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¿Cómo se proclamaban pregones sanjuaneros hace 70 años?

¿Cómo se proclamaban pregones sanjuaneros hace 70 años?

Actualizado 12/06/2024 19:54

El periodista soriano Francisco Parra recopila 25 arengas del miércoles con el que se abren las fiestas más queridas por los sorianos.

Los primeros pregones de las fiestas de San Juan de Soria estaban redactados en un lenguaje grandilocuente, engolado, rayando la pedantería y la petulancia, muy propio de la época, con mucha retórica y cargados de formulismo. Eran pregones para el lucimiento personal, más que para entretener y convocar a los sorianos a las fiestas. De su lectura podemos deducir que los géneros literarios más utilizados son, preferentemente, el lírico y el didáctico, sin menospreciar el narrativo. Con la perspectiva de los años nos da una idea de cómo se escribía entonces y cómo se hace ahora; de manera más sencilla y natural. Debemos decir, en razón a la verdad, que ha habido unos pregones magníficos, de mucha enjundia, muy trabajados y bien elaborados, como podemos ver a continuación; si usted lector tiene paciencia y tiempo.

El Pregón de fiestas de San Juan, en sus primeros años, (comenzó en 1956) se leía por el Locutor de Radio Juventud de Soria, Roberto García del Río, en cuatro puntos de la ciudad: Ayuntamiento, Diputación Provincial, Gobierno Civil, y Plaza de Mariano Granados. Un año se leyó en el Árbol de la Música, en la Alameda de Cervantes, en lugar de la Plaza de Mariano Granados. Después se haría ya solamente en el Ayuntamiento, excepto de 1976 a 1978, que fue únicamente en la Diputación Provincial, debido a que el Ayuntamiento se encontraba en obras.

En esos primeros años el pregonero debía aparecer -y lo hacía- a caballo, “flanqueado por timbaleros y trompeteros vestidos a la usanza medieval y conducidos a caballo por pajes”, según consta en documentos municipales.

Los orígenes del Pregón se deben a la iniciativa del Jurado de la Cuadrilla de La Mayor de 1956, Manuel Morales Alesón, quien se lo propuso al Ayuntamiento, por sugerencia de un familiar suyo; Alejandro Martínez Paredes.

1956

El primer pregón, de 1956, fue encargado por el Ayuntamiento de Soria a Víctor Higes Cuevas, odontólogo y escritor sobre temas sorianos, por aquel entonces concejal municipal.

Comienza hablando de la “Soria, heredera de gestas y glorias de la heroica Numancia”. Alude a las batallas de Alarcos (Ciudad Real) y de las Navas de Tolosa (Jaén), entre otras, que “rubricaron sus hidalgas huestes guerreras y sus mesnadas concejiles, al frente de las cuales iban los Doce Linajes y diez y seis jurados, estos en vosotros representados”, dirigiéndose a los de 1956.

Luego pide la intervención de Dios y de la Virgen para “pregonar hoy públicamente, al cierzo y al regaño, al solano y al ábrego, el comienzo de estas solemnidades, paganas en sus comienzos, purificadas posteriormente por la Iglesia, dedicadas a la Madre de Dios, Ntra. Sra. de La Blanca, por cuya mediación ahuyente las calamidades de este pueblo sencillo y creyente, de esta tierra parda, cual inmenso sayal del excelso penitente Saturio”.

Pasadas las citas histórica y religiosa, “mandamos y ordenamos que en tan señaladas y tradicionales días dejéis de lado las penas y amarguras, cual días feriados, señalados ya en Nuestro Fuero por aquel Rey que, soriano de adopción, tenía que apellidarse en la Historia ¡EL REY PEQUEÑ0!”

Es a continuación cuando introduce la “cuña” al hablar “de nuestro invicto Caudillo”. Estábamos en plena dictadura.

En lenguaje procesal y jurídico, o de nivel muy culto, para redundar en lo que decimos en el encabezamiento, utiliza “Otro si” e “Ítem más”. En un caso, para conservar los usos y costumbres, “con toda su prístina pureza…” En otro, pide a la juventud “que se comporte (ejemplarmente) en todos y cada uno de sus festejos”. Reclama que no se entrometa “lo antiestético, la carnavalada, ni se quebrante o pierda su originalidad y tipismo. “CONOCIENDOOS”, dice, “son innecesarias medidas coercitivas”.

Termina, a modo de ripio, en los siguientes términos:

“Acaba el pregón, que dictó la historia, con una oración.

Con un ¡Viva Soria! nacido en la entraña de su corazón.

Con un ¡Viva España! Termina el pregón.

La Ciudad dispuesta, comience la fiesta, con… ¡una canción!”.

1957

El segundo pregón estuvo a cargo del también erudito local, Bienvenido Calvo. Es el trabajo más extenso de cuantos se han presentado y leído. Son nada más y nada menos que ONCE folios. Más que un pregón parecía una conferencia de historia de Soria y de los sanjuanes. Vamos a intentar resumirlo para que ustedes tengan una idea sucinta de su contenido. Corría el año de 1957.

El pregonero, tras agradecer la invitación, hacía conjuros de felicidad, para celebrar “las fiestas más originales, comunales y memorables que el mundo conoce en España”.

Abre, a continuación, un apartado sobre “El origen de las Fiestas”, vinculado a la historia del priorato de San Benito. Sigue con datos históricos, para llegar al “Estado del Común y las Cuadrillas” que dice “no contaron con organización hasta el siglo XVI” ya en el contexto de “cómo eran las Fiestas”. Agrega que “El Ayuntamiento, con fecha 3 de diciembre de 1535, dictó unas normas de cómo debían celebrarse las Fiestas de la Madre de Dios”. Según leemos en el pregón de Bienvenido Calvo Hernández, “San Juan de Duero parece que jugó, en la iniciación de las fiestas, un importante papel. Toda la semana se dedicada a la Madre de Dios”. Una cita, cuando menos curiosa:

“El lunes, a María, Sede de la Sabiduría. El martes, al poder de María. El miércoles, a la Conversión de María, después de la Ascensión de Cristo. El jueves, a la visita de Nuestra Señora al Monte Etna. El viernes, a la pureza de María. El sábado, a María, causa de nuestra alegría y, el domingo, a la belleza de María”.

Se ocupa de las insituciones de las cuadrillas, de los cuatros, sobre quién rige las fiestas, par concluir, ya en el folio número once, con los deseos del pregonero:

“Ahora nuestra tierra está en todos los caminos de España. Nos ven, examinan y juzgan muchas personas. La manera de divertirse de un pueblo es un exponente de alegría, pero también de su cultura, de sus costumbres honestas, de sus virtudes colectivas”.

Lo remata, en plan reivindicativo, demandando “nuevas ordenanzas, con Compra por Cuadrillas, sin intervenciones oficiales; Saca, con cabalgaduras y vehículos; Viernes de toros y Sábado Agés, sin notas que los afeen; Calderas más brillantes y Lunes de Bailas, procesional, alegres y bullangueras; sin estridencias, con música, danzas y canciones sorianas. Entonces estará justificado el

“Vivan las fiesas de San Juan”

1958

El tercer pregón (1958) le fue encargado al entonces Director de la Casa de Cultura y de la Biblioteca Pública, José Antonio Pérez-Rioja y García-Sierra. Un hombre culto, donde los había, doctor en Filología Clásica, bibliotecario facultativo, escritor-investigador. Nacido en Granada, recaló en Soria, por amor a la tierra de sus antepasados. Un buen pregón.

