Como casi siempre, la teoría y la práctica se parecen lo que el agua al vino. Nos hemos hartado ya de oír hablar de la modernización de la administración, de las bases de datos únicas e interconectadas, y un sinfín de términos preciosos que se quedan, las más de las veces, precisamente en eso: palabras bonitas. Y no sé en otros ámbitos, pero en el que concierne a nuestro Gobierno Local, permítanme que me ponga castizo, se están luciendo de lo lindo.
Hasta hace muy poco (ignoro si en estos momentos se sigue dando el caso), a quienes deseaban inscribirse en el Certamen de Creación Joven que anualmente organiza el Ayuntamiento de Soria, se les exigía aportar, junto con su inscripción, un volante de empadronamiento QUE EXPEDÍA EL PROPIO AYUNTAMIENTO. Sí, como lo están leyendo: en un mostrador pedían un papel que extienden en el de al lado, para acreditar que resides de facto en la capital. Obviamente, el estupor e incluso indignación trascendía de los propios interesados y abría las carnes del propio funcionariado, que tampoco lo entendía.
No termina ahí. A continuación un caso real, en esta ocasión, a tenor de un cambio de nombre de calle, deporte muy practicado en los últimos años por el Ayuntamiento de Soria, y tan opinable, para bien o para mal, como cualquier otro.
Un vecino de Alférez Provisional se percata un día, llegando a su casa, de que la placa azul reza Calle Bienvenido Calvo. Decide esperar. Al cabo de unos cuantos días, recibe una nota oficial del Consistorio comunicándole el cambio oficial de denominación de dicha calle. Bueno, algo es algo. Pasado más de un mes se persona en las oficinas del Catastro para interesarse por las posibles repercusiones que esta nueva denominación puedan acarrear sobre el título de propiedad de su vivienda. ¿Lo adivinan? En el Catastro no tienen conocimiento alguno de dicho cambio; el Ayuntamiento no ha comunicado nada. Se inicia el trámite a instancia del interesado. En los meses siguientes, comprueba una y otra vez cómo cualquier empresa que preste el servicio de reparto a domicilio no conoce ninguna Calle Bienvenido Calvo, por lo que ha de acreditar su dirección como Alférez Provisional. Lo peor le viene al repartidor, cuando llegado al punto, encuentra una placa con otro nombre y se vuelve majareta., Harto ya de dar vueltas infructuosas, perdiendo tiempo y combustible, gasta también saldo telefónico para llamar a su empresa y al destinatario en busca de alguna solución.
El inocente vecino, que todavía cree en el principio de buena fe de las Administraciones Públicas, se presenta año y medio más tarde en la Comisaría para renovar su DNI. Le ha costado mucho conseguir esa cita y su carnet está a punto de caducar. No cabe en sí de lo descolocado que le dejan cuando le comunican que EN LA BASE DE DATOS DE LA POLICÍA NACIONAL DE SORIA no existe ninguna Calle Bienvenido Calvo. Le ofrecen la opción de dar esa cita por concluida, váyase a por el dicho volante de empadronamiento que nos justifique que esa calle no se la está inventando usted, y vuelva a pedir cita, a sabiendas de que su cartera contiene un DNI caducado, con lo que le pueda pasar. Evidentemente, este señor tira por el camino de en medio, da el nombre antiguo y se marcha a casa más cabreado que una mona, llegando a la conclusión de que la idea que tiene el Ayuntamiento capitalino de cambiar el nombre de una calle es sustituir la placa y mandar un papelito a los vecinos. ¡Ea!, ya hemos cumplido.
Como casi siempre, la teoría y la práctica se parecen lo que el agua al vino. Nos hemos hartado ya de oír hablar de la modernización de la administración, de las bases de datos únicas e interconectadas, y un sinfín de términos preciosos que se quedan, las más de las veces, precisamente en eso: palabras bonitas. Y no sé en otros ámbitos, pero en el que concierne a nuestro Gobierno Local, permítanme que me ponga castizo, se están luciendo de lo lindo.
Hasta hace muy poco (ignoro si en estos momentos se sigue dando el caso), a quienes deseaban inscribirse en el Certamen de Creación Joven que anualmente organiza el Ayuntamiento de Soria, se les exigía aportar, junto con su inscripción, un volante de empadronamiento QUE EXPEDÍA EL PROPIO AYUNTAMIENTO. Sí, como lo están leyendo: en un mostrador pedían un papel que extienden en el de al lado, para acreditar que resides de facto en la capital. Obviamente, el estupor e incluso indignación trascendía de los propios interesados y abría las carnes del propio funcionariado, que tampoco lo entendía.
No termina ahí. A continuación un caso real, en esta ocasión, a tenor de un cambio de nombre de calle, deporte muy practicado en los últimos años por el Ayuntamiento de Soria, y tan opinable, para bien o para mal, como cualquier otro.
Un vecino de Alférez Provisional se percata un día, llegando a su casa, de que la placa azul reza Calle Bienvenido Calvo. Decide esperar. Al cabo de unos cuantos días, recibe una nota oficial del Consistorio comunicándole el cambio oficial de denominación de dicha calle. Bueno, algo es algo. Pasado más de un mes se persona en las oficinas del Catastro para interesarse por las posibles repercusiones que esta nueva denominación puedan acarrear sobre el título de propiedad de su vivienda. ¿Lo adivinan? En el Catastro no tienen conocimiento alguno de dicho cambio; el Ayuntamiento no ha comunicado nada. Se inicia el trámite a instancia del interesado. En los meses siguientes, comprueba una y otra vez cómo cualquier empresa que preste el servicio de reparto a domicilio no conoce ninguna Calle Bienvenido Calvo, por lo que ha de acreditar su dirección como Alférez Provisional. Lo peor le viene al repartidor, cuando llegado al punto, encuentra una placa con otro nombre y se vuelve majareta., Harto ya de dar vueltas infructuosas, perdiendo tiempo y combustible, gasta también saldo telefónico para llamar a su empresa y al destinatario en busca de alguna solución.
El inocente vecino, que todavía cree en el principio de buena fe de las Administraciones Públicas, se presenta año y medio más tarde en la Comisaría para renovar su DNI. Le ha costado mucho conseguir esa cita y su carnet está a punto de caducar. No cabe en sí de lo descolocado que le dejan cuando le comunican que EN LA BASE DE DATOS DE LA POLICÍA NACIONAL DE SORIA no existe ninguna Calle Bienvenido Calvo. Le ofrecen la opción de dar esa cita por concluida, váyase a por el dicho volante de empadronamiento que nos justifique que esa calle no se la está inventando usted, y vuelva a pedir cita, a sabiendas de que su cartera contiene un DNI caducado, con lo que le pueda pasar. Evidentemente, este señor tira por el camino de en medio, da el nombre antiguo y se marcha a casa más cabreado que una mona, llegando a la conclusión de que la idea que tiene el Ayuntamiento capitalino de cambiar el nombre de una calle es sustituir la placa y mandar un papelito a los vecinos. ¡Ea!, ya hemos cumplido.