OPINIóN
Actualizado 16/09/2013 09:17:50
"Los dos se irán a sus casas con la conciencia tranquila. Y nosotros nos quedaremos con cara de tontos, con la riqueza de nuestro país mermada y con dos o tres servicios públicos menos"

Uno de los tópicos que con más énfasis repite la ciudadanía indignada es que "todos los políticos son iguales". Y como todos los tópicos, algo hay de verdad en ello, aunque falta en esa afirmación detenerse en el detalle. La ciudadanía indignada toma la parte por el todo y construye un silogismo absoluto: si PSOE y PP ocupan y han ocupado la totalidad del poder político desde el comienzo de la democracia; si además, PP y PSOE son partidos corruptos cuyos dirigentes solo piensan en su beneficio y que al final terminan haciendo lo mismo; implica esto que todos los partidos y todos los políticos son iguales.

Y aunque hay política, propuestas y alternativas más allá del PPSOE, el ciudadano que no se detiene en el matiz, analiza la política de trazo grueso. Y constata con hechos que los dos partidos mayoritarios no dudan en ponerse de acuerdo en lo trascendental, que es la defensa del sistema capitalista, de la banca y de los mercados. Y si alguien tiene alguna duda que mire hacia atrás y piense.... en la reforma constitucional que consolida el pago de la deuda y la defensa de los mercados en detrimento de los derechos sociales. Y los dos partidos han llevado a cabo criminales reformas laborales que nos alienan, esclavizan y empobrecen.

El penúltimo episodio de esta loca carrera hacia el desprestigio de la política, la hemos podido ver durante estas semanas. El que fuera ministro del PSOE, Valeriano Gómez, cargando contra su sucesora del PP, Fátima Báñez, por el recorte que hace con las pensiones, y en definitiva, por avanzar un poco más en las políticas que el comenzó.

En nuestra provincia, todo es más pequeño y doméstico y en consecuencia, resulta más kafkiano. Como además una facción del PPSOE gobierna en el ayuntamiento de la capital y la otra en la Diputación, la política roza a menudo lo patético cuando un grupo rechaza en una institución lo que aprueba en la otra.

Propongo al lector un juego: tomémonos la licencia de imaginar que un día como el corriente hay convocados sendos plenos, uno en cada institución. En el municipal se tratará el asunto de la privatización de la escuela infantil municipal (o el agua, que lo mismo da puestos a privatizar). El señor Luis Rey defenderá la privatización y bla, bla, bla... El señor Tomás Cabezón le acusará de no defender lo público, de actuar en beneficio de sus amigos, de falta de trasparencia y bla, bla,bla...

Al término del pleno, ambos cargos dirigirán sus pasos a la Diputación Provincial y allí será el señor Cabezón quien defienda la privatización de las residencias provinciales y bla, bla,bla... El señor Rey tomará la palabra para reprocharle su poco respeto hacia los servicios públicos, su falta de transparencia en el proceso y bla, bla, bla...

Los dos se irán a sus casas con la conciencia tranquila. Y nosotros nos quedaremos con cara de tontos, con la riqueza de nuestro país mermada y con dos o tres servicios públicos menos. Y la única diferencia que percibirá el ciudadano entre las dos facciones del PPSOE es que en la TV, unos llevan el pelo engominado (bote de laca en la versión femenina) y los otros aparecen como descamisados de marca que gustan vestir con ese alegre desaliño que da el dinero. Hipies de boutique frente a pijos sin corbata. Y nada más.

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