Uno se forja en la conveniencia y en el espíritu de donde vive. Con estas palabras ha agradecido el sacerdote agredano José Luis Ruiz, este domingo 9 de septiembre, el nombramiento como Hijo Predilecto por su localidad natal. El religioso partió a la entonces Rhodesia en 1960, y desde entonces, su existencia ha girado en torno a favorecer el devenir de las personas que viven en uno de los países más empobrecidos del mundo.
El título fue refrendado por el pleno de la Corporación municipal, en un acto realizado en el Palacio de los Castejones, pero su labor misionera le ha impedido hacerse acreedor en persona de tan merecido título, que comparte en el tiempo con el que fuera párroco Ágreda, Saturio Lapeña, y con anterior nombramiento, con su sobrina, la senadora María Jesús Ruiz, el atleta Fermín Cacho, Heriberto Medina, Moisés Calvo y José María García, estos tres últimos ya fallecidos.
En un discurso lleno de vida y de vivencias, el sacerdote ha relatado cómo fue encauzando sus primeros pasos hacia su camino de vida, gracias a la comprensión y apoyo de padres y hermanos. Aquí ha recordado la promesa hecha a su padre: Cuando sea mayor, seré labrador como usted, ha rememorado, si bien matizando que su labor está en la mies universal, saldando aquellas intenciones de infancia.
Una vida plagada de experiencias, en las que no faltó la complicidad de su compañero de estudios y de vocación, Carlos Omeñaca, igualmente misionero y fallecido en las aguas del río Magdalena, en Venezuela. También ha recordado los años 70, cuando el país africano se vio inmerso en la guerra de la independencia en unos tiempos donde existía el peligro real de perder nuestra vida, así como la madurez de los frutos sembrados en todo este tiempo de misión, tales como el aumento de vocaciones, la materialización de proyectos de desarrollo, de sanidad y de educación, y siempre agradeciendo la generosidad de sus paisanos en la consecución de algunas de estas iniciativas, costeadas íntegramente por las gentes de la Villa de las Tres Culturas.
De todo ello ha valorado no el resultado, sino el proceso por el trabajo en común de los zimbawanos. Un esfuerzo que previamente, en la homilía de la eucaristía dominical, ha explicado se da por la comunicación, necesaria para crecer en la fe y en el bien de los demás.
En el sobrio patio del Palacio de los Castejones, y ante más de dos centenares de personas, Ruiz ha transmitido de forma sencilla una vida de entrega ajena, marcada por la impronta de su fe católica, y gracias al amor a la familia y a sus paisanos, y enarbolando la humildad de la labor callada. Con 76 años, partirá nuevamente a Zimbawe este próximo día 18 a Zimbawe.