Abría diciendo: “No haría falta pregón alguno a tan tradicionales fiestas porque ellas mismas se pregonan solas”, para extenderse luego señalando que “el secreto de su pervivencia y de su arraigo popular” está en lo hondo que han calado en el corazón de los sorianos. “Hasta el siglo XVI no hay documentación precisa de estas fiestas patrocinadas por los hombres buenos del antiguo Estado del Común”. Agregaba que “hay esencias que se escapan a los archivos y a la historia”, pero “basta con que se palpen en el ambiente”.

Estaba convencido de que “desde que Soria existe, ha tenido que existir también, latente en el alma de cada soriano, el germen de las Fiestas de San Juan, hasta que un día, con el solsticio de verano se transformase de embrión en una plena realidad de luz, de sol y de alegría”.

Repasa la evolución festiva y habla de la emoción del soriano en defensa de “usos y costumbres”. Pide que se reflexione porque “lo que verdaderamente se debe salvar y conservar, vivo y puro, es el espíritu de las Fiestas”. Añade que “esta especie de culto a la tradición nace en cada nueva generación de sorianos, transmitida de padres a hijos. Y “ese vínculo familiar de Soria era el que propiciaba que las Fiestas se conservaron en sana y cordial convivencia”.

Recordaba que “estos días de San Juan, más de un abrazo de paz hizo olvidar disgustos o rencillas”. Incluso iba más allá: “Se cuenta que un soriano, cuyo defecto habitual era beber, dejó de hacerlo esos días” para que no le involucraran en peleas y en pro de “la armoniosa cordialidad que reinaba entre sus vecinos”. Y hacía la siguiente reflexión: “La sana y honesta diversión de cada uno debe empezar y terminar allí donde no llegue a molestar a los demás”.

“Divertíos, sí”, continúa diciendo “pero correctamente”. Y dirigiéndose a los jóvenes lo hace en estos términos: “Pensad que ahora estáis cimentando los Usos y Costumbres y sois vosotros los que transmitiréis esa esencia festiva a las generaciones venideras”. “Así, pues, -concluye- mantened, vivo y puro, el espíritu inalterable de nuestras fiestas tradicionales”.

El final era la socorrida frase de ‘¡Vivan siempre las fiestas de San Juan!’

Entre los años 1959 y 1964, ambos inclusive, pasaron por los balcones del Ayuntamiento los textos literarios, hechos pregones, de los principales y más destacados representantes del periodismo local. Hay que resaltar que para los años 1961 y 1962 se convocó un concurso, resultando ganadores Juan Ríos Suarez y Miguel Moreno Moreno. Éste último ya lo había sido en 1960, año en que fue Jurado de la Cuadrilla de La Blanca, de donde surgió su libro ‘Leyenda blanca del cargo de jurado’

Vayamos por orden cronológico.

1959

El 24 de junio de 1959 el pregón lo redactó Celestino Monge Herrero, director del periódico local Campo Soriano, muy dado toda su vida a escribir ripios dedicados a los jurados de cuadrilla de cada año, resaltando las virtudes y oficios de cada uno de ellos.

En cuanto al pregón, vamos a desmenuzarlo brevemente.

Estaba muy bien armado, con buena literatura y adornos lingüísticos; con mucha erudición. Digamos que Celestino Monge Herrero se “lució”.

Comenzaba haciéndose la pregunta de “qué sucede a los sorianos, tradicionalmente silenciosos”, tan bullangueros esa noche. Y él mismo respondía: “¿Pero no sabe usted que van a comenzar en esta ciudad, remanso de amor y galanía, limpio concepto de hidalga sencillez y maravillosa conjunción de arte y de belleza, que van a comenzar, repito, las Fiestas de San Juan, sin parangón en el mundo, por la pureza de su tradición, por la fastuosa grandeza de sus costumbres y el subyugante tipismo de las mismas, con exclusiva de singularidad en todos sus actos?”

El escenario es, decía, “esta plaza Mayor donde se congregan jóvenes y ancianos, señoras y doncellas, menestrales y pudientes, que esta es la hermandad emocionante que Soria sabe perpetuar a través de los siglos”.

Hablaba de la “alegría de Soria, que permaneció represada por espacio de un año…que hace un alto en el camino para abrillantar, con nuevas facetas, el fúlgido diamante de sus tradiciones”.

Utilizaba luego, para adornar su “discurso”, palabras tales como “emoción, sorpresa, joya románica, acogedora y hospitalaria, noble, grande, limpia, claridad del alba…”

E invitaba a los forasteros en estos términos: “Que vengan a Soria a vivir estos festejos de una belleza indescriptible, como actores y espectadores, y conservarlas con dignidad y con decoro”.

Hacía, a continuación, un puntual y certero repaso a cada uno de los cinco días sanjuaneros. Y se refería al “majestuoso espectáculo de La Saca”, de la “belleza incopiable del Viernes de Toros”, del “tipismo del Agés”, de la “espectacularidad del Domingo de Calderas, engalanada con el ropaje de la sublimidad”, de la procesión del Lunes de Bailas, “cortejo de amor a la Reina del Cielo” y de las “danzas a orillas del Duero”.

Concluía así: “Y, el pregón terminado, comenzad ya las fiestas dando a los aires jubilosos de nuestra tierra, lo que ha de constituir el santo y seña de estos felices días”.

‘¡¡¡Vivan las fiestas de San Juan!!!’

‘¡¡¡Viva Soria!!!’

1960

Nos adentramos, seguidamente, en el pregón de 1960. Fue una pieza literaria bastante extensa, en la que utilizaba un lenguaje rebuscado, como todos sus antecesores. Abusa, a veces, de frases largas que no favorecen su lectura o escucha. Pese a estos ‘peros’ fue un pregón con un buen formato en su ilación, entramado, desarrollo y conclusión.

Este era su comienzo: “Caballeros Linajes. Jurados de Cuadrilla. Viejos hidalgos e infanzones. Hombres buenos de la Tierra, aquí presentes, como herencia y permanencia de la Soria medieval: de sus vecinos, facedores, atemplantes y moradores. Forasteros amigos. Mozas y mozos: riada de nueva vida, de luz y de color…” Y así continuaba una larga introducción para pedir que escuchen “Mi sorianoI pregón”:

Hacía saber que “está acordado en doce simultáneas asambleas populares, plenamente democráticas […] en verdadero y universal Concejo abierto, celebrar las tradicionales fiestas de Calderas”. Son “fiestas solsticiales, antañonas, simbólicas, magníficas y bulliciosas”.

Acto seguido invitaba a buscar “en nuestras arcas de Cuadrilla, entre los pergaminos enrollados y los legajos humedecidos, la esencia viva, que está en el ser leales, nobles, hospitalarios y caballeros”, haciendo honor a la leyenda de “Soria Pura”.

