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¡Basta de gritos!

¡Basta de gritos!

Actualizado 17/05/2017 09:53

La pedagoga soriana Lorena Vallejo Romero, de PARAE Gabinete, nos cuenta lo que sucede cuando levantamos la voz a nuestros hijos.

Aunque nos cueste reconocerlo, ¿quién no ha gritado alguna vez a sus hijos? La exigencia del día a día, las prisas, el trabajo, las tensiones familiares nos dejan en muchas ocasiones sin paciencia y sin herramientas para afrontar una situación de conflicto con calma.

Sin embargo, los profesionales de la educación, pedagogos, y psicólogos infantiles coincidimos en que para conseguir que un niño obedezca y realice las tareas escolares y domésticas no es necesario gritarle o emplear la violencia verbal.

Es verdad que el grito llama su atención en un primer momento, pero a la larga dejará de tener efecto y ¿qué haremos entonces?

Dejar de gritar no es fácil, hay que tener autocontrol sobre nuestras emociones, de la ira y la rabia que nos provoca ver la desobediencia. Por todo ello en nuestro gabinete trabajamos con los menores pero también ayudamos a los padres en el proceso, con pautas que les ayuden a entender los conflictos y a responder mejor a las necesidades de sus hijos.

Si todavía no estás convencido de que merece la pena intentar otro camino, a continuación señalamos algunas de las principales razones por las que el grito y el enfado no son solución ante la desobediencia.

Primero, como adultos somos un ejemplo de comportamiento, nos observan, nos escuchan y sobre todo nos imitan. Gritar les provoca miedo y los aleja de nosotros, entonces perdemos la posibilidad de comunicarnos e imponemos una autoridad muy negativa.

Además influye en su autoestima, gritarles elimina el sentimiento de haber hecho algo bien y lo que destaca es lo que no han hecho o han hecho mal, aun habiéndolo intentado.

A menudo escuchamos en nuestra consulta “tengo que repetirle mil veces que haga las cosas” “le hablo y es que no me escucha” “ya debería saber lo que tiene que hacer” etc. Ante esto lo primero que señalamos los profesionales es que nunca debemos olvidar que los niños son eso, niños, y es nuestro papel como adultos el recordar y reforzar comportamientos.

Como adulto, respira, date tiempo, no tomes decisiones de castigos desmesurados si estás enfadado o agotado; con tiempo y compromiso los gritos desaparecerán entre tus hijos y tú.

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