Prado en el que se ha localizado la fosa


PROVINCIA
Actualizado 28/05/2013

También se buscaban los restos de Juan Pablo Rica (sastre y concejal de Cultura, 46 años), Bernabé Esteban (jornalero, 37), Juan Ballano (agricultor, 35), Cándido Muyo (jornalero, 26), Máximo Redondo (ferroviario, 36) y Mariano González (ferroviario, 35), todos fusilados en torno a las 14.00 y 15.00 horas del 14 de agosto de 1936. Esta segunda fosa no se buscó, puesto que todos los datos apuntan a que los dos enterramientos están juntos. Se localizará cuando se afronte la exhumación, para sacar todos los restos a la vez. La fecha para la exhumación no se ha concretado, debido a que falta financiación, por lo que se realizará cuando la fundación Aranzadi consiga el equipo de voluntarios suficiente.

Así lo explica el presidente de la Asociación Recuerdo y Dignidad de Soria, Iván Aparicio, que ha remarcado la importancia de la localización. Aparicio no descarta la realización de diversas actividades para recaudar fondos económicos, que puedan adelantar los trabajos de exhumación, “para que las familias tengan cuanto antes a sus seres queridos”. La asociación tiene localizadas alrededor de 80 fosas concretas de fusilados en la provincia.
El presidente de Recuerdo y Dignidad ha agradecido la colaboración del Ayuntamiento de Barcones y de sus vecinos. Incluso se mantuvo una reunión vecinal en la que se informó de la búsqueda de las fosas, algo que habían pedido los familiares.
   Iván Aparicio lamenta que Amelia, una de las hijas del fusilado Juan Pablo Rica, que recibió un homenaje en la Casa de Soria en Barcelona, “no pueda ver la recuperación de los restos de su padre, al fallecer recientemente. Siempre había expresado su deseo de enterrar a su padre, antes de morir ella”.
   Así cuenta Iván Aparicio el relato de la localización:
   “La búsqueda empezó hace 5 años, a petición de los familiares de Cándido, Arsenio y Juan Pablo. Con posterioridad, la Asociación Recuerdo y Dignidad ha ido localizando a los descendientes de las otras víctimas, averiguando que alguno de ellos no los tuvo o están fallecidos, y contactando con los que sí dejaron descendencia.
   Se acudió al lugar donde se suponía estaba la fosa, con cuatro voluntarios de la Fundación Aranzadi (entre ellos el prestigioso antropólogo Francisco Etxebarría), tres miembros de Recuerdo y Dignidad, la alcaldesa (Ana Cobo), el teniente de alcalde (Pablo Muñoz), varias personas del pueblo y un familiar de Arsenio Martínez.
   Nos dirigimos en primer lugar a uno de los dos prados, donde podían estar las fosas. Hicimos dos catas perpendiculares a la elevación, donde un barconense afirmó que se encontraban. La aparición de una pesa de plomo del tamaño de una moneda de 5 pesetas, por parte de un técnico de Aranzadi, alertó de que los seis fusilados de San Esteban podían estar en la otra finca. La que está nada más bajar el camino.
   La pesa se colocaba en las esquinas inferiores delanteras de las chaquetas, para estirar la ropa que no podía plancharse. Uno de los seis de San Esteban, el concejal de Cultura, Juan Pablo Rica, era sastre. Abandonamos la primera finca y empezamos a hacer la cata cerca del lugar de aparición del plomo.
   Hicimos una tirada desde la zona donde encontramos el objeto, con especial atención en la zona donde había dos piedras señalando la división de la finca. Revisamos la roca junto al colmenar buscando casquillos o evidencias de fusilamiento sin concluir nada claro.
Las catas eran de algo más de un metro, donde se situaba el nivel freático y el agua inundaba la base.
   Pablo Muñoz, el teniente alcalde, bajó con sus padres. Antes, Pablo limitaba la fosa más arriba de la primera cata. En torno a la esquina del colmenar o bien a la derecha del camino, si miramos desde abajo. Su madre tenía muy claro, porque su suegro así lo afirmaba cuando bajaban las ovejas juntos, que estaban a la derecha del camino (siempre mirando desde abajo) al lado opuesto al colmenar. Junto a unos espinos.
   Eran más de las tres y media y un grupo fuimos a comer, y a localizar a un hombre que había venido a trabajar al pueblo que tenía una máquina mayor, ideal para derribar la maleza, y tras negociar con quien lo había contratado, la contratamos durante una hora.
   Mientras tanto, Matías Bonilla Pérez, de 86 años, acudía a Valdevelaza y daba una ubicación bastante exacta de donde debían estar enterradas las diez personas. Dice que lo vio de niño escondido en unos riscos. Aparecieron los primeros restos: un fémur, un húmero y una mandíbula.
   Posteriormente, se delimitó la fosa, dejando la de los seis fusilados de San Esteban, sabiendo con seguridad que tienen que estar al lado.
Mientras se limpiaban los alrededores de la fosa, volvió Matías, quien poco después narraba el fusilamiento, con una ametralladora , enterradas posteriormente en dos fosas.
   En sus declaraciones, afirmó que les dispararon desde arriba, a las dos o las tres de la tarde (del 14 de agosto de 1936). Vinieron más de 20 personas. Una de las víctimas salió corriendo y a unos 30 metros lo segó la ametralladora, contó.
   Dice que uno de los fusilados le intentó dar un reloj al cura para que se lo entregara a su mujer, pero el sacerdote declinó cogerlo, porque no se podía hacer cargo de llevarlo a cabo.
A la pregunta de por qué los pudieron enterrar allí, responde que no lo sabe, que sería porque está escondido, era fácil de cavar y estaba al lado de la carretera. Afirma que otro militar les dio el tiro de gracia con un pistolón. Eran falangistas, guardias civiles, y que obligaron a dos del pueblo a cavar las tumbas”.

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