Dirigiéndose a sus compañeros Jurados les dijo: “Pero vosotros, tan bien, cual yo, sabéis, cómo ahora nos sentimos más sorianos que nunca, porque en el bastón renacen y reviven las personalidades de claros varones, que en los siglos fueron…” Y repasa una larga lista de oficios, desde artesanos, plateros y mercaderes, tundidores, badaneros, hasta arcabuceros y cerrajeros.

Luego demanda: “Apurad la belleza de las Instituciones del pueblo […] que les mereció el privilegio de salir a campaña, solamente, acompañando al Rey. Que para servir a Reyes sólo nacieron los Capitanes, los Alféreces y las Mesnadas de Soria”.

Miguel Moreno hace alusión a algo que no es usual en estos casos; el Libro de Cuadrilla: “Recogerá nuestra cordura y nuestra disipación. Sus páginas amarillentas, en actas manuscritas con las más originales caligrafías, dirán cuál fue la estela, la luz y la verdad de las Fiestas de la Madre de Dios o de Calderas”.

Y el ruego final: “Antes de que se apague su voz, del pregonero, que quiere reclamar también ahora para que surja, viva y solemne, la voz del Heraldo de los siglos, la vuestra, la voz del pueblo llano…todas unidas para fin del pregón…” gritar

‘Jurados, ¡Viva Soria!’ Vecinos, ¡Viva Soria! Amigos, ¡Viva Soria y las fiestas de la Madre de Dios!

1961

Juan Ríos Suárez elaboró un bonito y cuidado canto a las fiestas; aunque sencillo para que se entendiera fácilmente. De “tamaño” entraba en lo que puede considerarse “normal”. Corría el año de 1961.

Tras el saludo de rigor, y dirigiéndose a toda la ciudadanía, escribía: “Id y pregonad [que dan comienzo las fiestas de San Juan o de la Madre de Dios o de la Alegría] la gran suerte, para que nadie se asombre de ver reír, cantar y divertirse, a una ciudad entera, que lleva fama de austeridad y sencillez. Pero antes pide que le ESCUCHEN TODOS: “Confieso que yo no sé qué tienen estas fiestas que, sin publicidad de ninguna clase, por sí solas, se han hecho famosas.

Asegura que “muchas ancianas, terminado el Rosario, en estos instantes están tarareando el “Moza, si a la Compra vas…” Fiestas, dice, que “una vez vividas no se pueden olvidar”. Alude a la “alegría, una alegría que entraña en sí misma gozo, regocijo, contento y todo ello porque es un movimiento vivo del espíritu”. Insiste en “alegría” unida a “religiosidad pura y castellana de estas fiestas”. Vuelve a incidir en las palabras “alegría, regocijo”, que deben ir parejas con “la nobleza, sin rencillas ni malquerencias; ejemplo de nuestra raza soriana”.

Al hablar de los orígenes de los sanjuanes, asegura que “como sabéis no se ha podido concretar con toda certeza, si bien, en parte, datan de la ceremonia de bendición de Calderas que se celebraba en un convento” intramuros. Son “una heredad que permite que nuestra Ciudad despierte gozosa en un amanecer de bullicio”.

“Es fácil, continúa el pregonero, “que cuando amanezca y luzca el Sol se pondrá un pañuelo rojo y mirará con picardía al resto de los astros”.

“VAN A EMPEZAR LAS FIESTAS, que son como un domingo hecho seis días para llenar la explanada de reposo, con una tranquilidad intranquila”.

“ESPERAN HORAS FELILCES que pasarán fugaces y que morirán al final de las Fiestas, señalado inexorablemente por el tiempo inoportuno”.

Ya casi al final recupera la palabra antigüedad, cuando dice: “Es verdad que siendo tan añejas a todos nos huelen ahora a recién hechas. Por eso sigámoslas conservando con toda su pureza, para que sirvan de descanso y feliz esparcimiento de un año de trabajo”.

Remata el pregón así: “¿no os parece oí clarines tocando a gloria? Pues vamos a empezar a vivirlas.

¡¡¡VIVA SORIA Y VIVAN LAS FIESTAS DE SAN JUAN!!!

1962

El segundo pregón que escribió Miguel Moreno Moreno para los sanjuanes desarrolla una idea muy original. Tiene por escenario el Castillo, con el Rey Alfonso -en Soria el Rey pequeño- como figura central, presidiendo una “asamblea”. Fue para las fiestas de 1962.

El pregonero “recrea” en ese espacio de nuestra ciudad diversos momentos, en los prolegómenos de las fiestas, como vamos a ver seguidamente.

“En lo que aún queda de la plaza de armas, en nuestro viejo y venerado y desalquilado castillo medieval…se ha celebrado esta tarde un cónclave magnífico y solemne, en el que han participado personajes tan familiares nuestros, tan vinculados a Soria, que presto podréis reconocerlos”.

Agrega que “en el que fuera otrora recio baluarte […] ha podido quedar emplazada el asta en donde tremola el estandarte blanco de la Ciudad”.

Y sigue describiendo otras zonas del Castillo: “A siete palmos más abajo […]sobre una de las troneras […]presidía un escudo tallado en madera y policromado luego; el busto del Rey Don Alfonso […]presidía, en verdad, el Concejo de nobles personajes castellanos…”

Continúa el relato: “En sitiales de piedra los personajes vivos, con voz y voto: un Alcalde de Barrio […]en representación de las Doce Cuadrillas; un roble añoso […]de los que beben a la tierra sus jugos en las laderas de Cañada Honda, en Valonsadero”. También asisten “un lucero […]el sol de los sanjuanes, y, cercano, aunque no haya podido abandonar su lecho, andariego a la vez […]desde su valle, el río”.

Y como no podía ser de otra manera, dice la crónica: “Ha abierto el Rey Alfonso la asamblea. Y ha saludado a tanta buena gente […]desde que con él fueron a Alarcos -a morir- o a las Navas -a vencer- […]para referirse a las fiestas de San Juan; que tienen su raíz en la excelsa virtud, cual es la amistad entre los vecinos, la caridad entre las gentes y el amor en las familias”.

Sigue el relato de la asamblea en la que intervinieron “el Alcalde de Barrio -Jurado de Cuadrilla-, la vecina, los mozos de Cuadrilla, el duro y añoso roble, el lucero, el sol y el río”. Con el Rey Alfonso, de soriano escudo, “han coincidido en lo justo, prudente y necesario que es celebrar de nuevo las Fiestas de San Juan o de Calderas, que la ciudad de Soria viene ofreciendo a la Madre de Dios”.

“Se disponía el Rey a dictar su pragmática sanción. Y el Jurado de nobles caballeros a rubricarla, confirmando el real documento” cuando “ha resonado la voz y el eco de la primera campanada de las once, en este reloj público, testigo de tantas glorias sorianas, y cronómetro mayor de tantas horas y fechas”.

De repente “la Asamblea se ha disuelto apresurada […] algunos de los personajes han corrido a esta plaza”, donde están todos, cada cual cumpliendo su misión para el desarrollo de todos y cada uno de los festejos, de los 5 días de San Juan.

Así que ¡¡¡HAYA FIESTAS, SORIANOS. QUE HAY ACUERDO, ENTRE TODOS, DESDE EL ROBLE HASTA EL REY!!!

