Nuestra deuda municipal es equivalente a nuestros ingresos anuales. Deberíamos utilizar el presupuesto de un ejercicio para saldar nuestra deuda por completo. Imagine el lector cuán largo sería un año sin gasto municipal alguno: los trabajadores sin cobrar, sin campañas de teatro, sin enclave de agua, sin limpieza en la calles, sin fiestas de San Juan
Si mañana terminase la historia de nuestra ciudad, cada ciudadano que en ella está censado debería pagar 1150 euros para que Soria no pasara a la historia como un municipio moroso. Dicho así, la cosa tiene su gracia porque todos sabemos que la historia no va a pararse en los próximos días. Pero aunque no tengamos que pagarlos mañana, esos 1150 euros por habitante van a ser como una piedra colgada al cuello de nuestros hijos.
Y a mí no me cabe ninguna. Lo que mejor funciona de este ayuntamiento es el gabinete de prensa y propaganda. A 40 y tantos mil euros anuales por cabeza, el amigo y la cuñada de Carlos Martínez, elaboran estrategias y manipulan la realidad del mejor modo posible para que parezca que todo es de color rosa. Es la vieja estrategia de los espíritus autoritarios.
Trato de relajarme de la irritación que la deuda municipal me provoca. Cae en mis manos un libro sobre Theresienstadt, un campo de concentración creado por los nazis con el que trataban de engañar al mundo en su trato a los judios. El campo debía aparecer ante las Naciones como una colonia judía modelo. Incluso se rodó una película para dar esa sensación. Ficción. Pura fachada. Se trataba de un campo de concentración puro y duro, donde las personas morían de hambre y sufrimiento y que fue utilizado como campo de transición hacia Auschwitz y otros campos de exterminio. Mentiras impúdicas.