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CAPITAL
Actualizado 23/12/2025 18:23:38
Cartas al director

José Luis Chaín da las claves de la conferencia que impartió en el casino el torero malagueño, Saúl Jiménez Fortes.

Más que una charla-coloquio ha resultado ser una entrevista pública a corazón abierto, en la que el tiempo siempre acota contenidos. Pisaba desmonterado el espacio Gerardo Diego, de nuestro siempre reputado Casino soriano, un torero que por enésima vez lo hacía, pero no con su unitaria personalidad sino como el de su profesión, torero, porque, enésimos, han sido los matadores de toros que le han precedido y él se presentaba en esta plaza, para su honra y honrar la invitación de Celtiberia; asociación de amigos que, también en el tiempo y en nuestra tierra taurina, reúne la incierta suerte del toro.

Malagueño de cuna, Saul Jiménez Fortes, en la actualidad y en los carteles Fortes -encumbrando el apellido materno, que también vistió de seda y oro-, propició el privativo silencio maestrante de orillas del Guadalquivir en las márgenes del estremo Duero, para que la parroquia concurrida hermanara sensaciones.

En toda su labor verbal, el malacitano, desplegó percales de sentimiento transmitiendo serenidad; hubo un momento en el que recordé a Diego Valor, cuando, sin darse importancia, Saul cantó los veintiséis girones que las astas bravas han trazado en sus carnes.

Y, a pesar de todo, sigue embraguetándose con la muerte porque esa es su concepción del toreo y, ante la temporada 2026, quiere -y debe, diría yo- asentar sus reaños y su marcado puro concepto porque o es así, buscando la diferencia desde la fidelidad a su ideal, o caer en la vulgaridad del olvido.

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