1963

Isaías Pascual Moreno, que era sacerdote soriano, compatibilizaba su vocación religiosa con la de escritor y periodista. Ha sido el único caso en el que un presbítero soriano haya sido pregonero de fiestas. Y si nos retrotraemos al año 1963 podemos pensar en el impacto que causó. El propio cura, que recibió muchas críticas por parte del clero y otros estamentos religiosos, a la vez que muchas felicitaciones por distintos sectores ciudadanos, contaba en una entrevista periodística que, la noche del Pregón, por algunas esquinas de la Plaza Mayor, había “apostados” algunos compañeros clérigos ejerciendo de espías del Obispado.

Fue un pregón “periodístico”, de frases cortas y vibrantes, en lenguaje poético y lírico, fruto de la sensibilidad de su autor, resultado de su gran formación académica, hecho con mucho MIMO. Para quien esto escribe -y es una opinión personal- es de los mejores que se han hecho. Conocía bien al soriano-sanjuanero y lo supo plasmar en el siguiente pregón. El comienzo era distinto a todos los anteriores:

¡SORIANOS, MIS HERMANOS!

Hijos todos del padre Duero y de la madre tierra de Castilla…

¡OÍDME!

“Bajo la luz soriana…nace el pregón. Voz de émulos gloriosos de Numancia. Clarín de Soria sanjuanera. Vibrar de pechos nobles e hidalgos. Rasgueo de notas calientes en las cuerdas linajudas de nuestras calles. Tradición vigorosa en la alegría de los ojos. Arcoíris de fiestas que pasaron y volverán a pasar…Pregón de iluminaria radiante. Generosidad hospitalaria de los portadores del “alto llano numantino”.

Que un pregón comenzara con este texto de D. Isaías, como era conocido en Soria, supuso un efecto-acogida destacadísimo entre los que lo escucharon en vivo y en directo en la Plaza Mayor. Luego lanzó un…

¡OÍDME, Jurados y Cuadrillas de Soria entera! “Hombres de hoy en costumbres antañonas y recias”.

Acto seguido se dirige, de igual forma a… “¡Mozas y mozos sorianos! Piñorras de Urbión y del Moncayo…Fuerza y juventud. Sol de Valonsadero y griterío de los sanjuanes”.

Pide que le escuche la “Ciudad del alto Duero”. “Hecha piedra con cimientos de Linajes, y formada en oración con repique de campanas. Mirón y Espino. Soledad y Mayor…hoy La Blanca entre la luz y la música”. Sigue citando varios monumentos sorianos, para pedir nuevamente atención:

¡OÍDME todos, hijos de Numancia y mensajeros de España!

En este apartado denomina “pentagrama sanjuanero” los cinco días festivos. Y enlaza con el siguiente párrafo en estos términos: “Por tanto…

¡ENTONAD, Cañada Honda! Ayer “La Compra” y luego “La Saca”. Tapices ambos de hermandad sobre la esmeralda de Valonsadero. Manteles y bordados de Juradas. Yantar de amigos…Música de Soria…Corceles briosos, y a la grupa, el pañuelo pimpante de la belleza soriana…”

Describe con un fino lenguaje poético los días de San Juan. Pero antes de que lleguen los festejos hace un llamamiento:

CONVOCAD la prudencia y el consejo, la hospitalidad de Soria…

REVENTAD ya el néctar sangrante de los odres de Cuadrilla”, y…

DESATAD, en fin, los viejos pergaminos de nuestros centenarios “Usos y Costumbres”, al conjuro feliz del grito abierto:

¡¡¡VIVA SORIA Y VIVAN NUESTRAS FIESTAS!!!

1964

Si el anterior pregonero venía del mundo de la prensa escrita, el de 1964 lo hacía de la radio; de la única que por aquel entonces había en Soria.

Rafael Bermejo Mirón, extremeño de nacimiento, soriano de adopción “sintonizó” pronto con la Soria de la época, siendo uno más en todo. Y lo demostró en el pregón que nos disponemos a “desmenuzar”. Rafael, como Isaías, era otro experto en frases cortas. En el caso de Bermejo, por estar a costumbrado a hablar a los oyentes de radio, a los que había que dirigirse así para facilitar la comprensión de los textos. Fueron casi 3 folios.

SORIANOS:

“De orden del señor Alcalde Mayor, y de los doce Alcaldes de Barrio, os saludo y convoco”:

“Las once campanadas del reloj de la Audiencia se han roto en el aire y, arropadas para siempre en el cielo limpio de Castilla, bajo las estrellas más luminosas del mundo, anuncia la maravillosa nueva”.

Luego les pedía a los sanjuaneros: “Poned gozo en el corazón, risa en los labios y canciones, porque el milagro que desde siglos es vuestro mayor tesoro vuelve a darse”.

El lenguaje poético lo plasma en la siguiente frase: “Como flor temprana se abre, al conjuro de esta maravillosa noche de San Juan; el haz incomparable de cinco jornadas capaces de llenar una vida”.

Seguía en estos términos: “Aquí tenéis vuestras fiestas: que tienen vida porque les dio el ser un pueblo que supo morir para vivir siempre; que conocen del amor y las ilusiones de los hombres recios y una estirpe […] de corazones nobles”.

Dirigiéndose a las personas de diferentes edades les decía: “Escuchad, vosotros, los jóvenes que sentís la sangre martillear en las venas; vosotros, hombres con años, cargados de nostalgia; vosotras, mujeres, de la alta meseta, que tan cerca del cielo os pone. ESCUCHAD: En vuestras manos está el más estupendo de los legados. No los manchéis. No los cambiéis”.

Entendía el pregonero que los “Usos y Costumbres son derroche de amor; admiración de propios y extraños […] que no son cosa de un día”. Por tanto, “abrid vuestros brazos y vuestro corazón a los venidos de fuera. Dad a todas las direcciones de las rosas de los vientos vuestro mensaje de luz y alegría. Haced acopio de fuerzas para “La Saca”, “los toros del Viernes”, “en los Agés”, “esperan las Calderas”, “San Polo vivirá el Lunes de Bailas...”

Entrando en los últimos compases dice: “Venid, que los sanjuanes comienzan. Echad fuera pesares y volved a ser sorianos sanjuaneros. Venid, y todos juntos, hermanados, vivamos el gozo y la alegría de unas fiestas que no tienen igual en el mundo. Hombres y mujeres venidos de todas las tierras,”

Sorianos

¡¡VIVA SORIA!! ¡¡VIVAN LAS FIESTAS DE SAN JUAN!!

1965

Pablo Luis Velilla Alcubilla, abogado de profesión, plasmó un buen pregón la noche del 23 de junio de 1965. Se nota su dominio del lenguaje, para atraer la atención de cuantos le escucharon en la Plaza Mayor. Y, para entusiasmar a sus paisanos, desde el mismo instante de su aparición ante el público decía:

“De las fiestas de Calderas, antañonas y tradicionales, que tienen a la Virgen de La Blanca por patrona […] Ancestrales festejos, quintaesenciados en la entraña más pura, en la querencia más íntima del alma soriana…”

Y, entre signos de exclamación, para intentar llevar aún más a su terreno a todos, se lanza y dice: ¡Fiestas de San Juan! ¡Ay, madre, que grandes son! ¡Qué tremendas sus canciones y su fuego!!

