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Tiempo de Adviento

Tiempo de Adviento

Actualizado 28/11/2014 19:10
Gerardo Melgar

Estos días son propicios para mirarnos interiormente y ver si nuestro estilo de vivir está preparando la venida de Cristo a nuestro corazón.

El 30 de noviembre, comenzamos el tiempo de Adviento, el tiempo de la espera de la acción divina y del gesto de Dios que viene a nosotros. Es éste un tiempo para hacer memoria de la primera y humilde venida del Salvador en nuestra carne mortal; son días de preparación para acoger en nuestra vida a Cristo que quiere nacer en todos y pide de nosotros acogida desde la fe y el amor; es, además, tiempo de preparar la última y definitiva venida de Cristo.

Nuestra espera en el Adviento no es la espera de aquellos que, en la antigua alianza, aún no habían recibido al Salvador; nosotros ya hemos conocido su venida hace dos mil años en Belén. Ahora preparamos, llenos de esperanza, la última y gloriosa venida de Cristo, Señor de la historia y Juez universal, acogiéndole ya en nuestro corazón porque Él quiere encarnarse en la vida real, cotidiana, de cada uno de nosotros.

El Adviento es el tiempo litúrgico de hacer memoria, de esperanza y de conversión. En efecto, es momento de hacer memoria de la primera venida en carne mortal; es tiempo de esperanza, de aquella que trabaja para que Cristo nazca y se encarne en cada uno de nosotros; y es tiempo de conversión porque, para recibirle ahora en nosotros y preparar su última venida, hemos de transformar nuestra vida desde los valores y criterios del Evangelio. Estos días que hoy inauguramos son propicios para mirarnos interiormente y ver si nuestro estilo de vivir está preparando la venida de Cristo a nuestro corazón, si la apertura de nuestra vida al Salvador es algo que nos preocupa y nos pone en un camino de vivencia de sus valores o, por el contrario, nuestra vida está anclada en las llamadas de la sociedad a luchar exclusivamente por tener más y vivir mejor sin esperar nada ni a nadie más.

Cristo, que ya vino hace veinte siglos en carne mortal, quiere encarnarse y nacer en el corazón del hombre actual; un hombre encerrado tantas veces en la mundanidad, en el aquí y el ahora como lo único importante, sin pararse a pensar que un día habrá de presentarse ante este mismo Señor para ofrecerle el resumen de su vida. Jesucristo nos pide apertura de corazón, que le dejemos entrar en nuestra vida, que le permitamos hacerse carne en nosotros hoy para ofrecernos su salvación, transformarnos y ayudarnos a ponerlo como la base de nuestra existencia, único camino que nos llenará plenamente y nos ayudará a encontrar la verdadera felicidad.

El mismo Cristo que nació en Belén quiere nacer en nuestro corazón y en nuestra vida, en cada corazón y en cada vida, en el tuyo y en el mío; sí, el Hijo de Dios quiere que, los que ya le conocemos aunque tengamos fallos, le señalemos como Juan el Bautista en medio de un mundo ofuscado por lo material y por el hedonismo sin límite alguno. No lo olvidemos nunca: Cristo quiere que todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo, especialmente los de nuestro entorno, puedan descubrir a través de nuestro testimonio de vida que Él ama a todos y sólo busca la humilde posada de nuestro corazón.

¡Feliz Adviento para todos!

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