas excusas.
La realidad es que sí existen sistemas viables, eficaces y —esto es fundamental— anónimos. Uno de ellos es el “Pajaporte”, un modelo que permitiría verificar la mayoría de edad sin revelar la identidad del usuario. Pero a pesar de que se ha demostrado su viabilidad técnica, las grandes plataformas prefieren ignorarlo. ¿La razón? Dicen preocuparse por nuestra privacidad. Curioso, viniendo de quienes perfilan nuestros gustos más íntimos, conocen nuestras rutinas, emociones, deseos... y comercian con esos datos como quien vende chucherías.
La contradicción es flagrante. Se escudan en que un sistema de verificación de edad atentaría contra la privacidad, mientras almacenan (y explotan) toneladas de datos personales. Saben qué vídeos ves, cuánto tiempo pasas en ellos, en qué parte haces clic, qué tipo de cuerpos prefieres o qué narrativa sexual consumes: “amateur”, “grupal”, “gay”, “teen”. Pero eso sí: proteger a los menores, no. Que eso “compromete tu anonimato”.
Aquí hay una elección moral de fondo: ¿privacidad del adulto o protección del menor? Porque no es incompatible garantizar ambas. Con sistemas adecuados, podemos conseguir que los menores no accedan a contenidos que banalizan las relaciones afectivas, cosifican a la mujer y generan modelos sexuales tóxicos… al mismo tiempo que los adultos mantienen su privacidad intacta.
Además, regular el acceso no es censura. Es responsabilidad. Igual que nadie deja entrar a un niño a una película para mayores de 18 en el cine, tampoco debería poder acceder a pornografía o redes sin filtro desde su habitación. ¿Tan difícil es de entender?
Proteger a los menores en internet no es una opción. Es una obligación legal, ética y social. Y no podemos seguir permitiendo que el negocio de unos pocos esté por encima del bienestar de millones de niños. Las plataformas deben cumplir la ley. Sin atajos, sin excusas y sin más dilaciones.
Porque en esto, como en todo lo importante, no hay ensayo general, nuestros hijos solo van a tener esta oportunidad.