En ese mismo tono de elocuencia se luce describiendo, con mucho acierto, cada uno de los 5 días de San Juan.

“JUEVES DE LA SACA: Romance de romeros y jinetes y de bravíos bureles recién llevados a la Vega ancha de San Millán…”

“VIERNES DE TOROS: Fantasía de sol y de vino recién nacido, grito desgarrado de hombres que, ansiosos de gloria y de sonrisas, visten los alamares raídos de sus trajes alquilados…”

“Y SU SÁBADO AGÉS: Subasta de los despojos del toro muerto, al ritmo enervante de los Cuatros que gritan, de los jóvenes que pingan, de los viejos que añoran, del vino que desborda…”

“Y SU DOMINGO DE CALDERAS: Desfile de luz, de rosas rojas y de oros viejos y amarillos de los campos castellanos. Hilo sutil que prende en la poesía de sus calderas y atavíos, de sus aderezos…”

“Y SU LUNES DE BAILAS: Romería de la ciudad que se asoma al río y otea desde la pradera de San Polo…”

Es fácil imaginar que, con el público entregado, en tono convincente, cuál sería la respuesta general, cuando convocaba a todos “entre los muros grises de esta Plaza Mayor de Soria”.

“SORIANOS VIEJOS, SORIANOS JÓVENES, MADRES DE MI TIERRA, PANDAS SANJUANERAS, MOCITAS SORIANAS […] A TODOS OS REQUIERO Y OS INVITO A QUE GOCÉIS LAS FIESTAS DE SAN JUAN”.

“ADELANTE, sorianos: Que las fiestas de San Juan son compendio, esencia y esperanza, de una tierra, con hadas de plata en sus encinas, en sus acacias, en sus sendas calladas”.

“ARRIBA, sorianos: Vivid las fiestas grandes de un pueblo excelso, progenitor y destinatario, testamentario y heredero de la misma hidalguía”.

Y terminaba gritando: VIVA SORIA, PURA, HIDALGA. ¡ARRIBA LAS FIESTAS DE SAN JUAN!

1966

Del Pregón de Nobel de Literatura, Camilo José Cela, leído la noche del 29 de junio de 1966, solo podemos hacer que ir recogiendo citas y resaltar diversos fragmentos. Ha sido, sin duda, el personaje de mayor nivel y de mayor proyección mundial; todo un honor para Soria y para las fiestas de San Juan haberlo tenido de PREGONERO. El suyo fue un trabajo vitalista, en el que hizo un canto al toro y al vino.

Nos limitaremos, por tanto, a ir trascribiendo algunos momentos de aquel pregón, que comenzaba así: “Son dionisíacas y turbulentas las fiestas de los pueblos sobrios, y Soria, que es la viva y heroica imagen de la sobriedad, se dispone a celebrar su anual Fiesta del Toro, tirando la casa por la ventana; cantando hasta enronquecer, bailando hasta más allá de los límites de la resistencia del fuelle y de los músculos; bebiendo vino y corriendo toros igual que en las ejemplares jornadas -que jamás fueron y ahora son- de un dios Baco vestido de banderillero”.

Para seguir diciendo: “Aún quedan por el país, por España, sitios decentes en los que se adornan los caballos y los automóviles con guirnaldas de codornices, y se corta el jamón con hacha de poco filo, y se reparten los tasajos del toro de la función entre los caballeros y los mesnaderos, los labriegos, los artesanos y los pastores”.

En el párrafo siguiente sale a relucir el “toro Jubilo” del que se compadece. Para continuar: “Una semana sin dormir no sienta mal al cuerpo si el alma se sabe mantener alegre a golpe de bota de vino tinto y tensa, el puro rítmico y saludable compás de las charangas de las doce cuadrillas y de las que van por libre”.

Tras citar unos versos de una sanjuanera, “A la jota, jota, jota de San juan…” se traslada a Valonsadero, por cuyos “prados”, dice, “cruza el Espíritu Santo disfrazado de querubín florido, y por la cortada que dicen Cañada Honda muge el toro del sacrificio, la bestia que todavía ignora su pública nupcial cita con la muerte”.

Asegura que “con cangrejos, truchas, palomas, chorizo, jamón y cecina” -y cita varios ríos, parajes y pueblos sorianos- “todo empujado por el gañote abajo con paciencia y con vino peleón, ya se puede ir tirandillo” todos los días de San Juan, “y lo que a uno le echen, que para eso uno está”.

Entrando en la recta final nos encontramos con que “todo lo que acontece en Soria durante las Fiestas del Toro y de San Juan o de la Madre de Dios no tiene más inmediata explicación ni maldita la falta que le hace”.

Y, ahora sí, llega el final: “¡Las Fiestas de San Juan van a dar comienzo! ¡Viva San Juan! Y la paz que se disfraza de guerra va a estallar, está estallando ya. ¡Por las fiestas del toro! ¡Por Soria! ¡Y por todos, sin dejar a nadie fuera, suenen las charangas! ¡Y corra la bota! ¡Viva Soria!

1967

En tres folios y medio, el ingeniero de montes, Jaime de Foxá Torroba, vinculado a Soria por lazos familiares, acometió el pregón de 1967, teniendo como referente el del año anterior del Nobel Camilo José Cela, por lo que lo tenía difícil. En aquel entonces era director general de Caza y Pesca fluvial.

Y comenzaba muy bien: “Ha sido la voz del reloj -metálica, serena- mejor que la andariega y audaz del charlatán viajero la que, en verdad, ha confiado al clamor trascendente del Pregón a la temblorosa discreción de las estrellas”.

Continuó refiriéndose a los sones de la “campana de la Audiencia”: “Y han sido sus bronces vibradores los que, con más razones que el verbo pregonero, han explicado desde su noble cátedra que, por un año más, el tiempo se ha cumplido y ha sonado el clarín de la alegría nueva”.

Pasa luego a hacer un llamamiento a los ¡sorianos!: “Oídlo, pálidos cerros de tomillo y roca; angustiados calveros; secas lomas, que rodeáis a Soria como rosas escuetas y entrañables”.

Repasa la geografía provincial, que él conocía muy bien: “Las serranías, las cumbres, el padre Duero, el recio Moncayo, vegas bajas de Gormaz y Berlanga”, “elevadas soledades de Medinaceli o escondidas de San Pedro Manrique” y pide atención para “los campos de El Burgo de Osma”.

“¡Oídlo, escuchadlo, atendedlo -en fin- hombres de Soria! ¡Llega la fiesta!

Alude a sus amores; “la admirada Soria” con la que dijo tener “deudas añejas que saldar y que me quema el alma de encontrar ocasión de liquidarlas”. Confiesa que “al revés de Machado, en su autobiográfico verso de su niñez en Sevilla” “yo podría cantar precisamente que mi infancia son recuerdos de un valle de Castilla, pinar alto y lejano por donde corre el Duero”.

