La caída de un fragmento de los frescos que adornan la cúpula de la capilla de la ermita de San Saturio, es un paso más del deterioro del patrimonio de la ciudad de Soria. En apenas unas semanas, hemos visto como aparecían socavones en la muralla (al margen del derrumbe del 2013, que afortunadamente no hirió a nadie); y ahora, como cae un fragmento de fresco, en uno de los monumento favorito de los sorianos.
Seguramente sea casualidad, aunque lo más lógico y probable es que sea causalidad. Causa-efecto. No se cuida el patrimonio, luego éste se deteriora y desaparece. Unos 8,5 kilómetros de muralla tenía Soria, perímetro similar a la de Jerusalén, dato que los políticos seguramente desconozcan y obvien. Quedan unos escasos metros, eso sí, propaganda de carteles pintados por vandalismo callejero que se vendió como un hito en la restauración del patrimonio de la ciudad.
Ahora, adiós a una parte del fresco de la capilla de San Saturio, restaurada y financiada en 1976 por Caja Duero. Es decir, un desprendimiento 38 años después. No es mucho, ¿verdad? Total, humedades pueden salir en cualquier sitio, (aprecie estimado lector el tono de ironía). Pero más aún, al lado de un río.
Ahora, habrá comisiones de seguimiento, buenas palabras, los asesores de los políticos buscando datos para quedar bien ante los micrófonos, para que parezca que han leído algo. Pero lo evidente y constatable es que Soria se está quedando sin historia, y eso sí es un problema, y no hacer obras superfl