Recuerda “años de mocedad” en Vinuesa. “Enciéndase, pues, Soria entera. Enorgullézcase el Concejo; preparen sus avíos los jurados; luzcan sus mejores galas las juradas…”

Y hace una observación: “Nadie se considere no invitado. Echaos a la calle… Con ternura teológica unió Soria la gloria de San Juan con la exaltación de la Virgen Bendita…

Tras la referencia religiosa retorna a los específicamente festivo profano: “Ya callaron los metálicos sones del reloj de la Audiencia…”

“¡Gentes de Soria, todos! ¡Oíd […] El aire duerme en calma, lucen sobre el humilde sueño de la meseta, ¡las heladas estériles del cielo numantino”!

“¡Escuchad! [...] Llegan de las sierras de Urbión brisas de cumbre con olor a resina y a pinares dee tronco anaranjado…”

“¡Atended! [...] Del Duero suben rumores becquerianos, incienso de San Saturio, temblor de verdes álamos…”

“¡Alzad los corazones! [...] Que bajo esos cielos; bajo esas estrellas; entibiados por estas brisas y por esos recuerdos ya estallan en las calles como pirotécnicas ruedas de chispas y colores, nada más y nada menos que las sorianas fiestas de San Juan…

Cierra y despide en los siguientes términos, sin recurrir al clásico Viva Soria:

HE DICHO

1968

Para dar el pregón de 1968, el Ayuntamiento eligió al pedagogo soriano Anselmo Romero Marín, quien fuera vicerrector de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de Madrid.

Como en el caso de su predecesor puso énfasis en temas de naturaleza y medioambiente. Utilizaba mucho adorno literario: “El maravilloso reloj del firmamento, con su callada música celeste, está dando en estos días la hora del solsticio de verano y nos concede una tregua el afilado cierzo del Urbión; y por la cuesta arriba de una tímida y vacilante primavera…”

Para el pregonero era “tiempo de plenitud, que se hace oro en las mieses; dulzor en los frutos de los árboles; embriagador aroma en las flores […]; gozosa vitalidad en el retozar de los corderos…”

Y continuaba con el lenguaje rimbombante que utilizó durante todo su parlamento: “También el hombre. Desde los tiempos más antiguos ha sentido por el sol gratitud y veneración religiosa…” Saca a relucir “el paso del fuego, el Toro Jubilo, o el Museo del Toro…” teniendo por referente principal “el ritual sacrificio del animal que simboliza la máxima fogosidad vital: el toro ibérico”.

Hace una cita religiosa: “Sobre nuestra tierra se hace la luz del Evangelio; los dioses de la paganidad ceden su puesto al Dios único […] Las primitivas fiestas adquieren una nueva significación […]; ya no se rinde culto al Sol como fuente de vida, sino a la Maternidad divina de María”. Aunque siguen siendo “las mismas fiestas ancestrales, pero cristianizadas por el agua del Bautista”.

“Son fiestas de exaltación vital en el incomparable paisaje de Valonsadero; con “nuestros mozos, símbolo de agilidad y valentía en la Saca; fiestas bravas en el redondel del Viernes de Toros; de colorido el Domingo de Calderas, y el Lunes de Bailas en la pradera de San Polo”.

Habla de los cambios experimentados, cuando se refiere a la presencia de vecinos de localidades próximas “en la Plaza de Herradores, ofreciendo sus caballerías en alquiler para la Saca”, sustituidas por “caballos mecánicos de un automóvil”. Y agrega que “el espíritu que anima estas fiestas sigue siendo el mismo”.

Hace un canto a lo “celoso que es el soriano con sus tradiciones”.

Saca a relucir el “Estado Llano del Común”, “la renta de tajones de Valonsadero”; la reforma de las “Ordenanzas” rechazadas por los sorianos; la “supresión de las fiestas de toros por Fernando VI”, soslayada por la autoridad municipal.

Como algo destacado se refiere a la “organización de las Cuadrillas, con la Institución de los Jurados y los cuatros”, así como al gesto de los “doce sorianos” que ese año fueron voluntarios, sin olvidar ni menospreciar “el papel de las Juradas y colaboradoras”.

Habla de la hermandad del Domingo de Calderas y de la “nostalgia” de los sorianos ausentes en cuyos “oídos resuena el eco” de los 5 días de San Juan.

Y termina: “Sorianos. Un año más celebramos las fiestas con la brillantez y la belleza tradicionales; con la mesura, dignidad y buen gusto que caracterizan a nuestra querida ciudad de los Doce Linajes”.

Y remata con los clásicos: ¡VIVA SORIA! ¡VIVAN LAS FIESTAS DE SAN JUAN!

1969

Dámaso Santos Gutiérrez, muy unido a Soria, era crítico literario del desaparecido diario “Pueblo” de Madrid. Ejerció el honroso cargo de pregonero de los sanjuanes el año 1969.

Está centrado en el desarrollo del binomio Toro y Juventud, como veremos seguidamente.

Utilizando el lenguaje taurino diremos que comienza de modo valiente, comparando “la sangre moza” del toro con la de “mocedad todo bravío” que ocupaba la Plaza Mayor. “Y es el mejor y de la mejor casta, el toro que nunca falla en las fiestas de San Juan”.

Se refiere a continuación a la incertidumbre existente sobre la antigüedad de los sanjuanes en contraste “de lo que sí estoy seguro es que llega y perdura con el poder de la juventud”.

Sigue aludiendo al paso de los siglos “llevándose muchas cosas y dejando recuerdos de esplendor y de gloria”.

Para el pregonero, que sigue utilizando el paralelismo entre toro y juventud, “el ánimo festero” es como “un ardiente toro que ha estado encerrado toro el año en una jaula de invierno” y que “en esta Plaza Mayor, bulle, muge y se encampana pidiendo jaleo”.

No quiere que sus “palabras pregoneras sean una dilación” para el “momento supremo” del comienzo de las fiestas.

Continúa con la semejanza del toro y la sangre caliente de los sanjuanes “que ha disuelto, de repente, los hielos y los fríos, los aburrimientos y los sinsabores, los achaques y monotonías de todo el año”.

Pregona que “vamos a empezar inmediatamente, con permiso de la autoridad competente, y aunque el tiempo lo impidiera, las jornadas de júbilo en la paz y en la armonía, igualdad y hospitalidad de siempre”.

Pide que “corra el vino de la bota que no se agota” y que “el ruido inunde calles y plazas, con el pleno albedrío, el brinco, el grito, el ritmo y el impulso de la juventud”, para demostrar que “el brío juvenil que aguanta, mientras el cuerpo aguante” proviene de “las fiestas de San Juan, raíz y solera de las mejores ganas de pasarlo bien en España”.

Para intentar enardecer al público presente en la Plaza Mayor, remata el pregón en estos términos: “¡Suene la gaita, ruede la danza! Venga de una vez el estrépito, que se desmande por fin ese toro que está entre vosotros, que está en la sangre”. Para, a continuación, proclamar que “el sol que sale para todos, que calienta a todos, que mantiene a todos, llene las praderas de San Juan con trébol de cuatro hojas del amor”.

Y remata anunciando que ¡Han comenzado las fiestas 1969!

1970

Uno de los pregones más breves de aquella época (quizás por aquello de que “lo breve y bueno, dos veces bueno”) fue el que escribiera Augusto Miralles Slocker, ingeniero agrónomo, destinado en Soria, para los sanjuanes de 1970.

Comenzaba haciendo un canto a la llegada del verano; al regreso de “las merinas” que ya “pacen en la montaña la hierba que brotó al rezumar las últimas nieves”, elevando su canto a la naturaleza.

Habla de “las Cuadrillas, de las peñas, de los sorianos de dentro y de fuera. Llena a rebosar está la bota, florecido el pelo de las mozas, a punto la música callejera, los miembros ávidos de brinco y las gargantas de canciones”.

Da un paseo por el monte sagrado para los sorianos y ve que “entre los prados de Valonsadero, tachonados en oro de aliagas y brezos en flor, esperan los toros de San Juan”.

Repasa los 5 días festivos: “Mañana, jueves La Saca,” los novillos “correrán su postrer estampida campera; el viernes doblarán peleando a plaza llena; el sábado, sus despojos serán objeto de puja […] antes de que su carne hermane a todos los sorianos en el mismo banquete. Tendrán, en las calderas del domingo, el homenaje póstumo de unas guirnaldas de rosas”. Después llega la loa: “Honor y muerte al toro, sacrificado y consumido con unción, como si se tratase de una ceremonia totémica para celebrar el solsticio, cuyo paganismo se hubiese querido cristianizar con la secuela de la procesión ante la Virgen Blanca y la romería que acampa sus meriendas junto a la ermita del Santo”.

Califica a Soria de “poetisa del Duero, que rimas los álamos y las piedras…Entonarás un himno a la alegría con su coral de canciones populares”. Continúa utilizando un lenguaje retórico y habla de “sonidos nuevos […] en sus notas atacadas de vino y de ronquera, con los brazos abiertos, el trago de la bota, y la mano tendida para enlazarse a danzar y saltar todos juntos hasta que la traca del lunes de bailas deshaga en humareda sus últimos estallidos”.

Y concluye: “¡Forasteros y sorianos!: ¡Felices Fiestas! ¡Viva Soria y Viva San Juan!

1971

Gabriel Cisneros Laborda, uno de los padres de la Constitución de 1978, político ya por aquel entonces, y jurista, hizo de pregonero de los sanjuanes de 1971. Tenía 31 años. Era Delegado Nacional de la Juventud. Expresó literalmente que “un pueblo que ha sabido conservar desde remota antigüedad las fiestas (de San Juan) es merecedor de todas las libertades”. Vaya esta frase como aperitivo de lo que diría en el transcurso de su pregón.

En sus primeros compases se mostraba contundente: “Con palabras tomadas de prestado para esta ocasión solemne y jubilosa, permitidme recordar, primero, que en España todo lo que se ha hecho, lo ha hecho el pueblo y lo que no ha hecho el pueblo, se ha quedado sin hacer”.

Acomete tres apartados en los que rebate varios aspectos sobre fiestas: “Se nos ha dicho que son el estallido gozoso de los campos de una tierra fría”, pero “¡no!”. Las fiestas de San Juan son el sol y el verano, aunque convocan bajo su llamada al sol y al verano”. “Se nos ha dicho que son el homenaje al toro y a su sangre, a su virilidad rotunda” …” Pero yo os digo, ¡no!, son el toro, aunque convocan bajo su llamada al toro y su sangre”. Y llega, acto seguido, el tercer no: “Se nos ha dicho que son el vino, el vino torrencial como la lluvia aparatosa de agosto; inagotable como un río, inabarcable como el mar. Pero ¡no!, son el vino, aunque lo convoquen bajo su llamada para alimentar las energías inverosímiles consumidas a lo largo de cinco días inverosímiles, para templar el ardor del sol, para entonar la voz quizá…” en su “punto de ronca desafinación”. E incidía y remataba su argumentación: “Las fiestas de San Juan, no son el sol, el toro y el vino, aunque necesitan del sol, del toro y del vino”. Estos tres elementos “le prestan el marco”. Y del marco pasaba a la “categoría”: que, dirigiéndose a los sanjuaneros, decía: “la ponéis vosotros; sois vosotros, somos nosotros, somos todos; pueblo de Soria, Soria en fiestas”.

Entendía el vocero que “no es un azar”, sino todo lo contrario, “que fuera el Estado llano o del Común el patrocinador primero de estas fiestas”. Porque si no a saber cómo habrían sido, o cómo hubieran evolucionado.

Pasa página al referirse, a continuación, a unas palabras muy comunes en fiestas, como son “Usos y Costumbres”: “Respetar la tradición es obrar según el uso y la costumbre” para que, al final de fiestas, “rotos por el cansancio, nos sintamos orgullosos de haber sido fieles custodios de un patrimonio espiritual de siglos y legítimos transmisores de ese legado a nuestros hijos”. Y es “costumbre” también respetarse unos a otros. Y va más allá: “Yo voy a romper esa casi ritual costumbre para deciros ¡haced cuanto queráis!... porque la libertad es fruto y conquista que la historia reserva a los pueblos que se hacen merecedores de ella…” y Soria, asegura, “es merecedora de todas las libertades” porque un soriano “no puede querer cosa mala cuando celebra las fiestas de San Juan”.

Entrando en la recta final de su parlamento, podemos escuchar su petición, a modo de ruego, dirigida a todos los sorianos de distintas edades: “¡¡Que se cumpla, otra vez, la bendición que uno de los más benditos hombres que haya pisado nunca nuestras tierras -refiriéndose, sin citarlo, a Machado- formulara para nosotros!!”. Y lanza la frase, cual traca final, esculpida en el corazón y la mente de todos los sorianos: “¡¡que el sol de España os llene de alegría, de luz y de riqueza!!

“Sorianos: ¡Vivan las fiestas de San Juan! ¡VIVA SORIA!

1972

César Casado Jiménez, Presidente del Centro Soriano en Zaragoza, hacía referencia a los emigrantes. Nada más comenzar, se dirigió a los “sorianos de la Ciudad; a los de la cumbre y la pinada; a los ausentes, forasteros y amigos”. Y les pedía a todos: “Oíd la voz de quien, por soriano y por ausente, os llama con voz henchida de emoción y de gozo en palabras cargadas de pasión por la tierra en espíritu de noble ilusión y alegría infinita”.

Agregaba que “otra vez la noria de la vida nos convoca y reúne para celebrar nuestras incomparables y únicas fiestas de San Juan o de la Madre de Dios…” que calificaba como “¡Fiestas del pueblo y para el pueblo!”.

Alude a las fiestas como algo “ancestral”, con el “bastón de mando del Jurado de Cuadrilla” cual “símbolo jurisdiccional”.

Cita las doce Cuadrillas. Recorre sucintamente los cuatro puntos cardinales de la provincia. Recuerda al “soriano ausente, como yo”, diría.

Repasa los cinco días de rigor y pide a los sorianos-sanjuaneros, en tono de invitación, “que hagáis un alto en vuestro quehacer diario y, como sedante de un año de inquietudes y trabajos, deis rienda suelta a vuestra alegría, gocéis de todos los festejos y enseñéis” los monumentos y lugares más destacados, “hitos gloriosos de su cabalgar histórico”.

Se acercaba al final: “Y siendo fiestas del pueblo y para el pueblo, nada más propicio para terminar este pregón que recordar la copla popular que sintetiza el sentimiento de Soria por sus Fiestas de San Juan”.

“¡Sorianos, forasteros y amigos, decir conmigo:

PODRÁ FALTARNOS EL PAN

Y PORÁ SECARSE EL DUERO,

PERO ARDE SORIA PRIMERO

SI NO HAY FIESTAS DE SAN JUAN!”

1973

El pregón del soriano Alberto Cercós Pérez, Secretario General Técnico del Ministerio de Agricultura, fue sencillo; fácil de entender y de seguir durante su lectura en la Plaza Mayor, la noche del 27 de junio de 1973. Y eso es de agradecer.

Comenzaba diciendo que “ha sonado ya la hora de las Fiestas” y que no sería él “quien alargara la espera”. Dijo considerarse “un pregonero sin méritos, pero incapaz de rechazar este honor somo soriano…” y feliz por convocar a “mis paisanos, mis amigos, a vivir con llaneza y hondura la alegría de sus Fiestas”.

“Una vez más -continuaba-, como si fuera hoy la primera vez, el canto a la libertad del pueblo soriano (comenzaba a vislumbrarse cierta apertura hacia la democracia) va a interpretarse en el escenario ancestral de nuestras calles y plazas, en la mejor manifestación que nadie pudo imaginar. Y esto es así porque las fiestas de San Juan no son una representación y sí una manifestación”.

Habló de la “reciedumbre de un pueblo que sabe en sus fiestas sobreponer a la dureza de su destino la calidad sublime de sus valores populares”.

Agregó que “los Jurados y Juradas, los Cuatros de Cuadrilla, las bulliciosas pandas”, y demás actores que intervienen y hacen posible la fiesta, “van modelando cada San Juan, incomparables, auténticas, genuinamente populares”.

Después de asegurar que son “fiestas ¡que no necesitan pregonero!”, se pregunta “un pregonero ¿para qué?”. Pero ya que está “quisiera llevar hasta el último rincón…donde exista un hogar soriano, la concordia…que, otro año más, va a presidir nuestras fiestas”.

Habló del significado del Catapán, Lavalenguas, y el resto de festejos que componen e integran la esencia de las Fiestas de San Juan.

Pese a sus buenos deseos de que todo sea concordia “dejad que me lamente…que la unión de estos días -fiestas que usan como símbolo al toro bravo- no continúe el resto del año…”

Y concluía diciendo: “Ha sonado ya la hora de las Fiestas y ya no hay quien aguante más. La fuerza creadora del pueblo no hay quien la detenga”.

“¡Empiecen las charangas! ¡Redoblen los tambores!

¡Suenen los bombos!

Vamos todos a crear unas nuevas Fiestas.

¡Las Fiestas de San Juan 1973!

¡¡VIVA SORIA!!

¡¡VIVAN LAS FIESTAS DE SAN JUAN!!”

1974

El pregonero de 1974 fue Alfonso Navalón Grande, crítico taurino del diario Informaciones (por aquello de la vinculación de las fiestas con el mundo taurino y que era un personaje popular en España, y, por ende, en Soria).

En contraste con el pregón del año anterior, de poco más de un folio, este fue casi cinco veces mayor en extensión. Como si su autor, llegado casi expresamente para la ocasión, quisiera justificar y “ganarse” la invitación municipal.

Al igual de Alberto Cercós Pérez, el señor Navalón, tras el saludo inicial, decía: “Ya sé que lo único que sobra en esta Fiesta de San Juan es el pregonero”, para, a renglón seguido, declarar: “Nadie va a deciros ahora cómo y cuándo tenéis que divertiros” porque “la vida os ha enseñado ya el camino que deslinda la alegría de la violencia”. Hace después un canto a los pastores trashumantes y añade que “siento, como vosotros la grandeza de estas fiestas…” unidas al “espíritu de Numancia”, resaltando “la maravilla del románico”.

Como hombre vinculado al mundo del toro, en su condición de crítico taurino, habla de grandes y destacados ganaderos de reses bravas y de la valentía del toro. Hace un paralelismo entre este animal y Numancia: “A lo largo de la historia ni Soria ni el toro se han dejado poner ninguna clase de cencerros para servir de cabestros en las procesiones ajenas”.

Repasa “la vieja historia de llevar y traer los toros de Valonsadero” como “una crónica de guerra o de gracia”. O “el quite burlesco de aquellos Jurados del ochocientos cuando se valieron del catapán y del Agés y las calderas para conseguir que Napoleón pasara por Soria sin devastarla”.

Alude a distintos festejos taurinos que se ofrecen en varias provincias españolas, igual que habla de otras situaciones que nada tienen que ver con nuestras fiestas ni vienen a cuento, como queriendo demostrar sus conocimientos sobre el mundo del toro, alargando así, innecesariamente el pregón, sacando a relucir engaños y trucos del mundo taurino.

Luego dice que aquí nadie se siente “legionario de los Tercios de Flandes”. Trae a colación a Bécquer. Cita a Machado, al autor del Mío Cid, Gonzalo de Berceo, Marqués de Santillana, a los dos Fray Luis; el de León y el de Granada, a Tirso de Molina, Gerardo Diego, Camilo José Cela, Benlliure, Belmonte…

Y arremete duramente cuando, con criterio de crítico taurino dice: “Tenéis estas fiestas del toro que no necesitan ya cronistas del incienso ni campañas” publicitarias…

Es, en resumen, un “totum revolutum”.

El adorno final hace un canto a nosotros, los sorianos, y nuestras fiestas, cuando dice: “Conservadlas así de simples. Sin más argumento que el toro y el vino y sin más guardianes que esos doce Jurados representando al pueblo”.

Y entona los ¡VIVA SORIA! ¡VIVAN LOS TOROS DE VALONSADERO!

¡VIVAN LAS FIESTAS DE SAN JUAN!!

1975

Ramiro Cercós Pérez. Ingeniero de Caminos. Otro político soriano que ejerció el cargo de pregonero. Incidía en la participación popular en democracia. Repasemos su texto.

Fue un pregón con sentimiento y conocimiento de lo que decía. Se apreciaba esta circunstancia, en contraste con el del año anterior. Podemos decir eso de ¡vaya diferencia! a favor de Ramiro Cercós.

Hace un repaso a todo lo que es San Juan. Porque “son días de gozo”, “fiestas de dulzainas”, “de participación popular en que los sorianos pueden ser protagonistas de su propio destino”. Son, dice “escenario singular de convivencia e igualdad”, en el que “a través de los Jurados y Cuadrillas, se habilitó formas de participación en las tareas colectivas”.

Agregaba que “la vara de mando de los Jurados conoce de anhelos e ilusiones por una reafirmación de vuestra autonomía e independencia”. Hace un canto “a las Juradas, como representación de la mujer soriana”.

A las “mozas y mozos” les dice que son “semilla cierta de una Soria más airosa”.

A sus paisanos les da las gracias “por hacer realidad estas fiestas” y porque es “difícil entender al soriano” sin las mismas.

Agregó que “en mi canto a Soria y sus fiestas va acunada toda la provincia”.

A los Jurados les pidió “coger el timón de Soria durante estos días de gozo. El pueblo llano está con vosotros y arde en júbilo por comenzar las fiestas de San Juan”.

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